Voluntad -Erick Benítez Martínez-

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Erick Benítez Martínez
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Voluntad -Erick Benítez Martínez-

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En el curso de la historia humana las revoluciones han disfrutado de periodos estupendos, donde las rebeliones eran constantes y las revoluciones estallaban aquí y allá.
El estallido de la revolución industrial trajo unas catarsis económicas en las clases laboriosas y esto se traducía en constantes rebeliones.
Las revoluciones, se ha dicho, son cíclicas; la historia humana es lineal, dicen otros; los medios de producción determinan los procesos revolucionarios, dicen aún otros.
No seremos nosotros quienes ignoremos la importancia económica: de todas las ramas del socialismo el anarquismo puede preciarse de ser la que mayor importancia ha dado a la economía y a la crítica de la economía política. Mientras las demás ramas del socialismo tienen un solo programa económico, una ruta definida, para el anarquismo la cuestión es mucho más pragmática. El mutualismo, el individualismo, el colectivismo, el comunismo anarquistas y aún el anarquismo sin adjetivos, son las ramas propuestas por el anarquismo como métodos económicos a emplear en la sociedad futura. No se toma ninguno como método absoluto. Aunque actualmente el comunismo anarquista predomina en la preferencia mundial, estoy convencido de que una revolución futura deberá emplear varios de estos métodos económicos dependiendo del grado de industrialización y tecnología que exista ahí donde el Estado sucumba y las clases obreras tomen posesión de los medios de producción.
De esta forma el anarquismo conoce perfectamente la importancia de los medios de producción para el desarrollo de una revolución, pero no puede de ninguna manera ser un asunto determinante.
Los medios de producción están bastante desarrollados, como indicaba el autoritario alemán que da nombre a la ideología del marxismo, y sin embargo vemos unas clases obreras como pocas veces sometidas y alienadas por las luces de una tecnología que lejos de redimirla del trabajo agotador le nubla la vista para que no advierta su esclavitud. La tan cantada plusvalía robada al trabajador en un pasado, en la sociedad actual es difícil de determinar cuando la máquina desplaza cada vez más al trabajador del puesto productivo sin poderle cuantificar a la máquina su porción de plusvalía.
Si la revolución industrial marcó un hito en el curso de la historia humana, la revolución tecnológica no ha logrado marcar a la humanidad en un sentido revolucionario, sino todo lo contrario. Nunca en la historia humana habíamos tenido tanta información al alcance de la mano, ni formas tan rápidas de comunicación, y sin embargo vivimos rodeados de un analfabetismo funcional bastante lamentable.
La revolución, por otro lado, tampoco puede ser cíclica. Reconocer este principio significaría poco menos absurdo que creer en el tarot y creer que las revoluciones van y vienen cada X tiempo.
La historia humana tampoco es lineal. No podemos concebir una historia que no se pueda cambiar, que siempre deba ser igual. Como anarquistas buscamos precisamente todo lo contrario y nuestra convicción firme en la revolución nos hace asaltar el cielo de las especulaciones armados de fusiles de lógica y balas de voluntad.
Aún hay una proposición más que se abrió campo en el movimiento anarquista. Me refiero al concepto de la revolución y la anarquía como hechos naturales y científicos que vino de la mano de Piotr Kropotkin. La memoria del entrañable Kropotkin me disculpará poner en jaque su idea, pero como científico que era me indicaría estar en el buen camino por dudar; porque la duda es el corazón mismo de la ciencia.
No es nuevo lo que indico aquí. No hago más que retomar el concepto malatestiano cuando criticaba a Kropotkin.
Si la revolución es científica nos indica este mismo hecho su inevitabilidad; si “la anarquía es el orden natural” esto nos indica también su inevitabilidad.
Como conceptos inevitables la revolución y la anarquía vendrían por sí mismos, y todos los esfuerzos que hagamos no harán que el proceso se acelere, y la poca pasión que pongamos en la militancia tampoco haría que se detuviera su llegada. Ambos llegarían por sí mismos, y serían esfuerzos superfluos todo lo que hagamos, nuestros presos lo serían sin sentido alguno y de nada nos valdría ningún esfuerzo. Todos a sus casas, a descansar y permitir el imperio del capitalismo, que su destrucción llegará cuando tenga que llegar. A tal situación nos lleva considerar que la llegada de la revolución y del anarquismo son inevitables.
Contrario a estos conceptos, considero que es muy pedante considerar que se puede esquematizar la historia a futuro. Si bien lo pasado puede ser objeto de estudio e influir grandemente en las propuestas a futuro, no considero que la historia futura esté sujeta a determinismos.
Si esquematizamos el futuro caemos en la inmovilidad, en el fatalismo de considerar que la revolución y el anarquismo pueden llegar de forma inevitable y la inmovilidad aparece; si consideramos que solamente el desarrollo de los medios de producción hará explotar la revolución, la realidad actual nos demostrará de forma muy cruda que es este un concepto totalmente erróneo y que todo esfuerzo realizado resulta falso; si consideramos que la historia es cíclica no nos queda más que esperar la llegada de la revolución; si consideramos que la historia es lineal renunciamos, desde ya, a todo cambio revolucionario.
Ante esto se levanta poderoso aquello que líneas arriba consideramos como balas: la voluntad, la poderosa voluntad.
La voluntad que indica a quienes aspiren a un cambio que no llegará nada por sí mismo, ni por fatalismos ni por ciclos, sino que aquello que las clases obreras deseen deben conquistarlo en base a su esfuerzo, en base a su decisión.
En nuestro camino hacia la revolución de nada nos vale tener la verdad de nuestro lado si no tenemos también (y trabajamos en ello) un poderoso movimiento anarquista que haga que la verdad y justicia del anarquismo se imponga a los capitalistas y al Estado, porque por mucha verdad y justicia que tengan nuestras ideas, sin fuerza, sin decisión, sin voluntad, se quedan solamente en el campo ideológico y jamás en el práctico. Para estallar esa revolución y ese anarquismo que sentimos y deseamos, no podemos tomar el camino del fatalismo y de la inevitabilidad. Es preciso que arrojemos esas concepciones fatalistas a un lado y tomemos en nuestras manos la decisión de impulsar nuestras ideas anarquistas de forma práctica en la militancia y el compromiso firme con el anarquismo y con la revolución que lo ha de traer.
Materialistas por convicción, solo nos atenemos a los hechos y esos hechos hemos de conseguirlos con voluntad y firmeza.
No confío para nada en el posibilismo, que también nos hace caminar a pasos pequeños y “prácticos” que muchas veces conduce a la colaboración política. Sin ambigüedades, sin medias tintas, sin fatalismos, tomemos el camino firme y directo de la lucha por nuestras queridas ideas anarquistas. Confabularnos con otras fuerzas políticas so pretexto de “pragmatismo” nos lleva siempre a servir intereses distintos a los nuestros. Regar nuestro propio jardín, como decía Ricardo Mella, y hacerlo con la voluntad en las manos, nos traerá sin duda un movimiento anarquista fuerte tarde o temprano. Sembremos, que para nosotros o para las generaciones venideras, pero la cosecha ha de llegar.

Unas palabras más sobre la voluntad.
Los fatalismos de los que hablamos antes llevan también a concebir la revolución y la llegada de la sociedad anarquista como los milagros que casi por arte de magia han de cambiar radicalmente todos los vicios que arrastra la humanidad. Siglos y siglos de ejercicio de autoridad y degradación humana en los altares de la competencia fomentada por el Estado y el capitalismo desaparecerían así, con un tronar de dedos por la sola llegada de la revolución. Pareciera que esto es algo que, aunque erróneo, se podrá corregir cuando los sucesos lleguen.
Sin embargo es evidente que la revolución y el anarquismo no son una utopía ni una especie de milagro que obrarán de formas misteriosas un cambio mental y que al siguiente día de la revolución todos las maldades humanas habrán de desaparecer, dando paso a una sociedad en la que no existirá ningún mal, ninguna posibilidad de injusticias y el sol brillará sobre una sociedad de hermanos cambiados en su mentalidad de un instante a otro.
Si bien el anarquismo, al suprimir la propiedad privada y el capitalismo junto al Estado y las instituciones que les dan vida, hará una supresión inmediata de muchas de las causas de las desigualdades e injusticias sociales en que se basa la sociedad presente y que nos empeñamos en destruir y formar una nueva, es preciso que quienes se asumen anarquistas tengan en sus prácticas dos objetivos esenciales: estudio profundo de nuestras ideas anarquistas, de manera que no haya forma en que ninguna tendencia reformista nos desvíe de nuestros objetivos anarquistas y que al llegar la revolución no partamos de lo improvisado, dejando a la suerte la organización de la sociedad anarquista que deseamos. Los estudios históricos, filosóficos y económicos que realicemos ahora nos harán actualizar a los tiempos actuales las ideas anarquistas y si la revolución llega no habremos de partir de la improvisación, sino que estaremos suficientemente listos para organizar todo al margen y contra toda forma de centralismo y autoridad, suprimiendo al Estado y al capital no solo en los campos de batalla, sino también en la organización de la sociedad siendo este el más duro golpe que pueda recibir y sepultando así todo rastro de Estado y capital; no esperar a que llegue la revolución y el anarquismo para destruir en nuestro interior el ejercicio de la autoridad y que llevemos a la práctica ese mundo nuevo por el que trabajamos todo lo que nos sea posible.
La persona nueva, regenerada, hermana de todos y justa para con todos, debe formarse desde ya.
La voluntad como herramienta, el estudio a profundidad de nuestras ideas anarquistas y la puesta en práctica, desde ya, de estas ideas todo lo que nos sea posible. Tales son los elementos prácticos, voluntaristas, que ponen nuestras queridas ideas en el carril de los hechos y serán tarde o temprano lo que nos traiga el triunfo.
Manos a la obra, hermanos y hermanas. A organizarse, a estudiar, a luchar, firmes y convencidos no solamente de lo justo y bello de nuestras ideas, sino de la necesidad de que luchemos por ellas sin titubear y sin esperar a nada, tomando en nuestras manos la organización firme y voluntarista del anarquismo.

Salud, voluntad y anarquismo.

Erick Benítez Martínez. Marzo del 2022


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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