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En el comportamiento de las personas hay cosas que le influyen de manera inconsciente de forma positiva o negativa, dependiendo de la manera en la que se presenten.
Está demostrado, por ejemplo, que un clima frío produce depresión en muchas personas y el calor, por su parte, es la época con mayores índices de alza en los homicidios.
Los colores también influyen en las personas.
Las patrullas, por ejemplo, usan colores azul y rojo que despiertan el sentido de alerta (rojo) y seguridad (azul) en las personas, y en el logotipo de Protección Civil se usa también el color azul que indica tranquilidad, y el color naranja como alerta.
Las multinacionales saben de la influencia de los colores sobre el cerebro humano; de ahí que la publicidad de los alimentos lleve colores frescos, que incentiven el hambre; las escuelas infantiles usan combinaciones de colores vibrantes en su propaganda para influir en que la educación del estudiantado sea divertida, y conforme avanza la educación los logos y uniformes toman tonalidades más opacas para darle seriedad.
Existe también la influencia de olores que pueden tranquilizar a una persona; el olor de un cadáver por ejemplo nos es repulsiva porque mentalmente estamos programados/as para rechazar la idea de muerte del organismo; pero de todos los sentidos que pueden influir sobre la conducta de las personas, hay una en especial que interesa en el presente escrito: el sonido, la música.
Mientras los colores, el clima y olores nos afectan a todas las personas de manera sutil y ejercen solamente su influencia de forma indirecta, el sonido, la música con letra, presenta una condición distinta de las demás: la música con letra no es sutil, inadvertida; la música con letra tiene un mensaje claro, abierto, dicho sin sutilezas. Entre el emisor y el receptor hay una diferencia muy grande también, pues mientras el emisor expresa ideas en forma masiva, el receptor no tiene la misma condición, no están en el mismo plano de igualdad, pues el receptor solo escucha sin posibilidad de responder al emisor más que a título individual y sin ser escuchado por el emisor, en tanto que el emisor actúa de forma masiva. Emisor y receptor no tienen las mismas condiciones para expresarse; uno habla, el otro solo escucha. Su voz, si existe, no tiene el mismo alcance que el emisor; el emisor por lo mismo tiene un poder sobre su auditorio: el ser escuchado.
Ahora bien, una idea repetida miles de veces tiene un poder no de convencimiento directo, pero sí indirecto: de tanto repetir una cosa las personas terminan por asimilarlo primero, luego por ser influenciadas por esa idea y finalmente, por ser convencidas de tal forma que terminan defendiendo la idea primigenia que escucharon repetitivamente. Esto no es nada nuevo: infinidad de partidos políticos suelen tener una canción para representarles o promocionarles, y en el caso del Estado se trata de los respectivos himnos nacionales los que inculcan machaconamente el orgullo nacional y los valores del Estado… cuando los himnos tienen letra, claro, pero cuando no tienen letra, aunque no haya mensaje, sigue habiendo la influencia de identificar la canción con la nación o la bandera que representa, con lo que, aun sin letras, la influencia es similar. Véase por ejemplo las enormes cantidades invertidas en las elecciones de cada país por los partidos políticos para que sus mensajes, lemas e ideas sean repetidas constantemente, de forma que puedan influir en los cándidos electores. Y no queda fuera de este tema el propio sistema demócrata incentivando el voto en todas las formas posibles: la repetición de una idea determina, ellos y ellas lo saben muy bien.
Las empresas multinacionales hacen canciones de sus productos, los gobiernos de sus valores, los partidos políticos sobre sus propuestas, unido esto a la combinación de colores y tipografía adecuada para crear una imagen que cuando las personas escuchen, vean un color o un tipo de letra determinada la identifiquen con el gobierno, la empresa, el partido político, etc.
He dicho antes que una frase repetida muchas veces termina por tener influencia en las personas: véase cómo la idea de que sin gobierno solo habría caos y desorden ha influenciado en muchas generaciones humanas al grado de que hay gente que de verdad se considera perdida sin los golpes del policía, los impuestos del gobierno y los privilegios de su burocracia. En el orden religioso podemos ver el poder que tiene el “primero Dios” o el “gracias a Dios” en personas que sin la idea (porque nunca lo han visto ni lo verán en materia) del fantasma divino su vida se ve cercana al abismo, gente que se considera perdida sin la mentira que una y otra vez le han inculcado en todos lados. Los bombardeos de los medios de comunicación burgueses, la Iglesia, la escuela, generan opiniones que forman a los pueblos, que les roban su personalidad alienándolos para hacer de sus personalidades buenos esclavos que nunca se rebelen ante los amos, sin los cuales, les enseñan, perderían hasta la casucha que habitan, el empleo en que les explotan y el poco y mal alimento que ingieren.
También podemos ver el enorme influjo que la palabra tuvo en el movimiento anarquista. Periódicos, revistas, mítines, charlas, conferencias, obras de teatro, música, hacen circular una idea, y esa idea ha generado revoluciones sociales en todo el mundo.
El poder de la palabra es enorme, y si es repetida a las personas de forma constante, crea una idea en la mente de las personas que suele influir en sus actos, en su forma de pensar, de expresarse, de actuar en sus relaciones sociales. Esto es indiscutible. La idea anarquista despierta en las personas la consciencia dormida de sus derechos que una propaganda burguesa le había enterrado en lo más profundo de su ser.
Vayamos a la música burguesa y su responsabilidad social.
La música tiene un mensaje, y esas canciones llegarán a millones de personas que escucharán repetidamente ese mensaje y, apoyados por ritmos adecuados, harán del gusto de las personas el mensaje emitido sin tener los escuchas la posibilidad de manifestar su desacuerdo con el mensaje recibido más que de forma limitada (para sus adentros o no escuchándolos). La influencia de cantantes sobre la opinión popular es poderosa.
Canciones emitiendo una forma de pensamiento, de comportamiento, de ideas teológicas o políticas van a repetirse infinidad de veces, llegando esas mismas veces el mensaje a los oídos de las personas.
En una época tan tristemente poco artística como la que vivimos la música apela al amor en un porcentaje enorme, a las borracheras, fiestas, diversión, cuando no tráfico de drogas, discriminación y enaltecimiento, en fin, de una vida vacía donde el protagonista es la estupidez total, se repiten una y otra vez por todos los medios.
El arte de la música, el mensaje que tiene posibilidad de dar, son aplastados por la soberana estupidez de los cantantes que, encima, se convierten de la noche a la mañana en millonarios por alguna canción de moda que hablará de cualquier cosa banal y con ello se dará un segundo mensaje a las personas: aspirar a una vida de lujo, farándula, excesos, vicio, cantando a la estupidez total.
¡Alto ahí! Deberíamos gritar a esa degradación humana.
El arte es una cosa, la farándula burguesa es otra; cantante, escucha: tienes el poder de emitir un mensaje, de dar a conocer una visión de la vida, de denunciar las condiciones que vive el pueblo, de enaltecer valores de fraternidad, solidaridad y justicia; puedes influir para hacer un bien a la sociedad, no lo desperdicies hablando de cosas absurdas por ganar dinero.
La persona que está detrás de la bocina espera un mensaje, no defraudes a la humanidad y emite un mensaje que impulse la dignidad y justicia de las personas, que les inspire a ser mejores personas, a educarse, a ser útiles para la sociedad, a propagar ideas de fraternidad y justicia.
De amor y desamor ya está saturado el basurero musical de las disqueras y plataformas musicales.
Se una persona distinta, aporta algo útil al pueblo, no ayudes a que sean más estúpidas las personas.
Tienes un poder. Úsalo.
Tienes una responsabilidad desde el mismo momento en que tomas el micrófono. Esa responsabilidad es la misma que obtenemos al llegar al mundo: contribuir a hacer un mundo mejor que el que encontramos al nacer.
Ayudar a que nuestra sociedad sea ignorante y estúpida es un acto contrario a la dignidad y la justicia humanas y llegaría el día en que esas mismas personas a las que llenas de estupideces musicales se alzarán para reclamar sus derechos y, al momento de hacer justicia, serás unos de tantos a los que la revolución toque las puertas de su casa por su responsabilidad en no hacer nada por detener la degradación social y por los privilegios económicos que tienes. Ese día, no te sorprendas, el pueblo hará también justicia contigo, infeliz burgués llegado a esa condición gracias a una labor degradante.
También puedes usar el poder que tienes para influir de forma positiva a la sociedad: habla de las injusticias sociales, de ciencia, de amor, pero no del amor mieloso y patético que se canta ahora, sino del amor entre personas, como sociedad, de la creación de un mundo mejor; háblale a tus escuchas de superarse intelectualmente, de tener trabajos útiles y no ponerse el uniforme de represor; háblales de las grandes epopeyas de la humanidad; háblales de unirse como pueblo, de rechazar ser más esclavos sumisos; háblale de sus miserias, hazles ver su condición en sus centros de trabajo; háblales de cómo el capitalista les roba el fruto de su trabajo.
Sé perfectamente que hablar de eso no te llenará los bolsillos, no te dará una vida de lujos, porque a tan bajo grado ha caído la sociedad que todo eso no es “popular”, no es “cool”. No tendrás riquezas, pero tendrás, en cambio, una vida digna, vivirás con la conciencia tranquila, porque el poder de la palabra que emites lo usas para algo bueno y no para hacer más tonta a la sociedad de lo que ya lo es y, cuando estalle un día la revolución, formarás a lado de las clases trabajadoras a las que has intentado influir de buena manera y ese pueblo te recibirá con los brazos abiertos, como un hermano o una hermana más con quién luchar. Si la revolución no se realiza en tu vida, tendrás un gran recuerdo en las masas populares cuando suceda esa revolución, quizá hasta las masas entonen tus canciones en medio del ardor revolucionario mientras sus caras se iluminan con el reflejo de las llamas de un mundo que estará muriendo ¿Acaso puede haber algo más poético, más artístico que eso?
En tus manos está la decisión: usar el poder de la voz para algo útil y ser parte del pueblo, o ser un burgués al que, tarde o temprano, la justicia popular le haga justicia como cómplice de un sistema que les oprimía.
Erick Benítez Martínez. Octubre del 2024