Guía rápida sobre el robo de los patrones al trabajador -Erick Benítez Martínez-

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Erick Benítez Martínez
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Guía rápida sobre el robo de los patrones al trabajador -Erick Benítez Martínez-

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¿Quiénes de aquellos que luchan por la emancipación económica del pueblo trabajador no ha tenido una discusión en su centro laboral?
Sí, una de esas discusiones donde como anarquistas pretendemos demostrar que la patronal si bien no es el enemigo mayor a vencer, sí es el más cercano y el que más directamente nos explota.
Tristes suelen ser las escenas donde nuestros propios compañeros de trabajo o no ven la explotación de la que son víctimas o bien tratan de justificar a sus explotadores mediante mil artilugios aprendidos desde la niñez.
No se nos presenta el patrón como ese parásito vividor del trabajo de los demás, sino como una persona próspera, inteligente y astuta que supo salir adelante y que representa ni más ni menos que un ejemplo para los demás.
Además si alguna vez se comporta amable con sus trabajadores ya estará listo el perfil que se tiene de ellos: tenemos a una gran persona en apariencia, pero en cuyo interior habita una plaga que consume a los trabajadores. Pero como esto no siempre es visto o al menos no de manera concreta, diremos unas cuantas palabras sobre el tema, y para ello utilizaremos algunas de las constantes frases con que se nos intenta justificar la riqueza de la patronal y su existencia.

-Paga un salario, por lo tanto no está robando.

Esta es una mentira basada más en logomaquias que en hechos reales. El patrón paga un salario, sí, pero solamente eso, no paga lo justo, que es otra cosa. Un trabajador produce (nos referiremos únicamente a los trabajadores que son directamente quienes producen. Los análisis para otros trabajos los dejaremos para otro artículo) su propio salario en menos de la mitad de su jornada laboral, incluyendo los gastos de materia prima.
El tiempo restante, lo que comúnmente se llama plusvalía y que es apropiado por la patronal, no es sino el excedente del tiempo productivo de un trabajador, y esta parte representa muchas de las veces dos o hasta tres veces el salario de este mismo trabajador. Los defensores de la patronal nos dirán que el patrón por haber invertido capital merece una “indemnización, ganar algo”, y aunque seamos flexibles y aceptáramos esta cuota que solicitan, hemos de hacer notar que ésta se realiza sin que el patrón haya siquiera movido un solo dedo para producir algo.
Yo pongo el capital, tú el trabajo y con esta fórmula se pretende que la producción se distribuya a partes iguales ¡singular forma de desfigurar las cosas!
Si tal cosa fuera real, es decir, si lo que aporta el capital equivaliera a partirse la espalda en el trabajo –lo cual no es para nada cierto, pues no puede ser equiparable invertir dinero a estar en pleno sol o en la rutina asfixiante de la producción- la fórmula sería correcta y entonces el reparto de los beneficios sería en partes iguales ¿no es acaso esa la fórmula en la que ambos aportan a la producción? ¡Ah, pero es que cuando se trata de la producción nos dicen que el patrón y el trabajador aportan a partes iguales… pero cuando se trata de la ganancias el trabajador siempre queda en un lugar humillante respecto al reparto de los beneficios!
Tenemos, además, no solo el hecho de que aportar dinero no es para nada comparable con trabajar, sino que dicho capital que aporta la patronal no es suyo siquiera, lo cual demostraremos más adelante. Además tenemos que el trabajador, quien realmente produce la riqueza, se encuentra despojado de casi todo, dejándole apenas lo necesario para no perecer de hambre.
No se reparte la riqueza en partes iguales (lo cual, insistimos, ya de sería de por sí injusto), sino que el productor, el que con sus manos fabrica máquinas, siembra, cosecha, construye casas, tiende puentes de un lado al otro de lagos y montañas, levanta majestuosas construcciones, construye y fabrica todo lo que produce el bienestar y avance de la humanidad; este productor, repetimos, no solo carece de todo, sino que es el esclavo del capitalista que nunca hace nada productivo por sí mismo.
¿Puede haber mayor injusticia?
¿Cómo es que obtiene entonces el patrón la riqueza que luego puede aportar para abrir un nuevo negocio, en el cual se pretenderá que merece un pago por dicho aporte?
¿Será mediante el trabajo? Ya hemos visto que no, porque quien trabaja sin vivir de los demás, sino solo de su propio trabajo, no puede acumular riquezas (1). Estas se producen solamente aprovechándose de la necesidad de las personas y explotándolos a partir de pagarles una ínfima parte de lo que en realidad producen.
¿Mediante el ahorro? Quien quiera que sea un trabajador que no pone a otros a trabajar para él, entenderá a la perfección lo complicado que es ahorrar siquiera una pequeña cantidad que asegure a su familia no perecer de hambre. Y no hablemos ya si el trabajador tiene hijos que dependen de su trabajo. Economizar lo máximo será la constante en su vida diaria, imposibilitando toda forma de ahorro grande, mucho menos para permitirse invertir en empresas. Estas cosas que son palpables para quienes son trabajadores, no son lógicas desde la óptica del capitalista, para quien el cielo está lleno de violines.
¿Será mediante la herencia? Tenemos entonces que dicho dinero no es producto de su trabajo, sino del trabajo de sus antepasados. Y estos a su vez estuvieron sujetos a las mismas condiciones que el ejemplo anterior si es que fueron trabajadores, así que si pudieron acumular riquezas no fue ciertamente con su propia labor productiva. En otras palabras, la herencia que han dejado es el sudor sobado a otro trabajadores, y regresáramos en el árbol genealógico veríamos que provienen de la masacre de indígenas y del despojo de tierra realizado hace cientos de años (2).
No es pues ni el trabajo ni el ahorro lo que legitima la riqueza de la patronal y el capital; y si se trata de la herencia llegaremos al mismo punto.
Quien haya siquiera estudiado por encima una crítica de la economía política e historia, advertirá bien pronto que dicha riqueza proviene del robo. Y sin embargo se continúa pensando que el patrón es una persona próspera gracias a su esfuerzo y dedicación.
Este argumento será la mayoría de las veces paliado con argumentos falsos sobre la productividad y esfuerzo de la patronal, con frases como “esfuerzo, trabajo, ahorro, herencia, etc.”, lo cual es muy fácil desmentir pues vemos que pese a todas estas frases arregladas el productor, el trabajador, quien se esfuerza, trabaja y ahorra apenas tiene para malvivir o medianamente vivir acumulando una infinidad de deudas, mientras el patrón que no produce nada lo tiene todo.
El holgazán, pues, no puede hablarnos de trabajo y esfuerzo cuando es lo que nunca realiza.
Por otro lado veremos que el salario que paga a los trabajadores jamás logrará que la suma de todos ellos pague el costo de venta de los productos realizados durante la jornada laboral. Ello indica claramente que existe un excedente ganancial en todo trabajo. Y si este excedente no pertenece a quienes lo producen, sino a quienes no mueven un dedo para producir, es claro que nos encontramos ante una apropiación ilegitima de dicho excedente.
Así pues, la patronal paga una parte ínfima al trabajador por la labor que realiza, se apropia la mayor parte y ello sin hacer esfuerzo alguno, y cuando lo hace es mínimo. El salario pagado al trabajador no es una retribución justa, sino una migaja del verdadero banquete que se dan los patrones a costa siempre del trabajador.
El Estado, las leyes y las instituciones legitiman esto.
Nos encontramos, pues, ante un robo legalizado por las leyes del Estado.

-El patrón paga al obrero su fuerza de trabajo que este acepta de buena manera, por lo tanto es un contrato libremente aceptado por ambas partes.

Nos encontramos ante una nueva mentira. El patrón paga la fuerza de trabajo de una persona (a un precio diminuto de lo realmente producido según acabamos de ver) y se apropia la mayor parte de las ganancias sin realizar labor alguna para merecerla. Pero la fuerza asociativa salida del concurso de la unión de los trabajadores no la paga en absoluto.
Un grupo de 5 trabajadores puede levantar una habitación en 5 días; un solo trabajador no podrá levantar la misma habitación ni en 1 mes. Existe, pues, esa fuerza asociativa que no es pagada por el patrón, ejecutando así un robo acumulable al anterior.
La suma pagada a 10 obreros equivale ínfimamente al trabajo de 10 obreros. La fuerza colectiva de estos 10 obreros, que se expande a medida que se unen en las labores y que equivale al trabajo no de 10 obreros aislados, sino al de más trabajadores dada la fuerza que resulta de su actividad colectiva, jamás es pagada.
Esta fuera colectiva no solo se manifiesta en el trabajo, si bien es el tema que por ahora nos mantiene ocupados, pero nos saldremos un par de renglones del tema para ejemplificar mejor esta fuerza colectiva.
En un accidente donde una persona quedara debajo de un auto, este puede ser fácilmente levantado y quitado de encima del herido por unas 20-25 personas en cuestión de un minuto y empleando solo sus manos.
Una sola persona no podría levantar este mismo auto ni en 10 horas.
Es evidente entonces que existe una fuerza generada a partir del concurso de varios individuos. Pues bien. Esta fuerza cuando se ejecuta en el trabajo jamás es pagada por la patronal.
Hablemos ahora del supuesto acuerdo en aceptar este trabajo por el trabajador.
No es un contrato libremente aceptado por ambas partes. En un contrato aceptado de buen grado por dos partes estas se deben encontrar capaces de tratar en igualdad de condiciones para que se hable de ser un contrato aceptado libremente.
Pero si este contrato es realizado en desigualdad de condiciones la cosa cambia.
El patrón tiene a su disposición los medios de producción que se ha apropiado (y en los que puede poner a otros a trabajar para él y así vivir sin preocupaciones), la tierra que también se ha apropiado y en fin, todas las comodidades que le pueden permitir seleccionar a quien esclavizar para que trabaje en su provecho. La necesidad no toca nunca a sus puertas, pues viviendo del trabajo de otros ha acumulado la riqueza suficiente para hacerle inmune a la miseria.
El obrero carece de todo. Solo posee su fuerza de trabajo, que se ve obligado a vender si no desea perecer de hambre.
Su vida va al día, vive al día, y si logra reunir una pequeña cantidad de dinero, es acosta de innumerables sacrificios, y aun esta cantidad es insuficiente para poder soportar la tiranía del patrón hasta encontrar un trabajo adecuado a sus aspiraciones. De común debe ceder, someterse a lo que mandan los explotadores, pues el hambre siempre toca a su puerta y a la de su familia.
Despojado de los medios de producción, de la tierra, nada puede hacer sino vender su fuerza laboral.
¿Podríamos decir que los niños que mueren de hambre en Somalia, mueren por aceptar libremente su suerte o que carecen de medios (robados por el capital) para salir de su condición?
¿Se puede decir de la misma manera que un transeúnte asaltado a punta de pistola dé sus pertenencias de buena gana o forzado por el arma de su asaltante?
De la misma forma no se puede decir que el obrero y el patrón realicen un contrato libremente aceptado por ambos, cuando sobre la cabeza del obrero pende el filo del hambre y la miseria.
Es la miseria, la necesidad, lo que lo hace aceptar las condiciones laborales de la patronal, pero no lo hace de manera libre (¡eres libre de elegir quien te explota, solamente de eso, pero de la explotación no te libras nunca!), sino forzado a ello.

-El patrón compra la maquinaria y la materia prima, por lo tanto merece una recompensa a su inversión

Aunque ya hemos hablado de este tema cuando nos hemos referido al salario que paga el patrón al trabajador y que la economía burguesa defiende que por ello ha de obtener beneficios, nos hemos de ocupar nuevamente del tema al hablar de la maquinaria y materia prima, siendo estas el fondo de la inversión de la patronal, al deshacer el argumento según el cual el patrón compra la maquinaria y la materia prima, hemos de dar a la patronal el jalón definitivo (aunque demasiado breve explicado aquí por el poco espacio que se tiene) a la túnica que cubre su descarnado cuerpo, para mostrarles como los vulgares ladrones que son.
En realidad el patrón paga (como mucho) solamente una parte de la herramienta. El inventor de la misma, quizá muerto hace cien años, no ha recibido (en su tiempo) sino apenas un 0.1% de lo que su invento generó en su tiempo en riqueza y que continúa hoy en día generando y que el capital y el patrón se apoderan para explotar a los trabajadores. Lo mismo sucede con quienes perfeccionan las herramientas (3).
Y aun el dinero que ha invertido en la compra de la maquinaria y la materia prima no proviene de su esfuerzo, de su trabajo, sino de la explotación a la que somete a los mismos trabajadores.
En el fondo es el propio trabajador quien compra la maquinaria y la materia prima para que luego aparezca el patrón solo para exprimir la producción y arrebatarle todo derecho sobre ella.
Proveniente de la herencia, el dinero del patrón no proviene de su trabajo, ni mucho menos de su esfuerzo (el parasitismo no es activo ni productivo), sino de una segunda fuente; esta segunda fuente lo extrajo también del trabajo de otros, y si nos remontamos en los tiempos, llegaremos hasta poco antes de la creación de las primeras ciudades-Estado, donde los contemporáneos y futuros patrones y capitalistas arrancaron la tierra de manos de las poblaciones por medio de la matanza (4).
Bajo el régimen de la propiedad privada, que no es sino el uso y abuso de las fuerzas económicas, ninguna persona honesta (es decir, que no explote a los demás) puede acumular riquezas. Quienes las poseen indefectiblemente las obtuvieron por medio de la herencia (que significa la explotación antiquísima y por lo mismo no proveniente del esfuerzo propio) o explotando a otros para acumular riqueza.
Es pues el mismo trabajador, quien siendo explotado todos los tiempos, ha formado las máquinas con su esfuerzo, producido la materia prima él mismo, y es a este a quien el patrón y el capitalista (niveles distintos de explotación a veces, pero los mismos en el fondo de la cuestión), con la ayuda del Estado y sus leyes e instituciones, quienes le despojan de todo.
¿Qué derecho tiene el patrón a una cantidad pequeña aunque sea de la producción? Ninguna. Él no produce, él no paga lo justo, él no generó la materia prima ni las máquinas (5), ni mucho menos las hace funcionar, él no es sino un ladrón que vive de los demás.
Aún daremos otra muestra de las mentiras que defienden a la patronal.

-El patrón paga el tiempo invertido al trabajador

¡Mentira!, repetimos.
El patrón paga usureramente al trabajador una mínima parte de su fuerza productiva, un salario nunca equivalente a lo que produce, y desde luego no paga su tiempo.
Si la fuerza productiva del trabajador es también una mercancía, esta tiene un precio (indeterminable por otro lado por las oscilaciones del valor de cambio y el valor de uso (6)) en la economía actual y destinado a desaparecer como mercancía en una sociedad libre de explotación, pero a diferencia de las demás mercancías, el tiempo no se recupera ni se reproduce.
Si bien la fuerza productiva se recupera con la alimentación y el descanso del obrero (7), el tiempo, la vida misma consumida en el trabajo, es algo que el patrón jamás podrá pagar, porque esta es irrecuperable, su costo no existe sencillamente.
El tiempo robado a la familia, a los hijos, a la cultura, al aprendizaje que el obrero podría emplear y que invierte en el trabajo, es irrecuperable, y va en relación directa no solo al robo de su tiempo, sino de su elevación como individuo en la sociedad en la que podría ir en una mejora ascendente y perpetua si no se le quitara no solo el fruto de su trabajo, sino también su tiempo, su fuerza asociativa y en fin, su dignidad como persona.

-Si el patrón desaparece ¿de qué viviríamos?

Es este otro de los argumentos de algunos trabajadores que por desgracia tienen una dependencia al modelo de explotación económica actual y que no conciben nada que se salga de los parámetros impuestos por el capital y el Estado.
Pero para dar con la respuesta que se nos pide hemos de responder antes otra pregunta ¿Es necesario el patrón, él alimenta a los trabajadores?
El patrón no produce, no aporta nada a la producción. Esta es realizada por los propios trabajadores. Son ellos quienes en la intimidad de la producción coordinan esta. Son ellos quienes han producido las herramientas, las máquinas, las materias primas. Son quienes las procesan, quienes ensamblan, arman, construyen, fabrican, siembran, cosechan. Son ellos a quienes se deben las grandes ciudades, las enormes construcciones, todos los avances modernos. ¿En qué son necesarios los patrones en todos estos actos?
Sí, ponen el dinero para realizar los procesos.
Pero si los trabajadores se aprestan a tomar los medios de producción, los medios de transporte y comunicación, así como la riqueza social producida y las materias primas necesarias a la producción (pues todo eso lo han construido los trabajadores y solo a ellos pertenecen), ellos sabrán poner las fábricas, campos y talleres a funcionar, pues son ellos quienes diariamente las hacen producir.
Los patrones eternamente no han servido sino para explotar las capacidades productivas, sumirlas en las miseria y con ello retrasar el progreso humano.
La patronal, esa eterna larva que vive del sano cuerpo social, es un mal a eliminar, y de cuyo acto la humanidad no padecerá en lo más mínimo.
Hemos de cerrar este pequeño texto. Pero antes respondamos las preguntas: Si el patrón desaparece ¿de qué viviríamos? Del trabajo, fuente única de todo bienestar social. Hoy sometido por el capital, el trabajo ha de ser liberado de la explotación capitalista y restituido como una actividad del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
¿Es necesario el patrón, él alimenta a los trabajadores? No, el patrón al no producir nada no es en absoluto necesario. No es el patrón quien paga X cantidad a los trabajadores por producir; son los trabajadores quienes pagan más de la mitad de la producción a los patrones para que estos puedan vivir en la holganza, y basta con que los trabajadores se decidan a eliminar a la patronal para que sean dueños de sus destinos y del fruto de su trabajo.
La crítica de la economía política ha demostrado ampliamente lo dicho aquí de manera muy somera.
Proudhon, referente ideológico de quien esto escribe, ha demostrado estas verdades de manera mucho más profunda, amplia y concreta que en este artículo que solo pretende, por su espacio limitado, decir un par de cosas de manera rápida sobre las mentiras de la patronal para con los trabajadores.
Es hora de que la lucha entre el trabajo y el capital (hoy vence el capital ¡hagamos que el vencedor sea el trabajo!) se recrudezca a grados mayores a los que estuvo decenas de años atrás.
El obrero debe dejar de ver al patrón como su amigo. Es su tirano, su verdugo, el chupasangre que le roba la vida.
Es deber del trabajador meditar las sabias palabras de Bakunin, y combatir con todas sus fuerzas al patrón:

“¿Os pregunto si la fraternidad es posible entre los explotadores y los explotados, entre los opresores y los oprimidos? ¡Cómo! Os haré sudar y sufrir durante toda una jornada, y por la noche, cuando haya recogido el fruto de los sufrimientos y del sudor de vosotros, no dejándoos más que una mínima parte para que podáis vivir, es decir, sudar de nuevo y sufrir en mi beneficio todavía mañana, por la noche, les diré: ‘¡Abracémonos, somos hermanos!’”

Erick Benítez Martínez. Diciembre del 2015.



Notas:

1.- si tal fuera el caso, si el trabajador pudiera acumular riquezas únicamente basado en su propio trabajo ¿por qué sigue en la miseria? ¡Por flojos e indisciplinados! Nos dicen los defensores de la desigualdad social. Pero reviramos nosotros preguntado ¿y no son los burgueses acaso los que nunca trabajan, los flojos, los que solo viven de estirar la mano para esquilmar a los trabajadores que cual corderos, sumidos en la ignorancia y engañados, aceptan estas condiciones? ¿No son acaso los burgueses los más indisciplinados, los que viven de viaje, en lugares caros, despilfarrando el dinero que extraen del robo a los trabajadores?
Ah, es que cuando se trata del trabajador se dirán pestes; cuando se trate de los burgueses se dirá todo lo contrario. Tal es la hipocresía de un sistema que permite con su existencia (las armas del Estado protegen los privilegios de los patrones, de los capitalistas y de cuanto parásito se quiera aprovechar de la desigualdad social) estas desigualdades.
2.- En mi libro “Apuntes sobre el comunismo anarquista y otros textos” doy más datos sobre esta forma primitiva de esclavitud en tiempos pasados con la creación de las primeras ciudades-Estados.
3.- En mi artículo titulado “¿Por qué abolir la propiedad privada?” hago más observaciones respecto al uso de los inventos y su apropiación por los propietarios.
4.- Ídem nota 2.
5.- Se nos podría objetar que las máquinas no son producidas por obreros precisamente esclavizados, sino por trabajadores especializados que muchas de las veces tienen amplios privilegios económicos sobre el trabajador común. Verdad es esto en la actualidad como en los inicios de la revolución industrial. Pero estos trabajadores especializados serían impotentes de realizar el menos invento si no hubiera obreros que fundieran el metal, sin los trabajadores del transporte, sin quienes producen desde el cartón de la caja materia prima hasta la estructura metálica de cualquier máquina. Es entonces que de todo invento de máquinas pertenece una parte importante también a todas las ramas de los trabajadores.
Kropotkin en “La conquista del pan” ha escrito maravillosamente la imposibilidad de cuantificar el precio de un artículo en el que han intervenido una infinidad de trabajadores indirectamente, y ello mismo es aplicable al invento de las máquinas.
Estas pertenecen a la humanidad, y si han servido para quitar el pan de la boca de los trabajadores, estas han de ser expropiadas y puestas al servicio de los trabajadores, a quienes en realidad pertenecen.
6.- He aquí una muestra del marxismo y sus ortodoxias, cuando Marx plantea en El Capital que el trabajo puede ser determinado en su precio. Las oscilaciones del valor de cambio y valor de uso, de la oferta y la demanda, hacen imposible semejante cosa, Por mucho que se idolatre a este personaje, en el fondo de sus ideas se puede ver claramente la de tropezones horribles que dio y que la historia ha ido demostrando, por mucho que le pese a nuestros marxistas.
Proudhon, con su genial dialéctica antinómica, supo ver mucho mejor que Marx y sus seguidores la imposibilidad de la determinación del precio en la fuerza de trabajo.
En realidad con ello antecedió a Kropotkin cuando afirmaba lo mismo, si bien Kropotkin lo decía en torno a lo dicho en la nota anterior: determina por ejemplo el precio de una silla es imposible cuando se piensa que para lograrla en su estado definitivo no solo intervinieron el carpintero, sino también el transportista de la madera, quienes cortaron el árbol, quienes lo refinaron hasta quedar en tablas pequeñas, la fábrica de pegamento, la de clavos, etc., etc.
7.- Lo cual tampoco sucede del todo. Los soldadores gastan sus ojos, y jamás volverán a ser los mismos. Los mineros destrozan sus pulmones, y jamás serán los de antes. Y como estos dos simples ejemplos se pueden dar muchos más que nos abstenemos de citar (pero que son visibles apenas se piensa un poco) por el costo espacio de que se dispone.
Pero baste decir que estas cosas tampoco son pagadas por la patronal. No solo es el tiempo, la fuerza colectiva, ni nada en general lo que pagan a precios irrisorios o simplemente no los pagan porque no les pertenecen las cosas (máquinas, materias primas, etc.), sino que la salud misma del trabajador es otra cosa de la cual se benefician y que aunque quisieran jamás podría pagar porque es algo que no se recupera ni se puede comprar.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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