La política demoledora -Erick Benítez Martínez-

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Erick Benítez Martínez
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La política demoledora -Erick Benítez Martínez-

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En el ámbito de lucha revolucionaria y de búsqueda de justicia social hay dos tendencias que se han visto constantemente enfrentadas: la participación en la política y la abstención en la política burguesa. Para llegar a una comprensión de las diferencias es preciso definirlas.

La rama política apunta en varias direcciones en apariencia, pero siempre dentro del mismo espectro de la política.
Unos muestran el camino de la participación política en un sentido revolucionario: partidos políticos en teoría obreros que darían la batalla por conseguir mejoras para las clases obreras dentro del espectro de la política burguesa. Cuando no es dentro de la política burguesa entonces la lucha se da fuera de esta política burguesa, pero su objetivo siempre es conquistar el poder político para que una vez instaurados en él se proceda a liquidar las clases sociales y el Estado muera como por falta de alimento, según la chusca expresión de Engels.
La Historia puede dar abundantes ejemplos de cómo esta política revolucionaria, por llamarla de una forma, no conduce sino a nuevas estructuras muy similares a aquello que se pretendía liquidar: partidos políticos con dirigentes, donde el individuo solamente debe obedecer lo que le ordenen y dar su porción de sangre si la revolución estalla; resultado de la conquista del poder político es un nuevo Estado que lejos de morir como por falta de alimento se hace cada día más y más fuerte, de manera que a la dictadura del capitalismo le sustituye la dictadura del partido político que haya conquistado el Estado; las condiciones económicas, una vez sentado el nuevo Estado, son exactamente las mismas, con la diferencia de que ahora ya no hay varios dueños de los medios de producción: es el Estado el dueño de todo y con ello la centralización es aún superior a la que existía antes del proceso revolucionario. Las clases obreras no son dueñas más que de los zapatos que llevan puestos. Dueño el Estado de todo, las clases obreras no son dueñas de nada.
Esta política desvía, pues, las aspiraciones de libertad de las clases trabajadoras y les pone en el cuello una nueva cadena de esclavitud.
Existe otra forma de entender la lucha política.
Si hay una forma de participación política revolucionaria en teoría (y solo en la teoría), hay otra que apunta más directamente hacia la participación en la política burguesa: es esa que indica que la única forma de conseguir justicia es por medio de los canales oficiales habilitados para ello. Son los que piensan que si un policía comete robo, asesinato o violaciones debe ser denunciado… ante la propia policía; que si un político ha robado a manos llenas en su gobierno debe ser denunciado… ante el propio gobierno; que si los políticos han creado leyes que vulneran los derechos de los trabajadores deben ser denunciados… ante las mismas leyes.
Son quienes piden al policía que se encarcele a sí mismo, que los políticos se pongan ellos mismos las esposas y que los diputados hagan leyes para castigarse a sí mismos ¿Acaso cabe mayor absurdo?
En las dos formas de participación política las clases obreras dejan su participación protagónica y delegan la realización de la justicia en manos que les son ajenas. En manos de los dirigentes del partido obrero en el primer caso; en manos de las instituciones del Estado, en el segundo caso.
En ambos casos podemos hablar de una acción indirecta o delegada, ya que no son las propias clases obreras haciendo justicia por sí mismas, sino solicitando a agentes externos a ellas que la realicen.

Existe la otra forma de ver la política.
Se entiende el sentido etimológico de política, proveniente del griego, como Polis= ciudad. En este sentido etimológico hablar de rechazo de la política es entendido por algunos quisquillosos del lenguaje como una renuncia a la ciudad para regresar al campo o las cavernas. En las críticas al anarquismo desde los academicistas burgueses no faltan estos reclamos que sinceramente dan pena ajena, pero que existen.
Se entiende por política también las relaciones entre personas que dialogan para la resolución de algún conflicto. El rechazo de la política, en este sentido, ha generado nuevas críticas de algunas personas malintencionadas o malinformadas que piensan que rechazar la política en el anarquismo significa el abandono del dialogo y de la resolución de conflictos de manera civilizada para resolver todo con golpes en la nariz. De ahí que esta misma gente adjudique al anarquismo el sinónimo de caos y destrucción sin sentido.
Por rechazo de la política nos referimos, desde el anarquismo, al rechazo de todo ese mundillo de leyes, partidos políticos burgueses y aun revolucionarios que aspiran a conquistar el poder político; rechazo de todas las instituciones del Estado y nexos con la política burguesa.
Convencidos de que todo nexo con quienes mantienen a las clases obreras en la esclavitud económica, política y social para la resolución de un conflicto implica de manera tácita la aceptación de sus reglas, de sus normas y de sus métodos, los anarquistas oponen a la política burguesa aquello que en su momento fue conocido como la política demoledora (1).
La política demoledora implica la resolución de conflictos (política entendida como dialogo, resolución de conflictos, etc.) pero rompiendo todo nexo con las instituciones de la política gubernamental y toda aspiración de conquistar el poder político.
Las elecciones son la delegación de las voluntades en manos de los políticos burgueses; los partidos políticos y todos los políticos nunca estarán interesados en legislar nada que les pueda afectar a ellos y beneficiar al pueblo. De ahí que en las vísperas de las elecciones prometan todo y que ya en sus puestos políticos nunca cumplan nada; las leyes están hechas siempre a favor de las clases políticas burguesas que las realizan y jamás estarán al servicio del pueblo; la propia constitución política no contiene entre todo su polvo ningún beneficio real para el pueblo trabajador, pero sí miles y miles de castigos para quienes osen romper el orden impuesto por las armas a las clases obreras; los partidos políticos revolucionarios, lo mismo que todos los demás partidos políticos que buscan tomar el poder político, aún bajo la apariencia de autogobiernos, no hacen más que provocar la delegación de la voluntad popular en organismos ajenos a las clases obreras. Aún la creación de dirigentes implica delegación, porque son las clases obreras en su conjunto quienes deben proceder a la resolución de sus conflictos y no representantes de estas que en el mejor de los casos dejarán de pertenecer a esas clases obreras para ejercer funciones de dirigencia y mantenidos por los propios pueblos cual nuevos burgueses.
De lo que estamos hablando no es otra cosa que de la acción directa, o política demoledora, si se le quiere dar el carácter de política en su sentido etimológico y de resolución de conflictos.
Implica que nadie ejerza el papel de dirigente o de institución en la cual las clases obreras delegan en otros la resolución de conflictos que le corresponde solamente a estas mismas clases obreras.
Implica el rechazo de facto de todo aquello que signifique instituciones del Estado, identificando a éste como el enemigo a vencer y no a conquistar; las instituciones del Estado como fuentes de corrupción y de inutilidad para los intereses de las clases obreras. Como elementos no a utilizar, sino a demoler; implica reconocer en los partidos políticos, revolucionarios o burgueses, instituciones destinadas a remachar más la cadena de la esclavitud que pesa sobre las espaldas de las clases obreras. Organismos no a conquistar, sino a aniquilar; las leyes están hechas para servicio exclusivo de las clases políticas y capitalistas, y la aceptación o solicitud de las mismas implica la aceptación de todo el andamiaje político burgués que nos mantiene en la esclavitud. Las leyes deben ser combatidas como la antítesis de la justicia, no como elementos para conseguirla.
Incluso de manera psicológica la aceptación de la política burguesa es perjudicial: crea en las personas la idea de que no se puede vivir sin gobierno, que todo depende de ellos y que, aunque malvados, son un mal necesario. De esta manera las clases obreras ven a sus patrones pasearse en la abundancia mientras ellos viven en la miseria, pero nada puede hacerse, piensan; los políticos nos aplastan subiendo impuestos como les pega la gana, pero nada puede hacerse; los policías son cuerpos de sicarios uniformados, pero nada puede hacerse; nuestras vidas transcurren en la más oscura miseria, pero nada puede hacerse. Todo debe quedarse como está o perder horas y horas en las instituciones del Estado para ser institucionalmente ignorados y que la impunidad siga marchando con paso firme. Esta mentalidad sumisa que espera la justicia de la política burguesa debe ser destruida por una política demoledora que rechace todo nexo o aceptación de la política burguesa y que traslade a las manos de las clases obreras la decisión de imponer a sus enemigos de clase, políticos burgueses y aspirantes al poder político, aquellas soluciones que son benéficas para las clases obreras y que jamás serán aceptadas por los políticos ni los aspirantes a serlo.

Reventar el cristal de la política burguesa es el objetivo de aquellas personas que realmente desean justicia, libertad y fraternidad; conquistar el poder político, utilizar las instituciones del Estado, son los caminos de los débiles de mente y aspirantes a dictadores.
La política demoledora debe ser el martillo que reviente el cristal.


Erick Benítez Martínez. Diciembre del 2021.

Notas:

1.- Término acuñado por la FTRE.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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