AMLO y Covid-19, dos pandemias para el pueblo mexicano

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Erick Benítez Martínez
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AMLO y Covid-19, dos pandemias para el pueblo mexicano

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La gestión del Covid-19 en la administración de AMLO no puede ser más desastroza.
A mediados de marzo España cerró sus fronteras; el 26 lo hacía China; Estados Unidos hacía lo mismo también a mediados de marzo… y AMLO declaraba el 23 de marzo que la gente saliera a llevar a sus familias a comer, que nada sucedía y apelaba a las “tradiciones ancestrales mexicanas” como eje de una fuerza “cultural”.
El 14 de marzo, cuando ya era una alerta mundial el coronavirus, el gobierno de la CDMX declaraba la continuidad del festival Vive Latino 2020, con los peligros que ello acarreó posteriormente, pues después de ese festival el contagio por coronavirus se elevó considerablemente.
Del 15 de marzo, un día después del festival, la pandemia comenzó a agudizarse. De tener 53 infectados se elevó, en cuestión de una semana, posterior al festival, a la cifra de 367 infectados.
Y es que al Estado le interesa ante todo el avance de la economía, como veremos más adelante.
No es sino hasta el 23 de abril, con la entrada de la fase 3 de la epidemia que comienzan los cierres de comercios y actividades no esenciales… ¿pero esto podía ser respetado?
Del 23 de abril al 11 de mayo las tiendas de Elektra, propiedad del Grupo Salinas, amigos íntimos de la figura presidencial, seguían abiertas en total impunidad y sin que hayan sido mínimamente molestados por el Estado mexicano.
Fue la presión social debido al fallecimiento de un trabajador de cobranzas el 29 de abril lo que comenzó surtir efecto, y varios días después la tienda cerró… aparentemente, porque tiene el servicio bancario para camuflar las ventas de otros artículos.
Omitimos al lector los demás favores que el Estado mexicano ha dispensado a Grupo Salinas.
A mediados de abril y debido a la ofensiva de Arabia Saudita inundando el mercado petrolero con una sobreproducción, el precio del petróleo mexicano se desploma y cotiza en negativo una semana después (21 de abril).
Esto generó también una bajada de precio de las gasolinas, no ciertamente gracias a AMLO, sino al desplome petrolero. El precio del combustible se situaba, entonces, en $15.19 en promedio.
La ofensiva petrolera y la bajada del precio del combustible obligaban a una reducción fuerte de las mercancías, y esto que significaba una ayuda tremenda para un pueblo precarizado y en cuarentena, fue rápidamente evitado por la administración actual que se precia de ser una “transformación”.
Inmediatamente al comienzo del desplome petrolero México se prepara a reducir su producción petrolera para aumentar el precio del crudo.
Esto provocaba, inevitablemente y como indicaba ya antes de que sucediera (1), un repunte del precio del petróleo, pero a su vez traía aparejada la subida también del precio de las gasolinas, que al día de hoy (14 de mayo) se vende en $16.84, y con ello se ve impedida cualquier bajada de precio en las mercancías.
El aumento al costo del pasaje, anunciado desde el año pasado, es ya una realidad, y jamás se analizó siquiera el asunto pese al contexto de la pandemia.
Interesados en generar ganancias para el capital y en que no se detenga la economía, al Estado mexicano nada le interesa la salud de los trabajadores.
La llamada al “quédate en casa”, en la situación de pobreza en que se encuentra el pueblo mexicano no es otra cosa que el “muérete de hambre, pero no del virus”, pues entendiendo que el 56.3% de la población trabajadora pertenece al comercio informal, la cuarentena significa para muchos mexicanos una profundización de la pobreza que ya vivíamos todos.
Tras la declaratoria de la fase II el 24 de marzo, la Marina y el Ejército mexicano recibieron la friolera cantidad de $4,500,000,000, cantidad que no ha servido para que estas instituciones hagan absolutamente nada efectivo contra la pandemia, pero que sí ha servido para demostrar la incapacidad del presente gobierno (como en general son incapacitados todos) que mientras destina abundantes fondos a organizaciones ligadas al narcotráfico, deja en la total mendicidad al sector salud, que es quien realmente está saliendo al frente de la contingencia.
Este sector no solamente ha tenido sus muertos (lo que no existe en el Ejército o la Marina), sino que además han tenido infinidad de denuncias de tener que comprar ellos mismos los insumos necesarios de sus propios salarios, a los que encima se les solicitó (15 de abril) hacer donaciones de su salario para afrontar la pandemia.
Las múltiples manifestaciones de médicos y enfermeras en innumerables clínicas exigiendo insumos muestran el verdadero rostro del Estado mexicano, que mientras invierte en otras cosas deja la emergencia en la precariedad más horrible.
El 13 de mayo, casi dos meses después de iniciada la contingencia, y siendo México un país aún bajo pandemia y con un aumento exponencial de contagios, el gobierno México anuncia el regreso a la “nueva normalidad”.
¡Pero que nadie se haga ilusiones!
Esa nueva normalidad no significa una normalidad mejor a la que se vivía antes de la pandemia.
Se trata de la normalidad de la explotación capitalista, pero esta vez muchos regresarán endeudados por lo que pidieron prestado para afrontar la pandemia, con un mercado colapsado que apenas les dejará para malvivir peor de lo que estaban antes, y en bastantes casos despedidos de sus puestos de trabajo o recontratados perdiendo su antigüedad.
Así se cumple una promesa de campaña de AMLO “¡Primero los pobres!”
¡Desde luego!
Serán primero los pobres, los que sufrirán las consecuencias de la pandemia, los que regresarán a la nueva normalidad con un bolsillo vacío y con agujeros.
La nueva normalidad anunciada por el gobierno mexicano no considera como actividades primordiales la educación, la alimentación, el vestido o la vivienda de la que tanto carecen los pobres, sectores a los que se debería subsidiar para facilitar un mínimo grado de poder adquisitivo.
No. Nada de eso.
Los sectores esenciales para el Estado mexicano son la construcción (léase continuidad del Tren Maya), la minería (léase el saqueo de los recursos naturales para beneficio de capitalistas) y la industria automotriz (léase empuje del Tratado de Libre Comercio).
Hay que construir, extraer metales y construir autos ¡Y que el pueblo coma piedras si les parece!
En un México donde la situación del pueblo trabajador es más precaria, donde el Estado de México tiene una altísima tasa de contagios (y donde existe una mayor miseria general), a nuestros democ-ratas gobernantes se les ocurre levantar la pandemia.
Porque si la situación se prolonga (y esto puede ser aplicado a todos los países) los capitalistas que pagan a sus empleados dejarán de hacerlo, los trabajadores habrán consumido sus magros ahorros en unos casos, y tocado el piso de la miseria en otros, y entonces saben todos esos gobiernillos que la revuelta está a la vuelta de la esquina.
Para evitar esto se levanta la cuarentena ¡Y que la gente reviente por contagios!
Para evitar un colapso económico y que no se detengan las ganancias del capitalismo se levanta la cuarentena ¡Y que los trabajadores mueran ahora por coronavirus, pero no de hambre!
Para evitar que una recesión económica empañe su imagen gubernamental se levanta la cuarentena ¡Y que el pueblo siga feliz, feliz, feliz… en sus tumbas!
Para más INRI de la situación el gobierno de AMLO ha cumplido el sueño de Felipe Calderón: el 12 de mayo se ha facultado al Ejército mexicano para sumir labores de seguridad en México con la excusa del coronavirus.
Y es que es imposible que una institución donde se capacita a la gente para asesinar personas se pueda hacer cargo de una pandemia, a menos, claro, de que secuestren o fusilen al coronavirus.
Nada parece que vaya a cambiar en México respecto a la pandemia. Esta se continúa propagando y más que el efecto mortal que pueda tener, lo grave son sus consecuencias: un pueblo aún más precarizado, sumido en la miseria total, y un gobierno con aspiraciones monárquicas despilfarrando dinero en cualquier cosa, menos en lo importante.
Aspiraciones monárquicas he dicho, porque en esta democracia en que vivimos nada cuenta la voz del pueblo.
Este ya puede reventar de hambre, podrirse en la miseria, contagiarse a montones, y sin embargo no tiene derecho a nada, pese a ser el artífice de la riqueza social.
Ejército, Marina, empresarios, especuladores solapados, empresarios despidiendo trabajadores, gobernantes que continúan ganando una millonada mientras el pueblo padece de todo, amistades que se tornan en verdaderos beneficios económicos. Ellos y ellas son los verdaderos ganadores de esta pandemia.
Ellos, los que, si ya antes de la pandemia significaban un enemigo a expropiar, hoy se constituyen en una amenaza duplicada por la pandemia.
Gobiernos y pandemia asolan a los trabajadores, y ya es momento de que estos, una vez vencida la pandemia, se encarguen de ajustar cuentas a quienes jugaron con su salud, su libertad, la justicia y la seguridad de ellos y sus familias.


Erick Benítez Martínez. Mayo del 2020.


Notas:

1.- Ver mi artículo “El capitalismo es la pandemia. Coronavirus y trabajadores”


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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