
En la lucha social y aun entre quienes reivindican el anarquismo, no faltan quienes posesionados de una concepción del anarquismo cercana a la utopía, dicen que no son anarquistas porque no creen poderse alzar a semejantes alturas, a una acción constante en su personalidad de tal magnitud que consideran prácticamente que la sociedad anarquista es una especie de paraíso terrenal donde será desterrado todo mal del mundo, las personas serán perfectas en todos sus actos y el mundo estará lleno de un amor tan pleno y enorme que, prácticamente, para pertenecer a semejante ilusión hace falta que a uno le crezcan alas en la espalda y se despoje de todo error humano.
Antes de eso, la lucha será, imaginan quienes consideran al anarquismo una utopía, una serie de agrupaciones armadas que entregan el pecho a las balas y mueren heroicamente por el anarquismo debajo del sol radiante que lanza sus rayos luminosos a la Tierra mientras se levanta la bandera negra victoriosa del anarquismo.
De entre la propaganda de la burguesía destinada a descalificar al anarquismo podemos encontrar desde aquella que dice que el anarquismo son solo bombas y barricadas; la que dice que es una moda juvenil; la que dice que fueron gente ilusa que no supo interpretar los sucesos que vivían; y la otra, igual de dañina que las anteriores, es la que dice que el anarquismo tiene razón en muchos de sus planteamientos, que es una idea bella y llena de amor… pero (siempre hay un pero cuando se trata de romper con la realidad existente) una utopía, algo hermoso sin duda, pero que nunca se logrará realizar porque el ser humano no está listo para ser tan desarrollado como para llevar esa utopía a la realidad.
Así es que, aun dando la razón al anarquismo en sus planteamientos, este se presenta como una cosa irrealizable, algo que podría ser realidad dentro de 10 siglos que avance el ser humano hacia formas más armónicas de relacionarse. Nuestra especie -dicen los incrédulos- se devora a sí misma, es salvaje, siempre quiere alguien dominar, mandar… siempre ha sido así, siempre será así. Más vale acomodarse bien al sistema actual, aprovecharse de todo lo que uno pueda y el anarquismo… bueno, pues ya será dentro de 10 siglos que se pueda realizar. Hay otros personajes que asisten a actividades anarquistas, que leen anarquismo, que son conscientes de que todo marcha mal y que algo debe hacerse… pero (de nuevo el pero) dicen: no creo poder ser anarquista. Eso es algo muy grande y yo tengo mil defectos. Respeto a quienes se asumen anarquistas, pero yo nunca podría.
Esta propaganda es también dañina, porque hace pensar que, aunque el anarquismo tiene mucho de verdadero, es impracticable y solo el capitalismo, la carnicería de devorarse unos a otros, es posible. La viven aquí y ahora, por eso es real, práctica. Tiene mil defectos, provoca millones de víctimas, genera un terrorismo económico mundial, pero se practica, funciona pese a todo.
Sería bueno preguntar a esa gente en qué parte de todos los libros de anarquismo publicados al menos desde 1840 (¿Qué es la propiedad? Proudhon) han podido leer semejante absurdo. ¿En donde algún/a teórico/a del anarquismo ha hablado de una sociedad de ángeles donde reine la perfección absoluta, donde todos los males que aquejan a la humanidad (¿incluimos los terremotos también?) sean eliminados, donde las personas sean incapaces de cometer un solo error, donde todo sea perfección? Quizá en los libros de ciencia ficción se podrían encontrar algunos ejemplos, pero no en el anarquismo1.
El anarquismo propone la supresión del gobierno y del Estado para poder destruir el capitalismo y la propiedad privada a quienes culpa de los mayores males SOCIALES que aquejan a la humanidad. El robo se debe a la institución de la propiedad privada y suprimida esta, el robo carece de sentido. El suicidio es un acto que puede cometer alguien desesperado por los problemas; problemas que casi siempre tienen de forma directa o indirecta que ver con el dinero; suprimiendo la propiedad privada con ella el dinero, y muchas de las causas que llevan al suicidio se suprimirán de golpe. La violencia en todas sus variantes (económica, sexual, social, etc.) tiene su origen en la autoridad; suprimamos la autoridad, el gobierno y sus instituciones, y desaparecida la autoridad todas las personas tendrán los mismos derechos y deberes; nadie mandará a nadie, nadie obedecerá a nadie, y todo aquello que se tenga que hacer no se hará por la fuerza, sino por la necesidad; así, siendo todas las personas equivalentes, el ansia de poder, de dominio, la autoridad en fin, desaparecerán y con ella el dominio de unas personas sobre otras; suprimamos aún la religión y veremos caer junto a sus huesos carcomidos y retrógrados a la ignorancia que hace que alguien se sienta más que los demás y quiera ejercer autoridad sobre alguien. Aplastada la autoridad coactiva sucumbe la coacción de unas personas sobre otras.
Las personas que asumen el anarquismo asumen así mismo una renuncia a ejercer la autoridad, a propagar la ignorancia religiosa, a robar a sus compañeros/as de clase, incitan a ser fraternos/as con quienes les rodean y comparten sus desgracias, a ejercer el apoyo mutuo en la medida de sus posibilidades. Estas cosas las reivindica el anarquismo, por supuesto. Pero nunca, en ningún lado, podrá nadie leer que quienes asumen el anarquismo deben ir a las montañas a pelear instantáneamente (¿con qué armas, en qué número?), ni que la sociedad anarquista que reivindicamos vaya a suprimir absolutamente (¿existe lo absoluto en cuestiones sociales? ¡No!) todos los males sociales. Nadie ha dicho que esa sociedad anarquista vaya a estar exenta de errores, de crímenes, de robos o violencia, pero sí que esa sociedad eliminará lo que origina esas conductas antisociales y que los casos que llegara a haber encontrarán su rápida cura en una sociedad que no reproduce los vicios de la autoridad, el capital o la religión.
Así, aunque alguien pudiera cometer un robo, el ladrón se daría cuenta inmediatamente de que no puede vender lo robado porque no existe ni el dinero ni la propiedad privada; el que propague la ignorancia religiosa obtendrá la rápida respuesta de la ciencia desmoronando las falsedades religiosas; quien busque contratar a otra persona para trabajar para él, verá que nadie acude a su llamado porque suprimida la propiedad privada todas las personas tienen todo lo que necesitan sin necesidad de vender su fuerza de trabajo por una miseria como en la actualidad; quienes cometan crímenes de autoridad (violencia física, sexual o mental) serán tratados como enfermos (violencia mental) u obtendrán la justa respuesta popular a sus agresiones (violencia sexual o física); quien cometa crimen de asesinato será juzgado por la sociedad en su conjunto y no por un grupo de ensotanados que se venden al mejor postor, siendo la pena igualmente dictada por la sociedad. La sociedad anarquista no es, pues, perfecta, pero sí disminuirá el crimen, suprimiendo las causas que lo generan al grado de que llegue un momento en que los crímenes sean rarezas que se atenderán médica, psicológica o popularmente.
Quienes piensan que no pueden asumirse anarquistas en la actualidad cometen el mismo error de quienes creen que la sociedad anarquista es una sociedad de absoluta perfección: no se trata de elevarse a las alturas del cielo por ser unos santos, sino de combatir nuestras conductas que identificamos como nocivas para las demás personas, de forma que, sin llegar a ser perfectos, abandonemos las cadenas de autoridad, capitalismo y religión con que hemos crecido. Sin esperar ese mundo nuevo del que hablaba Durruti, hemos de hacer todo lo que esté en nuestras capacidades para tener relaciones tan libres y fraternas con todas las personas que nos rodean de forma que arranquemos ese mundo nuevo del futuro y comencemos a construirlo aquí mismo, en el aquí y ahora.
No seremos nunca perfectos, nadie lo puede ser, porque nuestra propia naturaleza es capaz tanto del bien como del mal, pero sí podemos soltar todas las conductas antisociales de autoridad, capitalismo y clero, y tener una vida lo más fraterna posible. Eso, compañeros y compañeras, es posible aquí y ahora, es asumir el anarquismo abiertamente en nuestras conductas, y si a ello añadimos el organizarnos con más gente para luchar por el anarquismo, perfecta y orgullosamente podemos llamarnos anarquistas.
Abandonemos las mentiras de utopía sobre el anarquismo. Nuestras ideas no son imposibles, son practicables aquí y ahora; nuestras ideas no son una fantasía: encuentran su justificación en la crítica de esta sociedad de mentiras, miseria y desigualdad que vivimos. Responden a una necesidad social. Son tan claras, precisas y reales que, ante los fracasos de todas las formas de gobierno por lograr un mínimo de justicia para los pueblos, el anarquismo es la única salida a esta situación de caos y desorden que representan el capitalismo, la autoridad y el clero.
Sin medias tintas: anarquistas aquí y ahora.
Erick Benítez Martínez. Marzo del 2025.
Notas:
1.- Para ser justos debemos excluir de esa idea de la ciencia ficción como una mera utopía los trabajos de Úrsula K. Legui, pues aparte de ser novelas no excluyen la parte crítica, analítica y real de la crítica a la sociedad actual y los planteamientos de la sociedad futura hasta donde la narrativa lo permite.