Karl Marx y La Comuna de París, un breve relato

Historia del anarquismo no catalogado en las secciones de arriba
Erick Benítez Martínez
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Karl Marx y La Comuna de París, un breve relato

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Cuando se habla de La Comuna de París de 1871 es costumbre que la izquierda reivindique la obra de Karl Marx “La guerra civil en Francia”, máxime en estas fechas en que marzo se acerca y se recuerda el alzamiento de La Comuna de París de 1871.
La cosa no carece de similitudes con otras fechas y acontecimientos, para los que el marxismo pretende tener la respuesta a todo, reivindicar todo y dar solución a todo, pero en esta ocasión me referiré solamente a esa obra de Marx, reivindicada como la auténtica definición de la llamada “dictadura del proletariado”, por más que los conceptos de federalismo y descentralización sean lo más opuesto a la dictadura.
Para establecer los fundamentos bajo los cuales se habrá de traslucir la obra mencionada hemos de hablar del contexto en que se desarrolla La Comuna de París y sus antecedentes, para lo cual te pediré, amigo lector, amiga lectora, que retrocedamos alrededor de un año antes de 1871.

La historia de La Comuna no se puede establecer únicamente en marzo de 1871. Tiene sus antecedentes en 1870, cuando la invasión prusiana se cernía sobre Francia.
Las fuerzas prusianas alemanas era un ejército con aspiraciones expansionistas reaccionarias. En Alemania misma los socialistas desapegados del socialismo doctrinario eran perseguidos furiosamente por los prusianos.
Esta invasión prusiana hacia Francia se realiza en 1870 y sus fines y fuerzas eran de inspiración monárquica.
Por ello Bakunin escribe:

“Si Francia fuera invadida por un ejército de proletarios alemanes, ingleses, belgas, españoles o italianos enarbolando muy alto la bandera del socialismo revolucionario y proclamando al mundo la decisiva emancipación del trabajo, yo sería el primero en decir a los obreros de Francia «¡Abrid vuestros brazos, abrazadlos, son vuestros hermanos, y uníos a ellos para barrer los restos podridos del mundo burgués!»… pero la invasión que hoy deshonra a Francia es una invasión militar aristocrática y monárquica… si quedan pasivos ante esta invasión, los obreros de Francia traicionarían no solo su propia libertad, sino que también traicionarían la causa de los obreros del mundo, la causa del socialismo revolucionario”

Pero conocemos a Bakunin. No se contenta con alentar la resistencia contra los prusianos: llega a Lyon el 15 de septiembre para participar de la resistencia francesa. Se pone al frente de los acontecimientos hasta que ya no es posible resistir, hasta que la resistencia sucumbe en medio de los ríos de sangre.
James Guillaume, amigo íntimo de Bakunin, se encuentra también en Francia. Alienta la formación de grupos armados para combatir a los prusianos, para defender a Francia de la invasión monárquica y militarista.
Los anarquistas proudhonianos Eugene Varlín y Tolain, se encuentran también en Francia. Se suman a la defensa de Francia amenazada por los monárquicos prusianos.
Como ellos, son muchos los anarquistas, de renombre y menos conocidos, los que toman las armas contra los prusianos.
¿Cómo respondió Karl Marx a la invasión prusiana?
En julio de 1870, con motivo de la invasión prusiana, y meses antes de la Comuna de 1871, Marx escribía a Engels:

"Los franceses necesitan una paliza. Si ganan los prusianos, la centralización del poder del Estado será útil para la centralización de la clase obrera alemana [...] está victoria significaría el predominio de nuestra teoría sobre la de Proudhon"

La imagen de internacionalistas, revolucionarios y enemigos de la centralización que tienen en público se desmorona en sus cartas. Marx va a remolque del nacionalismo alemán, para quien los demás pueblos eran inferiores (nótese la estela que desde entonces y hasta la llegada de Hitler tiene el nacionalismo alemán, del que Marx era partidario). Marx insulta en sus cartas a los griegos, a los eslavos, a los mexicanos, a los franceses, a los italianos… sería inútil seguir la lista. Sin embargo nos interesa ahora el tema de Francia.
Cuando James Guillaume publica y pega en las calles un Manifiesto donde hace llamamientos a formar grupos armados para resistir a la invasión, Marx le reclama su actividad. James Guillaume responde:

“En cuanto a las razones que nos impidieron, después de una deliberación colectiva, llevar a cabo entonces las propuestas contenidas en el Manifiesto, solo tenemos obligación de comunicárselas a nuestros amigos; no será el señor Marx, que nunca ha arriesgado la piel en el más pequeño movimiento revolucionario, que fumaba cigarrillos en su finca de Londres mientras muchos de los hombres a los que insulta en su folleto luchaban en París o en otros lugares, no será el señor Marx, digo, quien nos dé lecciones de valentía”

Efectivamente: Marx jamás tomó un arma para defender nada, nunca arriesgó nada en ningún movimiento revolucionario… pero se daba el gustazo de insultar a todo lo que se salía de su mando.
Francia está amenazada ya desde julio. En agosto las cosas se complican aún más, y Estrasburgo corre riesgo de caer en manos de los prusianos. En octubre el Gobierno de Defensa Nacional francés que pretendía resistir a los prusianos intenta llegar a acuerdos con los invasores. Blanqui intenta se subleva, pero es derrotado.
A finales de 1870 el Gobierno de Defensa Nacional está dispuesto a capitular, pero la capitulación sería efectiva sólo si caía París.
En enero de 1871 los prusianos continúan la invasión, y pronto las provisiones básicas comienzan a disminuir. El pueblo sufre hambre, el Gobierno de Defensa Nacional quiere capitular ante el enemigo invasor de las fueras monárquicas alemanas. En marzo París se amotina. Es el pueblo armado el que resiste no solamente a los prusianos, sino también al gobierno de Versalles, que pretende sofocar a sangre y fuego al pueblo de París, pero que se muestra cobarde con los prusianos.
Es que el Gobierno y el Estado pueden transformarse, cambiar de forma, aceptar un gobierno y un Estado de cualquier ideología… pero no puede permitir que el pueblo tome en sus manos las riendas de sus vidas.
Paris arde en una revolución. Se toman los centros de poder, se suprime el Estado, se eliminan los abusos de los comerciantes, se reestablece el orden y la gente comienza a tomar confianza en la administración de La Comuna.
Entonces, quien decía que “los franceses necesitan una paliza” escribe un libro sobre La Comuna de Paris. Es Karl Marx, el eterno camaleón que enseña a sus cachorros ideológicos como se puede decir una cosa y luego decir exactamente lo contrario, no por definición dialéctica, sino por conveniencia de partido.
Desde la llegada de Bakunin a la AIT (1868) los roces entre Marx y sus acólitos con los anarquistas son frecuentes.
Los anarquistas son partidarios de suprimir el Estado, de crear una organización federalista, no solo para la sociedad futura, sino también para la propia AIT. Esto irrita a Marx, a Engels y compañía. Ellos son centralistas, partidarios de un gobierno “obrero”, de la dictadura, de imponer a la AIT sus puntos de vista, como sucedió siempre en su función en el Consejo General de Londres.
En 1870 Marx deseaba “una paliza” a los franceses; en marzo de 1871 alaba la destrucción del Estado y el federalismo que mientras tanto combatía en los anarquistas, pues en septiembre de 1871, meses después de La Comuna, convoca la Conferencia de Londres, donde se proponía iniciar la excomunión de los anarquistas partidarios de la supresión del Estado y del establecimiento del federalismo (el federalismo tenía fuerte raíz en los anarquistas desde las formulaciones de Proudhon).
¿Cómo explicar, pues, que Marx haya escrito su libro “La Guerra Civil en Francia” elogiando la supresión del Estado y el federalismo, al mismo tiempo que combatía con todas las artimañas (de las más bajas posibles) a los anarquistas, partidarios de la supresión del Estado y propagandistas del federalismo?
En septiembre de 1872 Marx y Engels convocan el Congreso de la Haya, donde con una mayoría ficticia y con un Congreso amañado de principio a fin expulsan a los anarquistas, al menos nominalmente, porque estos se reconstituyen y a los pocos días se reúnen en Saint-Imier para continuar sus trabajos en la AIT al margen de los mandatos de Marx, pero acompañados de la mayoría de las secciones de la AIT que desconocen también los resolutivos amañados del Congreso de La Haya.
Marx escribe su libro “La Guerra Civil en Francia” ante todo orillado por los acontecimientos primeramente y forzado por su papel en el Consejo General de Londres. Esto último es importante, porque indica que Marx escribe “La Guerra Civil en Francia” no a su nombre, porque no sentía lo que escribía, sino llevado a ello por su posición en el Consejo General y obligado por los acontecimientos.
En 1870 pedía que los prusianos apalearan a los franceses; en 1871 aplaudía a La Comuna y pedía combatir a Versalles, por más que la contradicción era flagrante, porque Versalles era un resultado lógico de la invasión prusiana que aplaudió Marx en 1870.
Todo el mundo revolucionario aplaudió a La Comuna; todos reconocían en La Comuna un movimiento revolucionario excepcional, y escribir contra La Comuna en público hubiera dejado muy mal parado a Marx. Entonces sale el camaleón Marx y aplaude a La Comuna, aplaude la supresión del Estado y el federalismo ¡precisamente lo que tanto combatió en los anarquistas! ¡Precisamente en los meses en que preparaba el combate a las ideas de federalismo y a la supresión del Estado del anarquismo!

La obra “La Guerra Civil en Francia” es una pieza extraña en el pensamiento de Marx. Fue siempre un enemigo declarado, en palabras y hechos, de suprimir al Estado, del emplear el federalismo. Si escribió ese libro fue por su camaleonismo, para no quedar mal en público, pero no porque fuera partidario de suprimir al Estado, y mucho menos porque fuera partidario del federalismo que tanto combatió desde el Consejo General de Londres. Su empeño por someter a la AIT a sus decisiones, su necedad por calumniar y atacar a quien pensara distinto de él, su acre forma de insultar a quien no le idolatrara, no permiten pensar siquiera de lejos en que Marx fuera partidario del federalismo.
En mi opinión es una obra que debe estudiarse, pero no tomándola como artículo de fe, sino como una pieza a contrastar con sus demás obras donde no hay asomo de federalismo pero, sobre todo, con las propias actitudes de Marx, porque esto nos dará una clara muestra de que no existe en el marxismo rasgo de federalismo, ni de supresión del Estado.
Hay otras obras a las cuales el público se puede acercar, dignas ellas sí de mejor credibilidad. Las propias memorias de Louise Michel son una de ellas, pieza excelsa de la historia de la Comuna de París.

Salud, anarquía, federalismo.

Erick Benítez Martínez. febrero del 2023.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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