En torno a un aforismo proudhoniano -Erick Benítez Martínez-

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Erick Benítez Martínez
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En torno a un aforismo proudhoniano -Erick Benítez Martínez-

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“La posesión individual es la condición de la vida social.
Cinco mil años de propiedad lo demuestran:
la propiedad es el suicidio de la sociedad.
La posesión es de derecho; la propiedad es contra el derecho.
Suprimid la propiedad conservando la posesión,
y con esta sola modificación habréis cambiado por completo
las leyes, el gobierno, la economía, las instituciones:
habréis eliminado el mal de la tierra”

Esta frase, dicha en 1840 por Proudhon en su genial libro “¿Qué es la propiedad?” (1), encierra en pocas palabras toda una filosofía del progreso humano.
Eliminar la propiedad, conservar la posesión.
Vaya tinta que se ha gastado por no comprender esa fórmula; la de preguntas que ha generado.
Y sin embargo la fórmula no es imposible ni difícil de entender, y veremos cómo en ella se encierra toda una nueva forma de organización social fundada en la justicia y la solidaridad.
El capitalismo y sus tentáculos de explotación tienen como base fundamental la propiedad privada.
Sin propiedad privada el capitalismo no podría acumular riquezas, su explotación sería como un saco roto donde por arriba se llena y por debajo se vacía.
Tengamos como principio, siempre y ante todo, la naturaleza acumulativa de la propiedad privada.
Nada en la tierra se creó (y no me refiero a Dios, sino a la naturaleza, única creadora de la tierra, animales, flora, etc.) bajo el dominio de ninguna persona, ni siquiera de los primeros humanos sobre la tierra, que encontraron a su paso todo lo material ya existente, a lo que seguía necesariamente su transformación mediante el trabajo para mejorar la materia bruta, pero esta no fue en su principio propiedad de nadie.
Con la creación de las primeras ciudades-Estado grupos de asesinos a sueldo de un puñado de personas despojan a las poblaciones de la tierra y de las herramientas existentes, dando paso a la propiedad privada en contra de la propiedad común que existía hasta entonces.
El robo y el asesinato fueron los padres de la propiedad privada.
Una vez creada esta y con el paso del tiempo y de los estudios de economía, pasó ésta a ser un fundamento de la llamada economía política.
Pero veamos un poco de cerca la propiedad en sí misma.
Las dos mismas palabras “propiedad privada” indican ya de por sí mucho
Propiedad: objeto de utilidad que puede ser propiedad, indicativo además de que tiene un propietario, es decir, dueño del objeto de manera exclusiva.
Entenderemos mejor su significado si apelamos a su etimología:
Proviene del latín, y se puede explicar así: Pro, prefijo de ir hacia delante; provius, adjetivo significativo que indica que no es de uso público, de provius nos vienen también los significados de privado, privilegio, etc.
Privada: que dicho objeto pertenece al propietario de manera individual, que nadie más puede detentar tal objeto.
Proviene del latín también, derivativo de privatus, del verbo privare, es decir, privar.
Propiedad privada significa, pues, lo que es privado, una especie de privilegio sobre el que tengo poder, aquello de lo que puedo privar a los demás.
Tenemos entonces que la propiedad privada es intransferible de manera natural. Para su transferencia se requiere ante todo del consentimiento del dueño de tal objeto, que puede o no darlo.
Se sucede así que mientras existen personas con 5 casas, existen otras 4 familias que carecen de casa, y que no pueden acceder a ellas porque el propietario no consiente dichas propiedades sino a condición de tantos miles de billetes. El propietario, pues, pone las condiciones para que las propiedades que detenta sean o no compartidas.
El ejemplo dado antes sobre la acumulación de propiedades (casas en ese ejemplo) se puede ver también en otros campos: burgueses con tierras áridas y campesinos sin poder cultivar por falta de tierra; almacenes rebosantes de ropa mientras nuestros niños en las zonas pobres andan con ropas desgarradas; riquezas en medio de la más absoluta miseria.
La propiedad, pues, posee digamos ciertos topes, cierto límite que impide la circulación de las cosas. Ese límite, lejos de ser un freno a la propiedad, no es sino el hecho de poder acumular (amontonar, concentrar, centralizar, todas esas fórmulas impiden la circulación de las cosas de manera fluida, y no hacen sino almacenar las mismas en pocos lugares o pocas manos; recordemos también su característica de privar, o sea de negar a los demás la toma de tales cosas) bienes, capitales o inmuebles impidiendo así su circulación.
Para ejemplificar mejor el hecho imaginemos un rio, cuya circulación representa la riqueza social y natural que, siendo producto colectivo (las actividades laborales se encuentran enlazadas unas a otras por una infinidad de cooperación para su elaboración) en el primer caso y un regalo natural en el segundo, es contenido en su flujo por una presa que impide la circulación haciendo que se acumule el agua.
Por límite, pues, no nos referimos a que la propiedad se encuentre restringida, sino que frena la circulación.
Fija un propietario exclusivo no de una cosa que ocupa, sino la posibilidad de la exclusividad de muchas cosas a la vez, la mayor de las cuales no son de uso propio, sino que regentea a otros.
Esto hace posible, con la acumulación de bienes, el despojo de las mayorías para beneficio de las minorías. Es decir, engendra el monopolio, la concurrencia, y con ello la explotación cuyo beneficiario es el capitalismo.
Se nos podrá decir que dicha acumulación de la propiedad es de derecho cuando el propietario ha trabajado por esas cosas.
No redundaremos en lo ya demostrado por Proudhon acerca del latrocinio que comete el propietario, solamente remarcaremos que no es posible que un individuo produzca como 3, ni como 10, sino es mediante el despojo del trabajo de los demás.
Aun cuando dicho individuo fuera propietario de x cantidad de máquinas (las cuales efectivamente pueden producir como 10 o 50 obreros, pero que sin embargo siguen necesitando del obrero que la ponga a funcionar) estas deben ser supervisadas, arregladas, manipuladas, etc., lo que sin duda no podría hacer una sola persona.
No se trabaja por dichas propiedades, el propietario poner a otros a trabajar por él y se apropia los frutos del trabajo de estos, entregándoles apenas unas miserias, utilizando la propiedad como posibilidad de ejercer tal despojo, y al capital como herramienta de ello.
Propiedad y capital, capital y propiedad, he ahí un binomio inseparable de cuya simbiosis depende uno y otro.
Matemos al capitalismo, y la propiedad no tendrá nada que acumular. Matemos la propiedad, y el capitalismo será incapaz de acumular nada.
Ahora bien, hablar de eliminar simplemente la propiedad puede prestarse a malos entendidos, puesto que no faltará el ingenuo que piense que eliminar la propiedad privada equivale a que cualquiera utilice mi cepillo de dientes o me quite la ropa que llevo puesta.
Muchos pensarán que al ser “todo de todos” el despilfarro vendrá y engendrará con ello las hambrunas o la lucha de todos contra todos por el último mendrugo de pan.
La difusión de ese error, rumor estoy tentado de decir, por los ignaros de la cuestión social y por quienes comprendiendo las diferencias vigilan porque el régimen de privilegios actual no desaparezca, es un fallo interpretativo que nos debemos ocupar de aclarar y solucionar.
Para ello Proudhon ha dado justo en el clavo al hablar de suprimir “la propiedad conservando la posesión”, con lo que se quiere decir, de manera más sencilla, que si bien nadie podría acumular bienes, cada persona tendría lo necesario para suplir sus necesidades de vestido, comida, calzado, habitación, y hasta para su desarrollo intelectual y artístico.
No se quiere decir tampoco con ello que lo “necesario” sea lo estrictamente justo para vivir. Eso sería una injusticia y no sería sino la misma forma de vida que tiene el pueblo bajo el dominio del capital.
Al decir que las personas poseerían lo necesario para vivir se refiere la fórmula a que si bien no habría escases de productos, tampoco se toleraría ni el despilfarro ni la acumulación de los mismos.
Pero al decir que no se “toleraría” no apelamos a autoridad alguna, sino al propio pueblo organizado de manera federativa, que sería quien en asambleas determinara las formas de actuación frente a acumuladores, intentonas de explotar a los demás o de privarlos de sus posesiones (que ya no propiedades pues estamos intentando marcar más la diferencia entre una y otra cosa) o bien en el caso de todos los asuntos generales que convengan para una mejor producción y distribución de los productos.
Tenemos entonces ya más o menos marcada la diferencia.
Propiedad: posibilidad y acto de acumular indefinidamente productos o bienes. Privar a los demás de dichos bienes.
Posesión: lo que cada persona necesita para vivir, sin que ello signifique restricciones, pero tampoco despilfarros.
Hay incluso ya algunas cosas que son reclamadas no a título propietario, no a título tampoco usufructurario, sino a título de posesión. Ello puede verse sobre todo en las cosas más personales y comunes.
Los artículos de higiene personal por ejemplo son cosas que son de posesión individual, y que nadie duda en respetar dicho título.
En una casa común la cama de cada persona por ejemplo no es un objeto que sea disputado por dos personas o más a título de propietario.
Se reconoce ese artículo como posesión de quien la utiliza, y si esta persona deja de utilizarla y se va a otro lado, alguien de la misma familia puede utilizarla asegurado de que no le será arrebatada.
Lo mismo puede decirse de la vestimenta personal, que todos reconocen como posesión exclusiva de una sola persona.
Se trata pues de que este principio se amplíe, se traslade de lo cotidiano a lo social.
Proudhon afirmó que con este simple cambio “habréis cambiado por completo las leyes, el gobierno, la economía, las instituciones: habréis eliminado el mal de la tierra”
Hacer que las tierras sean posesión de los campesinos sin que estos las detenten como propiedad exclusiva, y a su muerte puedan ser utilizadas por otros campesinos de la misma manera, sin ser propietarios sino poseedores de las mismas. Hacer que quien desee ingresar a trabajar la tierra y si hay espacio, pueda hacerlo sin más compromiso que trabajar la tierra sin ser propietario de la misma; hacer que las fábricas sean posesión de los obreros, sin que puedan adueñarse de ellas y heredarlas a sus hijos, sino que estas sean posesión de quienes la trabajen y nunca sean de propiedad exclusiva de nadie; hacer que los talleres sean posesión de quienes los trabajan y que en el taller se expulse al propietario y sea el taller posesión de todos.
Hacer al mismo tiempo que no solo en el taller se expulse al propietario, sino que en el campo se sacudan el yugo del terrateniente, que en la fábrica se expulse al patrón.
Y una vez hecho esto, hacer que los productos de los campos, las fábricas y los talleres, sean también de posesión de todos, es decir, de quienes los necesiten.
Hacer que este principio se realice en los medios de transporte, posesión del pueblo en general y no propiedad exclusiva de nadie; hacer que las comunicaciones sean posesiones colectivas del pueblo entero y no propiedad de ningún burgués.
Con este movimiento se habrá desterrado de la tierra la esclavitud, la miseria, la explotación y la injusticia, pues al ser todo posesión de todos, y al tener todos la incapacidad para acumular, pero garantizado el derecho de posesión de lo que las necesidades requieran, cesará la función del explotador que no podrá acumular nada ni obligar a nadie a trabajar para él por cuanto todos tienen derecho a poseer lo necesario para vivir, y no mendigarlo a ningún burgués.
Se logrará también con este movimiento que, al desaparecer el explotador, su capital se diluya en la sociedad entera primero, para desaparecer después hasta como concepto económico, pues la posesión socializará, por una consecuencia lógica del mismo acto, todos los medios de producción y la riqueza social.
Eliminados el capitalista, el capital como medio explotador y la propiedad como principio acumulativo, el Estado cesa en su función de vigilante de los privilegios que habrán desaparecido, y con ello las instituciones infames del poder político desaparecerán igualmente.
Proudhon, brillante como el solo y profundo como pocos, aunque se oponía al “comunismo” de Blanc y de los comunistas contemporáneos de él, dio con esta formulación un avance de al menos 40 años en lo que serían las formulaciones del anarcocomunismo inspirado sobre todo en las teorías de Malatesta y Kropotkin.
Porque, después de todo ¿no es esa fórmula proudhoniana de sustitución de la propiedad por la posesión lo que encontramos en la formulación de una sociedad donde todos sean productores y consumidores, todos trabajando (2) y todos teniendo el derecho inalienable de consumir sin ser propietarios exclusivos de algo?
Cuidémonos bien entonces cuando hablemos de abolir la propiedad privada y dejemos la fórmula ahí.
Recorramos el velo a continuación, y expongamos que la propiedad privada será abolida, pero conservada la posesión, que es de por si un principio justo y racional, y los posibles miedos de quienes piensen la revolución como un acto de barbarie desaparecerán. Quienes pretendan engañar a la gente diciendo que la revolución les quitará todo quedarán en vergüenza cuando se demuestre que lo que priva a las personas de todo es precisamente la propiedad privada que los privilegiados y sus leyes defienden.
Aplastemos entonces la propiedad, expandamos la posesión.

Erick Benítez Martínez. Noviembre del 2015

1.- No entraremos de momento a discutir la antinomia planteada por Proudhon en su “Teoría de la propiedad” puesto que no entra en los propósitos del presente texto.
2.- En la cuestión del trabajo como algo inevitable aún en la sociedad anarquista coinciden todos los clásicos del anarquismo y todo aquél que tenga un poco de análisis de la economía, si bien se trata de un trabajo liberado de la opresión del capitalismo.
Para Proudhon por ejemplo el trabajo significaba tanto, que sin él consideraba que el ser humano involucionaba, como bien dice en sus “Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria”

“Quítese al hombre esa necesidad que estimula su pensamiento y le predispone a la vida contemplativa, y el contramaestre de la creación no es ya más que el primero de los cuadrúpedos”


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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