Marchas, disturbios y espectáculo. La moda de la rebelión 2 -Erick Benítez Martínez-
-
- Mensajes: 137
- Registrado: Sab Ago 17, 2019 2:03 am
- Has thanked: 6 times
Marchas, disturbios y espectáculo. La moda de la rebelión 2 -Erick Benítez Martínez-
Hace un par de meses que en México se viene sucediendo un fenómeno al que como anarquistas debemos prestar atención. Dicho fenómeno, si no me equivoco, tiene su principal punto de partida en diciembre del 2012 (aunque ya pasaba antes es a partir de aquí que se hace mayor) con la llegada de EPN a la presidencia y las movilizaciones que ello generó.
Me refiero al fenómeno de llamarse anarquista cualquiera, y de llamar anarquista a cualquiera.
Hablemos del segundo de los casos, pues nos dará una mejor perspectiva del primero.
Los medios de comunicación en México, como en cualquier sitio, no son sino los medios serviles al gobierno que no dudan en hacer todo lo posible por servir a sus patrones. La criminalización de la protesta social desatada a partir de la llegada de EPN a la presidencia (pero no exclusivamente, pues siempre ha existido) se incrementó no solo en las calles por medio de la policía, sino también en los medios de comunicación, que a cualquiera que tenga una capucha y lance una molotov o responda a la policía su represión se le llama “anarquista”
El asunto tiene su precedente inmediato en los “comunistas” de la década de los 70’s, a los que se les calumniaba igual (1). Se trata simplemente de las técnicas del Estado para justificar la represión: todo el que responda a la policía es anarquista, por consecuencia enemigo del “orden”, por ello debe ser reprimido. En España era la ETA; en Colombia las FARC; todo Estado necesita una justificante para legitimar su represión.
Hemos presenciado vergonzosos y descarados casos en los que a gente de izquierda, o sin ideas (que simplemente luchan por algo concreto y les reprimen) e incluso a sus mismos agentes que mandan a las marchas a hacer destrozos, se les presenta inmediatamente como “anarquistas”
En diciembre del 2012 el GDF señaló directamente a grupos anarquistas de ser los responsables de los disturbios que se dieron en el centro de la ciudad. La acusación en parte era mentira, porque ni fueron solo 3 organizaciones las que salieron a las calles esos días sino el movimiento anarquista casi en su totalidad, ni fueron exclusivamente los anarquistas quienes lucharon, sino el pueblo mexicano en sus varias formas de pensar. Con ese antecedente y los disturbios emblemáticos de ese mes el gobierno ha ido tachando de anarquista a cualquiera… pero también de esta parte del rio se ha tomado ese día como algo que se pretende repetir.
No se ve por algunos compañeros que en diciembre del 2012 la situación era una y concreta. Se logró mostrar músculo ante el GDF, pero eso es algo que no se puede ni es recomendable realizar en cada marcha. Porque si antes podíamos salir en una marcha a repartir nuestros periódicos, volantes, etc., en medio del pueblo, ahora con el ritual de la violencia no podemos apenas asomar la nariz sin que tengamos a varios policías siguiéndonos de cerca.
Y es que poseer una capucha lo puede hacer cualquiera. Escudados en el anonimato es bastante fácil hacer y provocar destrozos que luego le sean adjudicados a los anarquistas en su conjunto. Sabemos de sobra cómo actúa el gobierno. Muestra de ello fueron los sucesos de diciembre del 2013 (un año después de entrar EPN a la presidencia) donde incluso se documentó la labor de militares disfrazados como manifestantes, que hacían detenciones a los mismos manifestantes y que se demostró más tarde (por medio de fotos) son bastantes los individuos que actúan de esta manera en las marchas.
No faltan los medios que ignorando estas cosas y aunque se digan “libres” repiten una sarta de burradas en forma de acusaciones a los anarquistas como “halcones” “porros”, etc. Es el caso de Carmen Aristegui y otros de la misma talla que han escrito esto sin detenerse a analizar las cosas y viendo solamente la parte frontal de los disturbios y no el contenido y todo lo que hay detrás.
No rebusquemos más entonces en el tema de los medios. Sabemos ya cómo actúan. Lo que nos debe de importar es ahora la parte nuestra, la de quienes se dicen anarquistas.
Es lamentable el hecho de que ahora cualquiera se diga anarquista. No porque no deseemos que el anarquismo crezca, sino porque muchas de las veces se dicen anarquistas quienes acuden a las marchas solamente por estar en los disturbios, como si estos fuesen un juego.
Ante todo debemos tener claro que una marcha es algo simbólico, que en realidad no ofrece presión al gobierno sino cuando son masivas y radicalizadas (no necesariamente violentas). Y puesto que estas marchas no son algo constante sino algo que sucede cada X meses, la labor principal está en las organizaciones, desde las cuales se hace labor de propaganda y agitación de las masas.
Es entonces ilógico que se pretenda que los actos de las marchas son algo vital para los anarquistas, y salta a la vista lo cómico de quienes solo acuden a las manifestaciones pensando que eso es hacer militancia y nunca están en organizaciones.
Una marcha, por muy violenta que sea, nunca logrará derribar al gobierno si esa violencia no es generalizada y sentida por lo menos por la mayoría de los manifestantes. Jamás desembocará una marcha en una revolución, puesto que nadie acude a una marcha con su rifle o esperando que estalle la revolución a partir de abrirle la cabeza a un policía.
Más importante que una marcha es la organización de los anarquistas. Porque las organizaciones son la erosión de la piedra estatal, que poco a poco van abriendo mentes y sembrando en ellas la chispa revolucionaria.
Soñar con una revolución espontanea, nacida de la nada, o peor aún, nacida a partir de no hacer trabajo político y limitarse a cada 4 meses esperar una marcha es bastante infantil.
Tenemos el caso de los presos de las marchas. Si bien se les brinda apoyo, no es el mismo apoyo que podrían tener si estuvieran en organizaciones. No porque se les discrimine por no estar organizados, sino porque el trabajo formal de los compañeros (¡abajo esa soberana tontería de la “informalidad”!) les respalda.
Y siguiendo en ese mismo tenor tenemos el claro ejemplo de la inutilidad de los disturbios como ritual cuando vemos que se ha pagado hasta 100.000 pesos al gobierno en fianzas. Dinero que bien podría servir para comprar imprentas o locales propios, montar librerías y más cosas realmente útiles a la revolución y no estarlos pagando al gobierno por marchas que realmente no hacen trascender al movimiento anarquista y solo sirven para que seamos materia prima de los buitres del periodismo al servicio del gobierno.
Los llamados “bloque negro” no son sino estrategias puntuales en momentos determinados. Pretender hacer de ellos un ritual de cada marcha es generar el mismo clima que tenemos ahora en México: una ola de calumnias de los medios contra los cuales nuestra prensa y medios digitales no pueden competir, los cuales generan en la opinión pública una imagen del anarquismo como forma de vandalismo.
No es que nos preocupe la opinión de los medios, pero ya que van a hablar mal de nosotros sería más provechoso que lo hicieran en cosas puntuales como el caso de la llegada a la presidencia de EPN donde, hasta la gente común, brindaba apoyo y reconocimiento al anarquismo, y no por una marcha sin trascendencia en la que ya se nos ve como casi grupo de choque.
He defendido siempre la necesidad de la violencia revolucionaria. Pero he dicho también siempre que “la violencia a secas y sin objetivos revolucionarios o de defensa puede conducir a cualquier lado, incluso al fascismo” (2).
Y es que ese es el caso en bastantes casos de los últimos meses: situaciones en las que se busca el enfrentamiento por parte de nuestros contingentes, aun cuando estos podrían ser evitados. Insisto, no por miedo o respeto a la autoridad, la que debemos combatir en todos los aspectos, sino porque nuestra labor de anarquistas va más allá de lanzar una molotov, de los disturbios o partirle la cara a un policía. NO SOMOS UN GRUPO DE CHOQUE, sino un movimiento revolucionario, y la revolución no se hace solamente en la barricada, sino más importante aún, en las organizaciones, en los actos de apoyo a las causas populares, en la resistencia organizada.
Proudhon, uno de nuestros referentes ideológicos indicaba:
"Un kilo de pólvora apenas hará explotar una bomba; una sola de estas ideas hará saltar por los aires a millones de soldados" (3)
Y en otro libro:
“Mientras te limites a ser número, sin ideas, no serás nada” (4)
Reproduciendo el esquema marcha-enfrentamientos lo único que se consigue es alimentar a la bestia de la prensa burguesa, sin beneficio alguno para nuestras ideas o para el pueblo en general. ¿a quien beneficiamos realmente haciendo de los disturbios un ritual en cada marcha?
Al anarquismo no, puesto que nuestra prensa y medios de difusión no pueden siquiera competir con los del enemigo, y por lo tanto el pueblo nos cree lo que les cuentan y que nosotros mismos colaboramos en que se diga cuando no se puede salir a las calles sin que haya algo espectacular para las portadas de la prensa burguesa.
Al pueblo tampoco se le beneficia, porque si bien debemos ser una muestra de que a la policía se le debe combatir cuando es posible, el hecho de hacerlo en cada marcha sin hacer algo más constructivo (¿a que no se ponen las mismas ganas para organizar un mitin, repartir información o mover nuestra prensa?) da la imagen de que nuestro objetivo único y que carecemos de cualquier otro no es sino el enfrentamiento. De esa manera a cualquiera que se nos acerca o al cual nos acercamos (¡y se ha visto en las calles!) ya se pone en riesgo.
Al Estado sí le beneficia, pues es la manera más sencilla de reprimir cuando un grupo de gente solo busca los disturbios muchas veces sin sentido alguno y otras muchas cayendo completamente en el garlito de las provocaciones del gobierno.
A la prensa burguesa igualmente se le beneficia, pues parte de su “trabajo” consiste en crear una opinión favorable a la represión del gobierno ¡que mejor herramienta que un punk reventando una caseta de teléfono!
Nosotros debemos ser más inteligentes y ver estas cosas.
Es preciso defenderse cuando es necesario ¡Por supuesto!
Lo que no es necesario es que en cada marcha seamos el blanco preferido de los medios de comunicación que esperan el menor pretexto para lanzarnos toneladas de calumnias. De esa manera, en lugar de marcar nosotros nuestro propio actuar vamos actuando conforme lo desea no solo el gobierno sino también los medios, que en cada marcha ponen especial atención a los anarquistas esperando el momento en que caigan en la provocación y puedan dar la nota que esperan. Jugamos sus tiempos, no los nuestros. Y nosotros, antiautoritarios y firmes negadores de las tutelas, debemos marcar nuestros propios tiempos y espacios, no haciéndole el juego a los medios y la policía.
Y es que existe otro elemento más en este escenario. Elemento que podemos ver es de unas cualidades románticas tan absurdas que a veces raya en lo vergonzoso: nos referimos a esa mentalidad de sentirse mártires. Desear ir al frente de los disturbios está bien; pretender dar la vida o la libertad en ellos es una soberana tontería.
Los anarquistas no deseamos morir ni deseamos terminar en sus jaulas. ¡Queremos vivir y ser libres!
Y si en un momento dado tenemos que enfrentar la muerte o la cárcel lo haremos con valor… ¡pero que les cueste caro a nuestros enemigos!
Los casos lamentables de compañeros y compañeras que pareciera que desean ser detenidos y que hacen una serie de actos que apuntan a ello no nos deja ver sino la inmadurez ideológica que tienen. La publicación abierta de convocatorias en redes sociales buscando enfrentarse a la policía sabiendo que la propia policía vigila nuestros espacios; las fotos de los mismos compañeros encapuchados que ellos mismos suben; todo ello deja ver una inocencia tremenda, cuando no unas declaradas ganas de tener sus cinco minutos de fama, es decir, toman la lucha como una especie de juego, lo cual es imperdonable.
Es normal hasta cierto punto en un movimiento como el mexicano que data su “resurgimiento” de hace poco más de una década como movimiento social (5).
Lo que no es normal, y no debe serlo por salud del movimiento anarquista, es seguir perpetuando esa serie de hechos ilógicos; es repetir esas consignas vacías de sentido sobre la revolución “espontanea” (6), la informalidad y el autosacrificio en nuestras filas.
Ni la revolución está a la vuelta de la esquina ni brota espontáneamente de las macetas, ni tampoco debe ser un objetivo terminar en los claustros del Estado.
Los anarquistas deben ser un ejemplo de vida: no solo en su vida diaria, sino en sus actos en las organizaciones y en las calles. Si por algo triunfó el anarquismo español en gran medida fue, a parte de la propaganda y organización, porque los individuos eran un ejemplo de vida para los demás.
Parco favor le hacemos a las ideas tomándolas como si fueran un juego, buscando ser mártires, buscando un poco de fama o todavía peor, pensando que estas ideas se realizan de la noche a la mañana como por arte de magia y a raíz de lanzar una molotov.
Debemos estar preparados ideológicamente (¡la autoeducación también es parte de la militancia!) y saber analizar las cosas para no ser materia prima de nadie ni de nada. Si bien la lucha no está solamente en los libros, tampoco lo está solamente en las calles. La lucha, sino salen de los libros es impotente de ejecutarse; en las calles, si no saben analizar las cosas ideológicamente y no salen de las barricadas son ineptos para saber conducirse bien.
Ni ratones de biblioteca ni corderos dispuestos a ir al matadero de manera gratuita. ¡Seriedad compañeros!
Asumamos como nuestros los errores de los compañeros, pero seamos lo suficientemente inteligentes para saberlos remediar. No todo está en los libros, ni tampoco en las barricadas.
Una simbiosis de los dos, unas ideas que se plasmen en las calles y una lucha callejera que sepa hacía donde ir, sería la mejor forma de voltear de cabeza a nuestros enemigos.
Pero si es evidente que la lucha en las calles no es todos los días ni todas las semanas (dejemos de lado a los informales que “actúan” en la clandestinidad), la lucha por una mejor formación ideológica que nos haga evitar errores y más aún, la organización en colectivos, federaciones o proyectos y propaganda de las ideas es el trabajo más cotidiano que debemos arremeter.
Organización constante y propaganda seria de las ideas. He ahí el trabajo a arremeter. Creo que si hasta el momento se ha sido lo suficientemente “valiente” para salir a las calles, es el momento de mostrar músculo cerebral y militante en las organizaciones, donde se germinan las revoluciones.
En estos momentos es preciso menos gasolina y más organización.
¡Nos vemos en las organizaciones entonces!
Erick Benítez Martínez. Junio del 2014.
Notas:
1.- Ello no ha sido recordado por el PCM que a la llegada de EPN a la presidencia fue uno de los primeros en llamar a los anarquistas “inmaduros” por el hecho de que ese día fue el anarquismo mexicano quien con más arrojo que ellos se lanzó a las barricadas.
2.- Apuntes sobre el comunismo anarquista y otros textos. Erick Benítez Martínez
3.- Apuntes autobiográficos. Presentados por Bernard Voyenne.
4.- De la capacidad política de la clase obrera. P. J. Proudhon.
5.- He escrito un poco sobre este asunto en el texto “Rápida revista al anarquismo en México”
6.- Ojo, una cosa es la organización espontánea y otra muy diferente la revolución espontanea.
“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”
José Llunas
José Llunas