La mentira del impuesto a los ricos -Erick Benítez Martínez-

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Erick Benítez Martínez
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La mentira del impuesto a los ricos -Erick Benítez Martínez-

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En los discursos de nuestros políticos (léase en cualquier país) podemos escuchar cotidianamente que velan por los intereses de los más desfavorecidos y que para aplicar una especie de justifica distributiva de la riqueza social harán leyes y reformas varias para hacer que paguen más impuestos los que más dinero tienen.
El asunto se presenta bajo la máscara de algo bastante lógico: hay gastos y servicios que se realizan para el bien común, por lo que todas las personas deben contribuir para sufragar esos gastos; luego quienes tienen menos medios económicos no pueden contribuir a los gastos públicos con sumas importantes porque esto les arruinaría y sería una injusticia social, pero los burgueses y capitalistas tienen abundantes medios económicos, por lo que sus contribuciones al fisco no les pesan y, además, puesto que se benefician constantemente de ganancias, deben pagar más.
Omitamos por ahora el hecho de que los gastos a los que se pide que contribuyan todos sirven también para pagar los sueldos magníficos que se dan los gobernantes sirviéndose con la cuchara grande y atendamos a la veracidad de que pagan más impuestos los que más tienen.
Así tenemos que bajo este discurso nuestras monjitas caritativas del gobierno lanzan a la publicidad aumentar los impuestos a empresas, negocios prósperos y personas adineradas, y quedan de forma estupenda de cara a posibles elecciones o propaganda del gobierno de turno. Pero vamos a ver en las siguientes líneas como estas propuestas no son más que un nuevo abuso sobre los bolsillos de los trabajadores (1).
Un producto, para poner un ejemplo, tiene un costo de producción de 1 unidad. La venta al público es de 2.5 unidades después de pasar por todas las manos de intermediarios y ser gravado por el impuesto sobre el producto, cuyo costo es de 0.3 unidades y cuya ganancia del capitalista es de 0.8 unidades y de 0.4 para intermediarios, con lo que tenemos los 2.5 unidades de costo de venta al público, 1 de costo de producción y 1.5 entre impuestos y otros gravámenes. El precio del producto, sin contar la ganancia del capitalista, sin pasar por los intermediarios y solo siendo gravado por el impuesto, es de 1.3 unidades. Sin impuesto, es decir, con el solo añadido de los gastos de producción, ganancia del capitalista y ganancias de los intermediarios, es de 2.2 unidades, resultando el 0.3 unidades el impuesto que pagan. Si he sido bastante claro hasta aquí, lo demás se entenderá de manera muy sencilla.
Este producto es fabricado por capitalistas. Capitalistas a los que el gobierno ha prometido subir los impuestos porque “deben pagar más los que más tienen”, y se aplica el impuesto, digamos de 0.2 unidades al producto.
El capitalista no va a asumir el costo haciendo que el producto cueste lo mismo, 2.5 unidades, reduciendo su ganancia de 0.8 a 0.6 ¿acaso alguien lo pensaba? El capitalista aumenta el costo de venta al público y pasa a costar de 2.5 unidades a 2.7 unidades. El producto habrá aumentado su costo en 0.2 unidades, es decir, aumenta en su precio de venta al público el impuesto que el gobierno ha aplicado a los fabricantes.
Es verdad que paga más impuestos, pero los impuestos no los paga el capitalista, sino el comprador final, con lo que el aumento justiciero del gobierno “sobre los que más tienen” se termina aplicando sobre los que menos tienen, sobre los consumidores.
Supongamos, sin embargo, que esta mentira que no se habla y que muchos economistas callan, es en verdad aplicado de manera que no pesa el costo de los impuestos sobre los pobres sino sobre burgueses y capitalistas, y la cosa no será mejor precisamente.
Pongamos por ejemplo el impuesto sobre la renta, el impuesto más ridículo que existe, pero que a la vez nos deja ver que, como en la antigüedad, los gobiernos siguen cobrando impuestos a sus esclavos; el impuesto sobre la renta, repito, que se basa en una escala de ganancias del contribuyente, indica que entre más dinero gane la persona, mayores serán los impuestos que pague y de forma paralelamente opuesta, entre menos dinero gane menos impuestos paga. Esta tabla indica lo mismo que el discurso del político, que el que más gana más impuestos paga, pero…
Los productos tienen el mismo costo para todas las personas, excepto algunos casos en los que se venden centavos más caros en sitios de lujo. Pues bien, sostengo que estos impuestos son igualmente injustos.
Para el trabajador que tiene que pagar, por poner un ejemplo y vayamos por lo bajo, un 10% de sus ingresos en Impuesto Sobre la Renta, la suma le significa una cantidad importante que le podría servir para adquirir productos que le darían una mejor calidad de vida, pero que debe pagar en impuestos. Por su parte, el burgués o capitalista que debe pagar, vayamos a lo promedio, un 30% de impuestos, la cosa no le presenta inconveniente mayor. Sus ganancias son abundantes, y aunque el 30% es una cantidad considerable, le resta un abultado 70% de ganancia libre y que se cuenta en cantidades fabulosas, por lo que no se verá afectado su nivel de vida. El trabajador entrega su 10% pensando en las cosas que podría utilizar con ese dinero, viendo que tendrá que conformarse con una calidad de vida mala, cuando no pésima; el burgués y el capitalista entregarán su 30% de impuestos, quizá remilgando por su avaricia, pero sabiendo que las ganancias obtenidas, una vez descontados gastos, serán más que suficientes para darse un nivel de vida cada vez mejor.
Así es que encontramos que estos impuestos lejos de hacer justicia, pesan nuevamente sobre quienes menos tienen y muy poco sobre quienes más tienen, y que entre peor sea la condición del contribuyente mayor será la carga que le representarán los impuestos, en tanto que cuanto más millonarias sean las ganancias del capitalista y del burgués, menor será el cargo sobre su condición de vida.
La cosa no mejor a la hora de hablar de los productos. Un producto que ha sido gravado en su costo, que como vimos antes pesa sobre el consumidor, se vende al mismo costo al trabajador de obra que al capitalista. Para el trabajador el aumento del costo del producto representa comprar menos producto debido a la subida de precio por el impuesto y su precario salario, mientras que para el capitalista el aumento no significa nada debido a sus excelentes ganancias económicas. Al trabajador el menor consumo del producto le implica una peor calidad de vida, y si son productos alimenticios una menor ingesta, con lo que su salud deteriora. Al capitalista el aumento en los productos no le representa nada, un pelo arrancado a un gato, con lo que su calidad de vida es la misma.
Si a esto sumamos lo que he dicho antes sobre los impuestos a los capitalistas, se verá que la carga no solamente no significa el 30% para los capitalistas, sino que encima esos impuestos salen de los bolsillos de los consumidores, con lo que el capitalista sale limpio de toda carga, pero con millonadas en el bolsillo. Digamos un poco más y pensemos en los miles de chanchullos con que los capitalistas se las gastan para deducir impuestos por donaciones a beneficencia pública, evasión de impuestos, dinero colocado en paraísos fiscales, dinero negro, etc., y se verá que cuando Hacienda o los políticos nos hablan de impuestos “sobre los que más tienen” en realidad nos están diciendo una de las mentiras más grandes de todos los tiempos.

Hagamos la suma un poco más grande, veamos un poco más del horizonte marcado en las líneas precedentes: los aumentos de impuestos no se realizan sobre un solo producto. Son miles y miles de productos y servicios que se gravan con impuestos. Un 0.2% para tal producto, otro 0.5 para tal otro y así infinitamente, con lo que ya no es un 0.% el gravamen, sino sumas importantes que restan calidad de vida a los que menos tienen y que llevan la desgracia a todos los hogares de las clases trabajadoras. Todo producto y servicio lleva su impuesto: desde los pañales que usamos de bebés hasta las flores que serán colocadas en nuestra tumba, todo lleva su carga de impuestos. Estos impuestos, que pesan sobre nosotros, sobre las clases trabajadoras mientras se mantienen cada vez más ricos a capitalistas y burgueses, sirven para pagar los sueldazos de nuestros políticos, de nuestras ministras, de nuestros partidos políticos; sirven para vigilar que nadie atente contra los privilegios de gobiernos, capitalistas y burgueses, para pagar la seguridad del polizonte que nos abrirá la cabeza a garrotazos y para construir la celda donde nos arrojarán cuando protestemos.
¿Acaso estas cosas se dicen en los mítines de los políticos? Clase política, economistas, medios de comunicación, todos callan para arrojar un tupido y espeso velo sobre las formas en que nos esclavizan, mientras nos predican por todos lados que vivimos en justicia, en libertad y en armonía, cuando una guerra silenciosa y económica se ejerce todos los días contra las clases trabajadoras.
Los economistas saben perfectamente estas cosas, y callan lo injusto de la situación. Lanzan toneladas de informes, de teorías, de libros, de notas y cálculos, debajo de los cuales se encuentra la miseria de las clases trabajadoras. Son ellos y ellas, economistas de todos los niveles, quienes se encargan de embadurnar con gruesas capas espesas los lentes de las poblaciones, para mantener en lo oculto y todo lo justificado posible los privilegios de unos cuantos y la miseria de las mayorías trabajadoras.
¿Quieren una verdadera aplicación de impuestos “a los que más tienen”? Que se supriman los impuestos a los productos de primera necesidad a quienes demuestren ser de las clases trabajadoras. Que paguen los impuestos los capitalistas y burgueses no sería ningún abuso. Así como las Iglesias deben ser costeadas por los creyentes, el Estado, que es la Iglesia del capitalismo y de la burguesía, debe ser costeado por capitalistas y burgueses, porque es únicamente a ellos y ellas a quienes benefician las actividades estatales. Interín no suprimamos el Estado, deben ser las clases improductivas quienes lo mantengan.
Las clases trabajadoras deben, en estas condiciones, dejar de prestar toda credibilidad a la clase política, burguesa y capitalista, y prestarse a reclamar lo que por derecho les pertenece: la socialización de los medios de producción para beneficio de todas las personas, y no de un pequeño grupo de parásitos que les exprimen la sangre cuanto pueden.

Erick Benítez Martínez. Abril del 2023



Notas:

1.- En mi libro “Artículos de prensa anarquista” inserté un capítulo llamado “Sanguijuelas de la economía. Impuestos e intermediarios” que conviene leer a quienes deseen un poco más de información sobre lo escrito aquí.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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