El anarquismo y los programas definidos

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Erick Benítez Martínez
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El anarquismo y los programas definidos

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Hace un tiempo una chica (cuya identidad dejaré anónima) que desconocía las ideas anarquistas me dijo que le parecía excelente la crítica, pero preguntaba “¿Qué proponen en el presente, en lo inmediato?”, a ella y otras personas similares que se preguntan lo mismo, va dedicado este escrito.

Planteada la cuestión en términos prácticos, a las personas les parece que las propuestas anarquistas no son aplicables ahora mismo.
Hablarles de revolución social y supresión de los privilegios se les antoja un imposible.
Acostumbrados a la autoridad, a mandar u obedecer, todo lo que se salga de esos parámetros les suena a imposibles.
Desean un programa establecido para ayer, para ahora y para siempre. Como si las relaciones humanas, económicas, sociales, culturales y morales fuesen las mismas en todos los tiempos, todos los lugares y todas las personas y, más aún, todas las culturas.
No. Los anarquistas no podemos ofrecer a nadie semejante cosa.
Petrificar en leyes o propuestas preestablecidas la forma en que se ha de organizar la sociedad no puede llevarnos sino a supuestos que, en pocos años, meses incluso, resultan totalmente caducos.
¿Acaso no hemos visto la manera en la que las constituciones de algunos países contienen leyes hechas en tiempos de revolución o independencia y que sin embargo continúan rigiendo la vida de los pueblos?
Los programas en los que se basan todos los partidos políticos, absolutamente todos, los actuantes en el ahora y los que en el futuro se disputarán el poder político, no ofrecen nada nuevo nunca.
Prometen combatir el hambre, promover la alfabetización, combatir la desigualdad social, aplicar reformas a la constitución del país que luego se ven perdidas en un mar de pretextos y burocracias infinitas que jamás hacen posible mejora alguna y después de manosear la constitución resulta que toda mejora es diminuta y a veces son mayores los males.
Resulta así que pese a toda la burocracia para mejorar algo sigue vigente la misma constitución polvorienta de siempre, sin avanzar apenas nada hacia mejoras reales al pueblo.
Así es que, para solicitar a los anarquistas un programa totalmente detallado en todos sus aspectos y adecuado a lo inmediato, sin pasar por ningún proceso revolucionario y pretender que esas ideas -las anarquistas- son inaplicables porque pretenden un proceso revolucionario que no se está realizando abiertamente en el tiempo actual, es preciso preguntarse a la vez ¿acaso los partidos políticos (todos los partidos sin excepción), que durante décadas han prometido y jurado cambios mediante sus programas electorales, han logrado la más mínima cosa, o por el contrario, se han visto limitados a entrar al Estado y continuar la protección de las leyes, la propiedad privada y el capitalismo, responsables todos de la pésima forma en la que vivimos?
Años, décadas, incluso siglos han ido y venido, con montañas de promesas de todos los partidos políticos, y jamás ninguno ha hecho más que maquillar la miseria.
Aún aquellos partidos que han intentado llegar al socialismo por la conquista del poder político no han hecho más que crear nuevas burocracias a su entorno, nuevos privilegios y discursos a montones para excusarse de mantener las desigualdades sociales y con ello la miseria e injusticia cuya víctima es siempre el pueblo.
Retamos abiertamente a quienes quieran, enemigos y gente sin partido, pero influidos por la “necesidad” de un gobierno, a que nos den un solo ejemplo en toda la historia humana en la que un gobierno, el que fuera, aboliera los privilegios de unos cuantos sobre la inmensidad de pobres, la injusticia estatal sobre el pueblo, la explotación de los trabajadores y la impunidad de los gobernantes.
Pueden ustedes, amigos y enemigos, escarbar en las entrañas de toda la historia humana, y jamás encontrarán un solo ejemplo de ello.
Por el contrario, sí encontrarán, y a montones, infinitas burlas a los pueblos a los que han engañado con promesas que jamás se cumplen; la misma podredumbre gubernamental pero disfrazada de liberal, fascista, marxista, socialista o popular.
La historia humana es un vivo ejemplo de que jamás, ningún gobierno, ha servido para ninguna otra cosa que para exprimir un poco más el pescuezo del pueblo.
Así es que, descontado que un partido político o un aspirante a gobernar, haya hecho nunca nada bueno, negaremos también toda posibilidad de hacerlo.
En efecto, con Ricardo Mella, opinamos que si las personas son malas no son capaces de realizar leyes, puesto que estas serán malvadas; si las personas son buenas, entonces ninguna necesidad tendrán de leyes que les impidan actuar mal, toda vez que son buenas y las leyes les son obsoletas.
Ahora bien, puede haber gentes buenas y gentes malas al mismo tiempo, tal cual sucede actualmente.
Las leyes seguirán siendo inútiles: hacer leyes para buenos y malos por igual es absurdo. ¿Quién nos asegura que quien haga las leyes será buena persona y no un bribón realizando leyes para beneficio de unos cuantos, tal cual sucede en la actualidad? Perfectamente pueden ser seres malévolos quienes hagan las leyes, y tal como están redactadas las leyes, para beneficio de unos cuantos, bien podemos decir que estas han sido hechas, en todos sitios y tiempos, por personas perfectamente incapaces del más mínimo sentido común: prohíben robar un trozo de pan, pero permiten el robo diario de los capitalistas sobre los trabajadores sumiéndolos en la más oscura pobreza; dice que todos somos iguales, pero los gobernantes tienen fuero, y en caso de no tenerlo tienen montones de dinero robado a los trabajadores para que mediante amparos y abogados puedan hacer y deshacer a sus anchas sin que jamás pisen la cárcel; exige de la gente sumisión absoluta a todas las leyes, aunque éstas les sean desconocidas porque “el desconocimiento de una ley no te exime de cumplirla”, y como estas cosas podemos encontrar muchas otras a montones si las analizamos a detalle.
El Estado se instituye como forma de proteger el robo y asesinato de las poblaciones cuando se constituyen las primeras ciudades-Estado (1), y siendo éste su motivo, es erróneo pensar que quienes configuren sus códigos legislativos podrían ser buenas y bienintencionadas personas.
Tenemos entonces que: ningún Estado ha sido nunca un ejecutor de buenas medidas y la historia lo demuestra; quienes realicen las leyes que rigen al Estado no pueden ser personas buenas en tanto que las leyes se articulan para sometimiento de los más desprotegidos y para que los poderosos sean capaces de burlarlas. La ley jamás será representación de todos, porque hechas por seres malvados serán leyes nefastas para perjuicio de la buena gente; realizada por gente buena será siempre una burla para los bribones de la política, de lo que resulta que todas las leyes son siempre erróneas y nefastas para el pueblo, innecesarias e inútiles en su totalidad y obstáculos a la libertad del pueblo.

Vayamos al anarquismo y sus propuestas.
Los anarquistas consideran, previo análisis histórico, contemporáneo, económico y social, que toda forma de Estado resulta siempre en detrimento de las masas del pueblo y en beneficio de un puñado de capitalistas y gobernantes, para quienes todo el camino está sembrado de lujos, privilegios e impunidad.
De esta forma los anarquistas consideran superfluo cuando alguien les solicita un programa político o una nueva forma de gobierno. Conscientes de que gobernar es sinónimo de injusticia, parten del principio de que para avanzar de manera real es preciso destruir toda forma de gobierno, sea del tipo que sea.
Esta medida abre, sin lugar a dudas, un vacío en cuanto a la vigilancia, la defensa de la propiedad y otras cuestiones, pero esto es precisamente lo interesante: este vacío no significa de ninguna manera el caos y la destrucción, sino la posibilidad de conducir la vida de los pueblos conforme ellos en su conjunto decidan una vez eliminados los pilares que les mantienen oprimidos: propiedad privada, fuerzas armadas y capitalismo son los principales pilares sobre los que se asienta la esclavitud popular. Una vez eliminados estos la libertad se abre de par en par para los pueblos.
Es decir, la eliminación del Estado y sus instituciones pone en manos del pueblo las decisiones de sus propios asuntos, y siendo las personas quienes pueden gozar o sufrir las consecuencias de todas sus decisiones, es a ellos y ellas únicamente a quienes les corresponde el derecho a decidir sobre ellos mismos.
Cuando los anarquistas dicen “no queremos un programa predeterminado para antes, para hoy y para mañana”, no es que no puedan ofrecer soluciones, es que piensan solamente que estas decisiones no pueden circunscribirse a un grupo de personas, sino que corresponde a todo el pueblo en su conjunto, amén de que es imposible dictar desde hoy leyes y normas de conducta para el futuro, puesto que ni nosotros ni nadie es profeta para ver las relaciones sociales, económicas, de comunicación y morales que puedan establecerse en el futuro.
Apostamos por abrir esa brecha que entregue al pueblo las decisiones de sus propios asuntos en todos los niveles, pero de ahí en fuera solo podemos establecer algunos puntos nodales:

1.- La revolución ha de ser eminentemente social y económica. Una revolución política que ponga en el poder a cualquier otra persona no hace, según hemos dicho, más que cambiar la prepotencia de manos, y ello se puede comprobar en toda la historia humana. La revolución ha de ser social, trastocando todos los cimientos del Estado, aplastando y destruyendo esa institución infame, para no colocar a nadie en su lugar, sino para que las decisiones queden en manos de todo el pueblo y sea éste quien organice la sociedad sin Estados ni fuerzas armadas.

2.- Puesto que la propiedad privada otorga a unos cuantos, los más listos o los más vivales, la posibilidad de acumular riqueza dejando a los demás en la pobreza y las privaciones, la propiedad privada debe ser abolida, y en su lugar colocar la posesión: distribuir la riqueza social “a cada quien según sus necesidades” y aportando cada persona a la producción “según sus fuerzas”.
Ahí donde este sistema no pueda ser aplicado por la falta de abundancia de producción para dar a cada quien “según sus necesidades” y poniendo todo el esfuerzo en llegar a ese estado social, se aplicará el racionamiento de lo básico, socializando de manera inmediata todo lo demás, sobre todo lo que atañe a los medios de producción, comunicaciones, transporte y habitación.
Puesto que la mayor parte de los delitos actuales se basan en la propiedad privada, su abolición significará la eliminación en mayor grado de los actos antisociales.

3.- Desde su constitución hasta la fecha todas las formas de Estados no han servido más que para mantener o crear nuevos privilegios, por lo que su eliminación representa una necesidad humana, para dar paso a una vida donde nadie mande ni nadie obedezca.
La centralización política del Estado será abolida, para dar paso a la organización social mediante zonas organizadas de manera horizontal y federadas libremente con otras zonas, tanto para el intercambio de productos como para actos de solidaridad e intereses comunes. Los actuales medios de producción, consumo, comunicación y tránsito hacen que esta relación federativa y de consumo sea sumamente sencilla.

4.- Puesto que las leyes, órganos internos del cuerpo gubernamental, solamente son serviles a quienes poseen los medios económicos para burlarlas y usar y abusar de ellas, dejando en la indefensión a los pobres, las leyes deben ser suprimidas.
Actualmente las leyes son también totalmente inútiles para acabar con las injusticias, y son, por el contrario, agentes de nuevas injusticias.
Creemos que una vez abolida la propiedad privada, el Estado, el capitalismo y las leyes, los actos antisociales irán en detrimento hasta su práctica aniquilación, y en los casos en que esto no suceda pensamos que otras medidas (psicológicas, terapéuticas e incluso médicas) podrán ser analizadas por la sociedad que viva el suceso revolucionario y ponga estas u otras medidas en el combate a los actos antisociales, toda vez que el Estado y sus leyes han sido mostradas como incapaces para eliminarlas.

5.- El capitalismo, es decir, la explotación del trabajo, puesto que mantiene a unos cuantos en la opulencia y condena a otros a una vida de privaciones, debe ser abolido.
Los centros de trabajo deberán ser organizados por los propios trabajadores que, basados en la estadística de la producción y las necesidades del pueblo, determinarán ellos mismos el tiempo de sus jornadas de trabajo y, puesto que la propiedad privada será abolida y todo será propiedad del pueblo, tendrán las mejores y más seguras condiciones de trabajo, así como herramientas y materia prima de primera calidad, con la que las horas de trabajo se reducirán y el trabajador tendrá la salud y descanso que la explotación actual le niega.

6.- Considerando que las fronteras dividen a las personas y que nada hace enemigo al trabajador de un país del de otro, las fronteras, naciones y banderas deben ser suprimidas. Una humanidad hermanada de uno a otro continente, sin importar el color de piel, género sexual o idioma.

7.- Siendo la revolución eminentemente social, todo privilegio de un género sobre otro queda eliminado. Las personas podrán no ser iguales, pero son efectivamente equivalentes. Nadie tiene derecho a maltratar o dañar a nadie por su orientación sexual, edad, idioma o color de piel.
La justicia habrá de abarcar todos los rincones de la vida humana.

8.- La religión, culpable siempre del atraso cultural, deberá ser suprimida en tanto institución religiosa.
Quienes quieran creer podrán hacerlo libremente, pero en la imposibilidad de crear instituciones religiosas que pretendan inmiscuirse en los asuntos sociales, con gente que no trabaje y se dedique a difundir sus ideas.
Toda persona en condiciones físicas para trabajar habrá de hacerlo. No habrá más charlatanes viviendo en la holganza mientras otros les mantienen.

9.- Las fuerzas armadas, verdaderos brazos armados al servicio del Estado, serán también suprimidos. La seguridad de las zonas libres del Estado serán responsabilidad de los propios habitantes, negando toda posibilidad de articular instituciones y cuerpos dedicados a las armas, advirtiendo el peligro que ello representa para las libertades conquistadas.

10.- Abolida la propiedad privada, el trabajo asalariado y el capitalismo, los productos serán producidos por los centros de producción y concentrados en almacenes comunales. El trabajador no tendrá un pago en efectivo, pero por demostrar su condición de productor tendrá derecho a todos los artículos producidos por los demás, para quienes se aplicará la misma forma de producir y consumir.
Esto es el comunismo anarquista.
En algunas zonas y debido a las pésimas condiciones de producción, el comunismo anarquista no podrá ser aplicado, puesto que es condición indispensable para ello las condiciones de producir en abundancia.
Ahí donde este sistema no sea aplicable se empleará el colectivismo, el mutualismo o cualquier otra forma de trabajo y distribución equitativa, evitando siempre la explotación laboral, cualquier forma de Estado y autoridad, y cualquier forma en la que unos se aprovechen de los otros.

Estas son, queridos amigos y amigas, algunas líneas generales sobre las propuestas del anarquismo.
Líneas generales, porque si bien estos diez puntos anteriores están demostrados como verdaderos y aplicables, no podemos de ninguna forma detallarlos más, puesto que lo que podamos indicar ahora puede ser distinto cuando esa sociedad por la que luchamos sea un hecho.
Por ello los limitamos a dar lineamientos generales, y no formas exactas de proceder.
Entretanto esa revolución por la que luchamos se realiza, todo gobierno establecido o que intente establecerse debe ser combatido, no solo como ejecutante actual o futuro de la injusticia, sino también como medida indispensable para acostumbrar al pueblo al rechazo de todo aquello que sea Estado. Por eso verás siempre a los anarquistas en la primera línea de la oposición a todo Estado.
Formaremos organizaciones y grupos libremente federados entre ellos, pero también impulsaremos otro tipo de relaciones entre las personas, donde permee la solidaridad, la justicia, la hermandad y el apoyo mutuo, cosas inexistentes en las relaciones sociales basadas en la autoridad existente que fomenta el lucro, la competencia y la lucha.
Estas organizaciones y esta ética son fundamentales, porque pensamos que nosotros como individuos y las organizaciones que formamos, deben ser muestras lo más claras posibles de aquella sociedad anarquista por la que luchamos.
Así, pues, cuando preguntes a los anarquistas por sus propuestas deberás tener en cuenta que los anarquistas no desean un cambio superfluo y vano, sino una completa transformación de las cosas de manera que el caos, el desorden, la miseria, la desigualdad y la injusticia actuales sean meros recuerdos.
Y si bien ello no es cosa sencilla, tenemos la rebeldía inoculada en la sangre, las ideas incrustadas en la mente y la más férrea voluntad como fuerza actuante en nuestras vidas, por lo que ese mundo por el que luchamos será una realidad tarde o temprano.
Por ello han luchado compañeros en todos los países desde hace aproximadamente dos siglos, y por ello luchamos ahora y seguiremos luchando hasta conseguirlo.


Erick Benítez Martínez. Octubre del 2020


Notas:

1.- Consultar mi artículo “La inutilidad del Estado para resolver las demandas sociales”, disponible en internet y publicaciones impresas.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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