
Muchas personas de la generación actual lo desconocen, pero hace muchos años, decenas de años, el anarquismo era poderoso en todo el mundo.
Aquí y allá los poderosos del mundo, burgueses y capitalistas, pedían protección al gobierno despavoridos porque muchos anarquistas se ocuparon de hacer justicia por su propia mano a los abusos de sus explotadores. Aquí y allá estallaban huelgas, las injusticias no quedaban impunes, los derechos laborales eran arrancados a los explotadores en tiempos en que en varios países la jornada laboral era de 10, 12, 14 y hasta 16 horas al día, se trabajaba de lunes a domingo y se tenía prohibido todo derecho laboral. Era la esclavitud económica de la que se beneficiaban patrones y gobernantes por igual.
Entonces el anarquismo alzaba la voz para dar derechos a las personas, las organizaciones y sindicatos anarquistas se formaban aquí y allá haciendo que los esclavos del salario levantaran la voz ante las injusticias.
Las banderas negras y rojinegras ondeaban poderosas al viento en las calles de América, Europa, Asia y África. Los primero de mayo eran días de lucha en las que las clases trabajadoras de todo el mundo salían a las calles a enfrentar el sistema gubernamental, apoyo del capitalismo.
… hoy las cosas han cambiado.
El primero de mayo es, gracias a la desviación vulgar de su significado, un día de fiesta, la llamada fiesta del trabajo. Las clases trabajadoras no necesitan convocar a su movilización: son los sindicatos reformistas entregados a la patronal quienes convocan y les llevan a una movilización sin significado alguno. Caminar durante un rato, gritar alguna consiga y listo, terminada la procesión, de nuevo a casa porque al día siguiente deben acudir a sus centros de trabajo a seguir engordando a la patronal holgazana y vividora.
Las clases trabajadoras no tienen mayores aspiraciones que ganar un poco más de dinero, sin saber, sin siquiera sospechar que toda subida de salario significa una subida paralela del costo de la vida, con lo que la subida de salario no es más que una fantasía con la que se les entretiene. Al salir del trabajo una fría cerveza o ver el partido de fútbol les harán olvidar que su situación económica es pésima.
Pero ¡Bah! -Dicen- mañana será otro día para esperar el fin de semana y volver a tener un poco de diversión. ¿Derechos laborales? ¿Lucha sindical? No, no, yo no entiendo de eso. Siempre es lo mismo y prefiero descansar a ir de alborotador a asambleas y organizaciones. ¡Venga otra cerveza!
Un día, si hace falta, irán a empeñar su alma al diablo, a esos usureros, buitres vividores de las tiendas departamentales, para que les den a crédito una TV que apenas cabe en sus diminutas casas; otro día sacarán un smartphone, y así estarán amarrados a las deudas por productos que les son facilitados por un 40% o 100% más de su costo real.
Así marcha la vida para una sociedad que parece no querer ningún cambio. Han sido tan sometidas, tan arrojadas hacia la ignorancia, tan despojadas de todo pensamiento por la sociedad del espectáculo y la farándula, que su capacidad revolucionaria ha quedado sepultada en el fondo de su clase social.
Y allá, algunos y algunas anarquistas, estudian, ven los defectos de la sociedad, quieren cambiar las cosas, se organizan, difunden, escriben, protestan, dialogan, convocan, publican, hacen todo lo que está en sus manos para cambiar las cosas. Pero no falta el esclavo, la esclava, las víctimas del salario que voltean sus ojos iracundos hacia quienes buscan cambiar las cosas y gritan ¡No lo conseguirán! ¡Siempre ha sido así y siempre será así!
¡Ah! ¡Ya salieron los derrotistas de siempre!, decimos.
Escuchen bien, esclavos y esclavas del salario que encorvan la espalda ante la patronal, enajenados del capitalismo que creen que algún día saldrán de su condición, víctimas gustosas de un sistema infame que les contenta con unos cuantos gramos más de alfalfa con la que llenar sus estómagos: Nosotros, nosotras, sabemos perfectamente cómo están las cosas, y si la situación actual es difícil, es gracias a gente como ustedes, que se derrotan antes de hacer cualquier cosa, que doblan el espinazo gustozos ante la injusticia, porque si todos/as ustedes, en lugar de conformarse hicieran algo, si se dignaran a enderezar la espalda, si se unieran contra la injusticia, podrían barrer la tiranía como un huracán; en su resignación, en su fatiga mental, en carencia de iniciativa es que se sustenan las injusticias. Somos nosotros y nosotras pocos, muy pocas, pero nuestra carencia numérica se debe justamente a ustedes, que nos dejan solos en la lucha.
En estas condiciones sabemos que nuestra lucha no verá la victoria mañana ni dentro de unos años. Nuestras aspiraciones son tan grandes que se necesita del concurso de toda la población, y gracias al derrotismo es más difícil la victoria de la anarquía, pero sépanlo bien. Eso no nos detiene, eso no nos desanima.
No veremos el triunfo del anarquismo ¡A quién diablos le interesa verlo o no verlo!
La egolatría de que debemos ver el triunfo nosotros lleva a que cuando se ve que el camino no es fácil y que la victoria no está a la vuelta de la esquina, se termine por abandonar la lucha.
¿Qué sentido tiene luchar -Dicen- si no vamos a ver el triunfo?
Luchamos por el anarquismo, no por nuestro gusto. Queremos que triunfen las ideas anarquistas independientemente de que vivamos el triunfo o no. Pondremos solamente las bases de la organización anarquista que, en años futuros, otras generaciones continuarán y serán ellas, las generaciones futuras, las que cosechen la siembra de la lucha, las que vean el triunfo.
Al luchar por el anarquismo cumplimos con un deber moral para con las ideas anarquistas.
Podemos ser solo 100 personas, 20, 10 o 5. Las que seamos, tenemos el deber moral de luchar por el anarquismo. Las decepciones, la represión, el fracaso incluso, no nos mengua el ánimo. Hacemos lo que debemos hacer, hacemos todo lo que nos es posible.
Cuando sucumbamos en la vida podremos irnos contentos por haber hecho lo que nos correspondía, sin dejarnos influenciar por el derrotismo, sin aflojar en nuestro empeño, y podremos ver a los ojos a las generaciones venideras y decirles Hemos hecho todo lo que hemos podido, les corresponde a ustedes continuar.
Vergüenza sentiríamos si al morir no pudiéramos ver a los ojos a la juventud porque hayamos sucumbido ante el desánimo, porque nos hayamos acomodado al sistema, porque nos hayan comprado con algún empleo.
Que les quede bien claro, derrotistas de las clases trabajadoras, capitalistas y gobernantes también: nuestras ideas trascienden los tiempos; no nos importa ver o no ver el triunfo, no nos cansamos ante las desilusiones, no abandonamos la lucha por muy difícil que estén las cosas; luchamos por un deber moral con el anarquismo. Solo la muerte nos alejará de la lucha.
Hacemos nuestras las palabras de Élisée Reclus:
“No hay descanso para nosotros más que en la muerte”
Erick Benítez Martínez. Enero del 2025.