El capitalismo es la pandemia. Coronavirus y trabajadores

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Erick Benítez Martínez
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El capitalismo es la pandemia. Coronavirus y trabajadores

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El 31 de diciembre del pasado 2019 China dio al mundo la noticia de una nueva cepa de coronavirus que poseía las condiciones de poder transmitirse al ser humano.
Ahorro al lector dar una charla sobre la naturaleza del virus que, como es sabido, se ha difundido abundantemente provocando una considerable cantidad de infectados en todo el mundo.
Preferiré hablar sobre cosas más de interés para los trabajadores.

Aspectos económicos

En las prácticas del capitalismo es casi un ritual la especulación económica porque, como bien se sabe, entre menos productos haya más caro se venden estos y entre más productos haya estos bajan de precio.
Así es que, en vías de obtener ganancias suficientes, el capitalismo hace que se produzca no en virtud de la demanda, sino en vistas a obtener una reducida oferta que haga subir sus precios (1), lo cual veremos un poco más adelante en el tema petrolero.
De esta manera tenemos muchos ejemplos en los que las fábricas no se ponen a trabajar al 100%, sino solo lo suficiente para mantener abastecida la demanda (2); tenemos también el ejemplo de barcos arrojando alimento por la borda en el mar antes de regalarla o venderla a bajo costo; incluso podríamos hablar de las llamadas “huelgas a la japonesa”, una leyenda (no se ha comprobado su existencia) en la que los trabajadores en huelga en lugar de detener la producción trabajan a todo vapor, produciendo así un sobre abasto de mercancías y la consecuente caída de precios con el daño lógico a la empresa.
Tenemos, pues, un hecho reconocido por la economía, y que aplicado al contexto de la pandemia se traduce en lo siguiente: al parar los trabajadores la producción debido a la pandemia los productos se irán agotando en corto tiempo y la subida de precios es la secuela lógica de ello.
Es claro que no todos los trabajadores pararán, pero sí una mayoría (3).
Algunos de estos trabajadores irán a casa con goce de sueldo, pero muchos de ellos irán a casa con los bolsillos vacíos.
¿Qué significa esto?
Los trabajadores que gocen de sueldo tendrán poder adquisitivo, pero las mercancías habrán subido de precio, por lo que su situación no será del todo la mejor, porque el dinero le rendirá menos; los trabajadores que no gocen de sueldo, al no tener poder adquisitivo, no podrán adquirir lo necesario para su supervivencia y esta se hará mucho más precaria de lo que ya era.
En cuanto a la economía, al no haber un poder adquisitivo estable, las mercancías van a escasear por la falta de productores, por un lado, y por el otro no podrán ser fácilmente adquiridas; la mercancía que haya será vendida a precios altos, con lo que de forma inmediata aparecerá una condición de pobreza peor para los trabajadores.
El dólar se ha posicionado en un sitio de privilegio; las mercancías aumentan de precio exponencialmente a nivel mundial, y la especulación de ciertos productos es un hecho palpable.
A los capitalistas les viene de perlas este virus, porque si bien sus almacenes no estarán al 100%, ello les asegura una subida de precios.
Se trata, ahora, de que el Estado, esa institución de protección al capitalismo, se dedique a asegurar un mínimo de poder adquisitivo a los trabajadores, tanto para que la producción no se detenga del todo, como para que los trabajadores tengan la posibilidad de adquirir sus productos. A precios altos y con consecuencias desastrosas, pero poderlos adquirir.
En el fondo nos encontramos con las prácticas diarias del capitalismo, pero de una manera emergente: hacer que los trabajadores vivan en unas condiciones de pobreza, pero no tanta para que puedan seguir vivos; sumir al pueblo en la miseria, pero darle un mínimo de dinero para que puedan seguir consumiendo.
De esta manera vemos al gobierno “preocupado” porque no se produzcan recesiones económicas. Dando créditos a las empresas, a los trabajadores. Facilidades de pago para ciertas cosas, descanso con goce de sueldo para unos trabajadores y pagos medios a otros.
No se ocupan de impedir la especulación, sino de dar un mínimo de posibilidades de compra a los trabajadores. No es gratis, desde luego.
Los créditos y facilidades de pago a los trabajadores no significan otra cosa que los trabajadores no solamente estarán explotados, en la miseria y sin un trabajo que les permita salir un poco adelante, sino que además estarán endeudados hasta el cuello.
No detienen la especulación, he dicho líneas más arriba.
Efectivamente: los productos suben de precio de forma exponencial sin que los Estados se ocupen de detener esto. Harán, si acaso, alguna cosa contra algún establecimiento, pero dejarán en total impunidad a grandes empresas para que especulen con los precios, o como mucho les impondrán multas que no significan apenas nada en comparación con las jugosas ganancias que estos obtienen.
Y es que la especulación no se circunscribe al mero hecho de subir los precios, sino que se realiza incluso cuando estos se mantienen iguales a los tiempos anteriores a la pandemia. Me explico.
A mediados de marzo del presente año, ya en presencia del coronavirus, Arabia Saudita lanzó una ofensiva petrolera realizando una sobreproducción petrolera (hasta 1,000,000 de barriles diarios) que obligó a Estados Unidos a bajar sus precios y con ello a todos los países petroleros.
Hemos visto antes que entre menos productos haya se venden más caros, y entre más producto haya se vende más barato.
Pues bien. La ofensiva petrolera de Arabia Saudita trajo consigo una caída mundial del precio del petróleo.
Esta baja de precios significa que baja también la gasolina. Es bien sabido que la gasolina determina también la subida o bajada de precios en las mercancías. Al tener menor coste la gasolina el coste de traslado de mercancías se reduce también.
Pues bien, con la caída del petróleo el precio de la gasolina también bajó… pero contrariamente a lo que indicaría la lógica, las mercancías suben de precio.
Tenemos así que el capitalismo busca subir los precios con la especulación, pero al mismo tiempo los precios deberían bajar por la reducción del costo del petróleo ¿cómo poner a punto la máquina que por una punta tira para un lado y por la otra punta tira para otro sitio distinto?
Normalizando los precios del petróleo.
Esto ha llevado a que en México AMLO anunciara hace unos días la reducción en la producción petrolera en un grado de 100,000 barriles diarios; Trump, por su parte, reduce en 250,000 barriles diarios la producción estadounidense.
Esto tendrá como consecuencia que, al producirse menos, el precio del barril de petróleo se normalizará a los precios anteriores a la ofensiva petrolera de Arabia Saudita.
Tenemos entonces que mientras el capitalismo busca especular con los precios, el Estado, el perro guardián del capitalismo, se encarga de normalizar los precios del petróleo para que esto impida cualquier bajada de precios de las mercancías.
¿Nos damos cuenta del actuar criminal del Estado y del capitalismo?
La gente muere en los hospitales por un virus; los despiden del trabajo y, con goce de sueldo, sin goce de sueldo o con paga disminuida, las mercancías suben de precio.
En este contexto, cuando la gente más necesita comer y consumir, el Estado y el capitalismo, esos dos criminales, se dan un abrazo fraterno para estrangular más al pueblo.
Así es que incluso cuando el capitalismo no especulara con los precios y no aumentara los mismos, la bajada del precio del petróleo obliga a bajar los precios y si estos se mantienen es también una forma de especulación. Situación que se agrava cuando no solo se mantienen, sino que se elevan ¿cabe mayor sinvergüenzada?

Irse a casa, que es lo que se recomienda en estos casos, se convierte, se vea como se vea, en una cosa racional en cuanto a la contención de la pandemia se refiere, pero en una auténtica ofensiva contra los trabajadores por parte del Estado y el capitalismo por otra.
Lo racional en estos casos implicaría la socialización de los medios de consumo, pero no vayamos tan lejos. Una economía medianamente justa implicaría un inmediato paro de los pagos de alquiler, créditos y deudas, así como una bajada de precio de los productos y aislamiento laboral con total goce de sueldo. De esta manera al terminar la pandemia la economía apenas se habría resentido porque el poder adquisitivo del trabajador no sería mínimo y la economía se recuperaría pronto.
Pero ni siquiera estas medidas tibias son tomadas. Se deja actuar al capitalismo en un auténtico bandolerismo económico agudizando las condiciones de precariedad justamente cuando se vive una pandemia.
La actuación, pues, no puede ser más criminal.

¿Verdad o mentira?
Ahora bien ¿el virus existe o no existe?
Evidentemente hay también una inflación de las cifras de muertos e infectados por el virus que daría para otro artículo, pero el virus existe, es real, y es tan real que, si bien no tiene el poder de mortalidad de otras pandemias, ya ha cobrado la vida de compañeros anarquistas.
Este mero dato sería suficiente para que quienes se asumen de estas ideas no dudarán un minuto de la existencia del virus.
Esos compañeros anarquistas fallecidos por el virus, cuya memoria abrazo y quiero por ser hermanos de ideas, deben ser una muestra de que esto es algo serio.
La tasa de mortalidad del virus es baja, es cierto, pero es una verdad indudable que el virus existe.
Lo peor de este virus no es su tasa de mortalidad, sino la utilización que se hace del mismo: creación de un pánico que tiene consecuencias desastrosas para el trabajador. La economía aplasta al trabajador con un peso terrible, y esto, amigos y amigas, no es ninguna invención.
Esto, que es real, se transforma en un arma más del capitalismo, enemigo implacable del pueblo trabajador.

Autodisciplina
Ahora bien ¿qué hacer?
Se trata de una contingencia, y como tal, impone condiciones propias por sí misma, al margen de lo que diga el Estado.
Salir a las calles propagaría el virus; virus que pueden solventar en gastos los que mejor posición ocupan, porque estar infectado no implica solamente medicinas que pueden (o no) ser gratuitas, sino también el traslado de familiares a los hospitales y los gastos que esto genera, aislamiento de la persona infectada cuando a veces se carece hasta de casa propia, persona que además no puede aportar a la ya precaria situación familiar.
En estas condiciones, me parece, es necesario tener autodisciplina y mantenerse aislados.
El Estado puede decir misa. Jamás en la historia humana los trabajadores tienen nada bueno de escuchar al Estado. Pero en una pandemia da igual lo que el Estado opine.
Los trabajadores deben aislarse todo lo posible no por lo que diga su enemigo, sino por responsabilidad propia.
¿Deben salir a trabajar porque de lo contrario no comen? ¡Entendible! Me parece que nadie ha pensado en decir a los trabajadores que se queden en casa aun cuando se mueran de hambre.
¿Deben salir a comprar alimento? ¡Desde luego! Creo que nadie ha dicho que se alimenten de piedras.
Pero fuera de esas necesidades vitales para el ser humano hemos de mantener una disciplina propia que ahogue el virus, porque entre más rápido pase será mejor para todos.
No podemos esperar absolutamente nada del Estado, que como ya vimos se funde en abrazo fraterno con el capitalismo para matar de hambre al pueblo; no podemos esperar nada de nadie que no seamos nosotros mismos ¿No es algo que han repetido los anarquistas durante casi dos siglos de existencia?
Sepamos estar a la altura de las circunstancias compañeros. Demos al pueblo una muestra de responsabilidad.
Algunos compañeros hacen lo que pueden para no detener sus actividades anarquistas: escribir, editar libros y periódicos, huelga de alquileres, donación de elementos de salud a sectores precarizados, presión a las instituciones estatales para dotar de elementos sanitarios a los hospitales, y un largo etcétera de cosas que son dignas de aplaudir, porque ni siquiera en plena pandemia se detiene el impulso anarquista.
Esto pasará compañeros, pasará indudablemente dejando una huella de desastre para la ya precaria economía de los trabajadores. Pero mientras pase no debemos parar nuestras actividades, sino llevarlas a cabo con otras características como están haciendo compañeros y compañeras en todo el mundo.
A la pregunta inicial “¿Qué hacer?” solo le puede corresponder una respuesta: continuar siendo anarquistas en pandemia o sin pandemia, en la contingencia y cuando esta pase, porque de mantener una estricta conducta anarquista depende el presente y el porvenir de nuestras ideas.
Mantener una autodisciplina y llamar a todos a la misma, de manera que nuestra conducta de responsabilidad contraste con la estupidez e irresponsabilidades del Estado y haga ver a los ojos de los trabajadores quienes son sus enemigos.
Mantengamos nuestras posiciones. Inflexibles a todo reformismo. A la altura de las circunstancias. Prestos a regresar a las calles y los locales en el primer minuto que podamos.


Erick Benítez Martínez. Abril del 2020


Notas:

1.- Es mentira que los almacenes estén en la actualidad abarrotados como a veces repiten algunos escritores anclados en prácticas del siglo XIX.
Es verdad que entonces los almacenes rebosaban de mercancías, pero esto tenía como consecuencia la parálisis de la producción, el desempleo, el nulo poder adquisitivo y las acostumbradas “crisis económicas” por sobreproducción, lo que generó en su momento intensas revueltas sociales y revoluciones en todo el siglo XIX y XX.
En la actualidad, y por inspiración de Keynes, el capitalismo produce lo que se puede consumir solamente, generando con esto una producción carente de intensidad, permitiendo así algo de descanso al trabajador para producir después, pero también algunos ingresos económicos que le permiten tener poder adquisitivo, con lo cual el consumo no se detiene, la producción se mantiene y la economía carece de esas constantes crisis económicas. De ahí, en parte, que las agitaciones sociales, si bien se producen, no son tan intensas como antes.
Así es que tenemos que al capitalismo le conviene producir no en forma acelerada, sino de manera suficiente para que la producción no se detenga, pero que tampoco le genere sobreproducción con las consecuentes crisis y paralización de la producción.
Es mentira, pues, que los almacenes estén abarrotados y que en una revolución se puedan todos dedicar a la fiesta revolucionaria y gritar “¡Abajo el trabajo!”.
Los almacenes resistirán un par de días, pero habrá que continuar produciendo si no se quiere llegar a situaciones de carencias y con ello el desastre de todo movimiento revolucionario.
El capitalismo muta, no es el mismo del siglo XIX, y debemos entender sus movimientos para saber cómo actuar contra él.
2.- Los actuales medios de producción son suficientes para que, puestos a trabajar intensamente, den productos suficientes a la población sin que esta apenas labore un par de horas.
Las fábricas que ahora producen X cantidad de productos podrían producir el doble o el triple, pero se las explota solamente lo suficiente para mantener el abasto necesario.
Tenemos, pues, que a pesar de poder eliminar la pobreza esto no se realiza y se prefiere mantener los privilegios de unos cuantos basados en la miseria general. En síntesis: ellos son ricos porque nosotros carecemos de todo.
3.- Nuestros demócratas liberales se pisan la lengua diciendo que gracias al patrón hay trabajo y los trabajadores pueden vivir, pero vemos en esta pandemia que la clase política no produce absolutamente nada necesario, los burgueses y capitalistas se han ido a sus casas en la playa a pasar la pandemia, y son los trabajadores los únicos que mantienen a flote a la sociedad.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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