Los tiempos cambian… ¡la lucha continúa! -Erick Benítez Martínez-
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Los tiempos cambian… ¡la lucha continúa! -Erick Benítez Martínez-
Ya no son estos los mismos tiempos de hace 200 años.
El feudalismo y la servidumbre mantenían entonces al trabajador en el grado más bajo del trato humano.
La revolución industrial, y sobre todo la revolución francesa, cambiaron sin lugar a duda la condición de los trabajadores.
Pasaron de ser esclavos sin más a ser esclavos asalariados.
Antes se era esclavo por la fuerza, porque el señor feudal era dueño y señor del esclavo, sobre el que ejercía incluso el derecho de pernada.
La revolución industrial y la revolución francesa evolucionaron los medios de producción la primera, y reconocieron los “derechos” del hombre la segunda.
La primera hubiera significado librar al trabajador del trabajo penoso y agotado manual, pero la máquina no liberó al trabajador. Lo sustituyó en masa por una máquina que no cobraba ni se quejaba.
La segunda, la revolución francesa, hubiera significado reconocer la dignidad y libertad del trabajador; no hizo más que esclavizar institucionalmente al mismo.
El progreso industrial no significó progreso, sino esclavitud; los derechos del hombre no significaron derechos en sí, sino una esclavitud formalizada.
Hubo sin embargo cambios importantes. De los tiempos del feudalismo a finales del siglo XIX el vapor y luego la electricidad, aún sin olvidar que siempre se basaron en la explotación del pueblo, lograron cambios importantes en todo el mundo.
Las ciudades florecieron, los medios de producción avanzaron (basados en el trabajo esclavizador, nunca lo olvidemos ni dejemos de condenarlo), los pueblos se modernizaron, se tendieron puentes de rio a rio, de montaña a montaña. Los viajes en animales fueron sustituidos por modernos transportes, el telégrafo y las cartas fueron sustituidos en poco tiempo por el teléfono.
La energía a vapor fue sustituida por la electricidad, y los aviones modernos surcaron los aires.
Los siglos XIX y XX fueron testigos de una evolución tremenda en las comunicaciones, en los transportes, en la producción.
Y cuando la humanidad pensó que el avance había sido importante, llega la era tecnológica en su plenitud.
Ella permitió avances que hacía 50 años solo eran imaginables en la mente curiosa de algún cineasta.
La humanidad ha llegado a un grado tal de evolución, que el avance en poco más de dos siglos es mucho mayor al que tuvo en miles de años la humanidad.
La vida del paleolítico, por ejemplo, duró poco más de dos millones de años; la del neolítico fue hace unos 10.000 años, y como ellos podemos contar otras edades de la humanidad que constaron de miles de años, y en los que la evolución no es ni por asomo un 2% al actual.
Los medios de producción son capaces de terminar con el hambre en el mundo; las vías de comunicación abastecerían a las ciudades más lejanas; los procesos de construcción podrían tejer puentes y llevar los más modernos avances a los lugares más lejanos.
El internet podría propagar la inteligencia a grados enormes.
… y sin embargo… ¡Y sin embargo!
La humanidad es tanto o más esclava que hace 2 siglos. Y su esclavitud es la peor de todas: los medios de comunicación que deberían servir para difundir la cultura han alienado a la humanidad; los medios de producción que podrían acabar con el hambre producen cosas superfluas que son compradas con frenesí por trabajadores que empeñan su vida por adquirirlas; las migajas caídas del banquete de los ricos deslumbran a las masas, y estas no advierten muchas de las veces su novísima esclavitud. Por eso es la peor de todas.
La tecnología que podría liberar produce armas de destrucción que acercan a la humanidad al límite de su propia destrucción.
Los puentes tendidos entre montañas no sirven para enlazar pueblos, sino para transportar las mercancías del capitalismo voraz en su imparable hambre de absorción de los pueblos a su despotismo.
Los déspotas del mundo que antes tenían ejércitos y fortalezas que eran asaltadas por el pueblo en las revueltas e insurrecciones, se han servido de los avances para crear verdaderos imperios inatacables. Sus ejércitos tienen las armas más modernas y sus cámaras de videovigilancia no nos dejan un espacio para la privacidad.
De todo se ha servido el capitalismo para no sucumbir, se ha rejuvenecido, se ha inyectado una gran cantidad de progreso y tecnología, y se ríe a carcajadas de nuestros marxistas que junto a su maestro siguen hablando de una muerte natural e inevitable del capitalismo.
Sí, la humanidad ha evolucionado increíblemente, pero sus beneficios son en un 99% al servicio de la explotación y la miseria. A la creación de nuevas formas de mantener los privilegios de unos cuantos.
Y ante todos estos avances increíbles se alza poderosa y potente la barricada, deslumbrando las mentes caducas de los que creían que la resistencia estaba derrotada por la imponente fuerza del poder estatal.
Ella ruge fuertemente hoy como siempre gritando al pueblo “No destruyas el progreso industrial y tecnológico ¡apodérate de él y ponlo a tu servicio!”
Hoy, como en los siglos precedentes, la lucha no se ha detenido ni debe detenerse deslumbrada por el progreso.
Porque hoy como ayer sigue habiendo privilegios de unos pocos sobre la miseria de la mayoría.
¡Nos duele en África el contraste de la miseria con la era tecnológica!
¡Nos duele América y el contraste de la miseria de sus pueblos con los avances de producción!
¡Nos duelen los desalojos habitacionales y desahucios en todo el mundo cuando la humanidad puede dar alojamiento a cada persona de la tierra!
¡Cuántos ayes no da la humanidad ante la miseria que la rodea en medio de tantos progresos tecnológicos en todos los sentidos!
La más espantosa de las contradicciones es precisamente la que vivimos. Porque la miseria ahí donde no hay posibilidades de avance alguno es triste, pero comprensible.
Triste era por ejemplo mandar una carta que tardaba días en llegar a su destino. Una comunicación tan lenta era decepcionante, pero normal cuando no había medios para mejorarla. Y como este ejemplo pueden darse otros muchos similares.
Pero cuando es posible tanta y tanta mejora y sin embargo vemos pueblos muriendo de hambre, gente sin casa, explotados, en la más grotesca miseria, niños muriendo por falta de medicamentos, hambrunas mientras se arroja alimento al mar para no darlos a los pobres, cuando en medio de tanto progreso nuestra sociedad sigue siendo esclava y miserable, nuestros puños se encrespan porque sabemos que los culpables tienen nombres y apellidos. Y la indignación da paso a la organización.
El progreso del que la humanidad puede enorgullecerse, hoy secuestrado para beneficio de unos pocos, mañana ha de ser expropiado en su totalidad para beneficio del pueblo entero.
Y entonces, solo entonces, el progreso que hoy ha deslumbrado a la humanidad será mil veces mayor, porque expropiados los medios de producción y liberada la humanidad de la plaga capitalista, estatista, clerical y autoritaria, avanzará mucho más a prisa de lo que lo puede hacer ahora, y sus beneficios harán que la humanidad alcance un nivel de felicidad nunca antes pensada.
Y hoy como siempre, los anarquistas deben estar metidos de lleno en la formación de organizaciones anarquistas, en la difusión del ideal por el que nuestros antepasados lucharon y de quienes nosotros tomamos el relevo para seguir en la brecha de la lucha.
Erick Benítez Martínez. Abril del 2016
“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”
José Llunas
José Llunas