¿Cuantas formas hay de morir? -Erick Benítez Martínez-
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¿Cuantas formas hay de morir? -Erick Benítez Martínez-
Biológicamente la muerte es el cese del funcionamiento corporal y cerebral generado por diversas causas, entre las que se puede encontrar un accidente, debido a condiciones naturales por enfermedad o por la edad, o bien debido a un atentado de una persona a otra a la cual le genera la muerte.
Las clases política, capitalista, clerical pueden decir que si bien tienen defectos jamás han matado a nadie. Defensores de un sistema político, económico y social, ser provocadores de muerte no va de acuerdo a la imagen que quieren darse, así es que el presumir tener las manos limpias les valida ante la opinión pública para estar al frente de la organización de la sociedad. En el caso de las fuerzas armadas el asesinato se justifica siempre en la legítima defensa, ya sea de sus propias vidas o bien del sistema que defienden. Un asesinato de una persona civil es castigado, pero un asesinato de un policía o militar se justifica siempre, y cuando no lo pueden justificar y tienen que aplicar la ley que defienden, el asesino es simplemente despedido de su puesto o recolocado y listo, esperar a que la sociedad olvide las cosas para que nada cambie.
Sin embargo, de forma personal, considero que el asesinato tiene variantes; que no es solamente la liquidación total de la vida de una persona, y que se puede matar gente de manera lenta, despacio, pero continua y permanentemente.
Las condiciones de vida de las personas han evolucionado desde siempre, pero sobre todo y de manera más clara desde la revolución industrial. Lo que hace años se consideraba un lujo hoy es una necesidad básica que de no satisfacerla hace que las personas tengan una calidad de vida por debajo de lo común. De esta manera, la carencia de energía eléctrica era cosa común en el siglo XVIII en algunas poblaciones, hoy se considera algo penoso para una sociedad que se considere medianamente civilizada. Las casas con techo de paja, con calles sin pavimentar, cosas comunes hace muchas décadas, hoy son sinónimo de mala calidad de vida, y si antes se justificaba su existencia debido a los medios de producción de la época, hoy es injustificable. Las jornadas laborales de 8 horas de antes, conseguida a base de la muerte de 5 anarquistas (uno se suicidó antes de su ejecución) y el encarcelamiento de otros 3, hoy, con los medios de producción actuales, la jornada laboral tiende a reducirse y no son pocas las empresas que reducen la jornada laboral, no por dar descanso a las clases trabajadoras, sino porque comprenden que una persona descansada produce más y mejor que una persona agotada físicamente.
Las carencias de los productos y servicios elementales para la vida de las personas, la falta de oportunidades, la discriminación, son cosas que son intolerables a estas alturas de la evolución humana. Son una especie de muerte lenta, invisible muchas veces, imperceptible para quienes no ponen atención, pero dañan, lesionan las más básicas concepciones de la justicia.
Muere un poco la madre soltera que ve su nivel de vida más reducido aún por encargarse sola de la manutención de su criatura por la irresponsabilidad de un padre desobligado.
Muere un poco el padre de familia que recorre las calles buscando un trabajo que no le dan, mientras en casa su familia padece necesidades.
Muere un poco el anciano a quien no dan trabajo y cuyos ahorros se escurren entre sus dedos diariamente sin poderse sentir útil en una sociedad para la cual la gente mayor debe padecer sin auxilio alguno si no han hecho un ahorro para la vejez y terminar sus días en la miseria, después de que capitalistas varios le hayan explotado todo lo que pudieron durante su juventud.
Muere un poco la trabajadora que ve que su salario nunca es suficiente para suplir sus necesidades mientras el patrón enriquece diariamente y lleva un nivel de vida con odiosos lujos.
Muere un poco el estudiante que no puede pagar su educación; muere un poco también el que, terminada su carrera, ve que no hay sitio para trabajar a pesar de sus estudios, teniendo que tomar trabajos inferiores a su nivel educativo; muere también un poco la estudiante que tiene que trabajar para pagar sus estudios, sabiendo que a su reducido salario se debe sumar el dividirlo entre su propia manutención y los gastos de sus estudios.
Muere también un poco el maestro, la maestra, para quien se tienen muchas exigencias laborales, pero parcos salarios.
Muere un poco desde su infancia la niña que desea cosas y no comprende el que sus padres no se las puedan comprar a pesar de trabajar ambos todos los días; muere el niño que presencia el hambre en casa; muere más el niño o la niña que deben vivir en la calle mientras hay quienes tienen casas que ni siquiera ocupan.
Muere el campesino que ve cómo los intermediarios le pagan una miseria por su trabajo, para luego vender sus mercancías por bastantes veces más su precio. Muere más aquel que no tiene siquiera tierra qué trabajar y que debe alquilar sus brazos a terratenientes insolentes que pisotean su dignidad.
Mueren un poco los padres y madres que ven a sus hijos e hijas sumidas en drogas producidas por capitalistas a los que el gobierno, pese a toda su demagogia, no toca un solo pelo, envenenando generaciones enteras.
Muere un poco el adicto que no sabe en qué momento cambió su vida de manera tan drástica, que ahora no puede salir del vicio.
Muere un poco el preso en prisiones infectas que lejos de enderezar su vida no hacen más que empujarle cada vez más en el delito y el crimen; muere también el ex preso que al salir a la sociedad se ve con el estigma de la prisión que no le permite encontrar trabajo, al que la miseria le hace derramar lágrimas de odio hacia una sociedad que no redimen en sus prisiones: aniquila a quienes caen en semejantes tumbas de cemento; muere todavía más el preso, la presa, que son inocentes y que fueron arrojados a esas catacumbas del infierno por un “error” del sistema judicial o descaradamente porque a los policías se les otorga una prima por cada persona que hacen prisionera, lanzando así a la policía a las calles a la caza de quienes puedan arruinar la vida a cambio de unas cuantas monedas, como viles judas, porque saliendo de las clases trabajadoras, no detienen al burgués ni al capitalista, sino a gente de sus mismos barrios obreros.
Muere un poco el paciente de hospital que, ante la necesidad de alguna operación, ve cómo su salud es una vil mercancía para una sociedad que en todo imprime el símbolo de pesos. Muere la enfermera que pasa desvelos en su trabajo a cambio de un salario que tampoco le alcanza para satisfacer sus necesidades básicas.
Muere un poco de angustia la persona que acude a hacer la compra de alimentos y ve como suben cada vez más, y que cuando se habla de subir los salarios, suben al mismo tiempo los costos de las mercancías, haciendo ilusoria la mejora salarial pero que, eso sí, sirve para que unos cuantos politicastros se hagan propaganda liberal a costa de las clases trabajadoras.
Muere mucho más el indigente a quien se le ha destruido completamente su vida, viviendo la miseria, la violencia, las enfermedades y las adicciones, mientras otros engominados personajes fuman puros cubanos en un yate o gastan miles y miles de pesos en lujos odiosos que encima vanaglorian los medios burgueses de comunicación y les llaman “excentricidades” cuando no son sino la prueba clara de las desigualdades sociales de una sociedad que se hace llamar civilizada.
Si, las clases trabajadoras mueren diariamente de bastantes formas. La máquina de picar carne se llama capitalismo, y los beneficiarios de este sistema sí, si matan, no con armas, pero sí de privaciones.
Las lágrimas de hombres y mujeres que padecen las injusticias de este sistema no les generan incomodidad alguna. Acostumbrados desde la cuna a la prepotencia, a ver solamente por su bien sin importarles a quienes pisotean, nunca ven hacia atrás para ver el rastro de cadáveres que sus lujos ocasionan. El alimento que llevan a sus bocas está rebañado en sangre de las clases trabajadoras, a quienes quitan ese mismo alimento de sus mesas, haciendo de sus vidas una serie de privaciones para que unos cuantos se den la gran vida. Sus yates, sus casas, sus aviones, sus autos de lujo, son producto de crímenes sociales, de la explotación de millones de personas a las que se lleva a la desgracia de la pobreza. Sus lujos, sus estilos de vida, se basan en nuestra miseria, en nuestra degradación y vistas así las cosas, burgueses, capitalistas y clase política no asesinan a cuchillo, pero esa muerte sería preferible, porque terminaría con la vida en cosa de minutos, mientras que su sistema de explotación asesina de forma lenta, imperceptible. Y ese sistema de muerte es el que nos ponen como modelo de vida, fuera del cual, tienen el descaro de decirnos, la vida sería el caos y la destrucción, como si no fuera un caos y destrucción de infinidad de vidas lo que precisamente vivimos.
Sus lujos, nuestra miseria.
Erick Benítez Martínez. Abril del 2024.
“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”
José Llunas
José Llunas