El arte y la producción - Erick Benítez Martínez-
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El arte y la producción - Erick Benítez Martínez-
Proudhon definía de la siguiente manera la importancia y contribución del artista y del sabio para con la sociedad respecto a la producción:
“El artista, el sabio, el poeta bien reciben su justa recompensa sólo con que la sociedad les permita entregarse exclusivamente a la ciencia y al arte: de modo que, en realidad, no trabajan para ellos, sino para la sociedad que les ha instruido y les dispensa de otro trabajo. La sociedad puede en rigor pasarse sin prosa, ni versos, ni música, ni pintura, de saber cómo están la luna o la estrella polar, pero no pueden estar un solo día sin comida ni alojamiento” (1)
Por mi parte he de dejar apuntado desde el comienzo de este artículo que de ninguna manera pretendo reducir o eliminar el arte en mi concepción de una sociedad anarquista; nuestra intención para con el arte debe ser muy distinta: liberarlo, haciendo del arte una cosa tan extensa que toda la sociedad pueda disfrutar del mismo, y como veremos a lo largo de este artículo solamente a condición de ser libre el arte será tan difundido como pocas veces lo ha sido.
Proudhon en la cita que se reprodujo líneas arriba se refiere ante todo a la participación del artista en conceptos económicos.
Efectivamente ¿qué producen los artistas? No dudará nadie en decir que producen bellos lienzos, piezas de música excelsas, esculturas y piezas hechas a mano de una belleza excepcional.
En esto concordamos, pero hablemos en términos económicos.
En economía existen cosas indispensables para la existencia humana: vestido, calzado, alimento y alojamiento son cuatro de las más indispensables y sin las cuales ninguna persona puede vivir.
Ahora bien, estas cuatro cosas indispensables se producen en fábricas, se siembran en campos y se construyen en descampados, por lo que podríamos decir que todos los que atienden a esa producción son productores indispensables para la humanidad: los obreros de la fábrica que realiza todo tipo de calzado, la obrera que trabaja en la fábrica donde se realizan todo tipo de prendas de vestir para ambos sexos, el campesino y la campesina que laboran en el campo sembrando y cosechando alimentos y los albañiles que construyen grandes casas. Todos ellos y ellas son elementos indispensables para la producción más vital de la sociedad. Producción sin la cual todo ser humano padece, y cuya producción es indispensable para toda la especie humana.
Ahora bien, tomemos un solo ejemplo de estas cuatro producciones indispensables. El obrero de la fábrica de calzado no es el único partícipe de su producción. Para llegar a terminar un calzado influyen cientos y hasta miles de otros productores que hicieron posible esa industria: el minero que extrajo el metal con el que después se forjaron las piezas de las máquinas que se utilizan en la industria del calzado; los albañiles que construyeron la fábrica; los obreros de la industria textil que a su vez produjeron las materias primas o los curtidores de piel que llevaron su materia a la industria del calzado; el transportista que llevó las materias primas de un sitio a otro para que fueran procesadas y terminados en forma de calzado y que al ser terminado también lo transporta a los sitios de venta final; incluso el maestro de la niñez del ahora fabricante que le enseñó los conocimientos indispensables y primarios que luego formaron parte de su formación laboral (2).
Todos ellos y muchos otros no nombrados forman parte de la producción. Unos produjeron directamente mercancías: piezas, máquinas, materia prima, construcciones, herramientas, etc.; y otros colaboraron con la producción en forma de servicios: instrucción, transporte, diseño, etc.
Estas industrias se enlazan una con otra a su vez: el fabricante de calzado requiere el alimento que le brinda el campesino, la ropa fabricado por la obrera y alojarse en una casa construida por el albañil.
Vaya por delante decir que, pese a ser ellos los productores de lo más indispensable para la vida humana carecen, por lo general, de las mismas cosas que fabrican los demás productores y que por su propia condición de productores es a ellos a quienes que les corresponden por justicia. El sistema del capitalismo y sus contradicciones son vergonzantes, pero regresemos a nuestro tema de la producción.
Produciendo directamente y brindando servicios a esta producción primaria tenemos a trabajadores por igual.
Estos productos y servicios son indispensables para la producción de los cuatro elementos indispensables para la vida que enunciamos antes.
Hay aparte otros elementos que forman parte del consumo humano: diversión, ejercicio, cultura, poesía, arte, música, y artículos relacionados con estos elementos.
Estos últimos elementos, aunque importantes para toda persona humana, no son indispensables como los cuatro elementos indispensables que enumeramos antes: yo puedo estar aburrido mientras esté alimentado, pero no puedo estar en plena diversión desfalleciendo de hambre; puedo vivir sin la sinfonía de Beethoven en mi casa, pero no puedo estar disfrutando de su melodía viviendo en la calle.
Para el ser humano existen prioridades que deben atenderse de manera urgente, dando a todo ser humano casa, vestido, calzado y alimento como prioridades urgentes y posteriormente se puede atender lo demás.
Estos productos y servicios indispensables para la especie humana requieren personas dedicadas a ellos.
En una sociedad como la actual lo más indispensable es proveer a todos de los cuatro elementos básicos de existencia. Los artículos de segunda necesidad se pueden y deben atender, desde luego ¿pero acaso podemos pensar en artículos de segunda necesidad cuando hay personas padeciendo hambre, sin calzado, sin qué vestir o teniendo que vivir en la calle o pagando alquileres a esos buitres de la propiedad?
Ahora bien, si hay artículos de primera necesidad como lo es el vestido, el calzado, el alimento y el hogar ¿a qué categoría pertenecen la música, la pintura, la escultura y cosas aún más banales como el fútbol?
Por artículos de segunda necesidad podemos entender muebles, electrodomésticos, electrónica, libros, maletas, bicicletas, etc.
Son cosas que si bien son necesarias para nuestra vida de ellas no depende nuestra existencia. Por ello son artículos de segunda necesidad. Importantes de tener, importante que se fabriquen y sus productores son verdaderos trabajadores.
¿Pero un Picazzo, la quinta sinfonía de Beethoven, el Miguel Ángel o los goles de tal o cual futbolista?
Son artículos, sin duda alguna, de tercera o cuarta necesidad, y tendremos cuidado de llamarles de necesidad.
En realidad no los necesitamos. Son cosas y actos que pertenecen a la expresión humana, y expresiones humanas hay (o debería haber) tantas como personas existimos.
No hay, pues, una necesidad primaria ni secundaria de ellas, y resulta indignante que quien gane una millonada no sea quien produce cosas útiles e indispensables para la vida humana, sino quienes se dedican a satisfacer gustos y placeres burgueses y de alienación.
Amén de que sus privilegios económicos son insultantes, su labor no es en absoluto productiva, ni podemos llamarles trabajadores sin insultar a la justicia y racionalidad más primaria.
La sociedad tiene necesidades que atender, y cada elemento de la sociedad debe colaborar en la producción indispensable para su existencia.
La persona que se dedica a otra cosa que no es la producción directa e indispensable o a un servicio destinado a esta misma producción está consumiendo productos sin contribuir a su producción.
Lo mismo podríamos decir del capitalista, los millones de intermediarios de mercancía, todas las fuerzas armadas, el clero, los herederos, los gobernantes y toda la burocracia estatal. Esos elementos consumen productos indispensables sin producir nada: comen abundantemente, viven en grandes casas, visten y calzan de la mejor manera, y en cambio no producen absolutamente nada. Explotan a los demás, masacran poblaciones, venden fantasías religiosas, viven con excesos, tienen en su poder un gran aparato gubernamental por medio del cual aseguran la existencia de toda su estirpe de parásitos.
A ello sumemos otros elementos que, menos dañinos que el Estado, el capital y sus tentáculos, tampoco producen nada indispensable y que sin embargo gozan de grandes beneficios: pintores, escultores, músicos, actrices, cantantes, futbolistas, beisbolistas y deportistas en general.
¿No es completamente injusto e irracional que el campesino que levanta abundantes cosechas viva en la miseria aun cuando su trabajo es indispensable para la humanidad, y un cantante gane millones y millones por una actividad no indispensable para la humanidad?
¿No se crispan los puños al ver a un guitarrista disfrutar lo que hace ganando millones y millones, mientras hay albañiles jugándose la vida a 40 pisos de altura por un salario infinitamente menor?
Tomemos una población de 1000 personas, por poner un ejemplo.
1000 personas trabajando deberían producir el equivalente a 1000 consumiciones (alimento, vestido, calzado y alojamiento y artículos de segunda necesidad) (3).
Pero sucede que de esas 1000 no todas producen, pero sí todas consumen: 100 hacen de policías, 50 de gobernantes, 100 de religiosos, 50 de cantantes, 50 de actrices, 50 de escritores, 50 de pintores, 50 de músicos.
Estos elementos consumen buenos alimentos, se alojan en buenas casas, visten y calzan de manera excelente, pero no contribuyen a la producción.
Una población de 1000 personas que requiere 1000 consumiciones tiene un total de 500 elementos que no contribuyen a esas 1000 consumiciones, por lo que 500 elementos deben producir el doble de lo que les corresponde o consumir una mitad menos de su ración.
Los elementos improductivos sumen en la miseria a la mitad de esa población.
Este ejemplo demuestra que la producción real de lo más indispensable pesa sobre una parte trabajadora mientras otra se dedica solamente a disfrutar.
Ahora, al ejemplo de una población de 1000 personas sumemos los datos de población de un país, añadamos que no solamente existen artistas y cantantes, escritores y músicos, pintores y futbolistas. Sumemos políticos, gobernantes, policías, carceleros, curas, burócratas.
Sumemos todo eso y tendremos un espectáculo terrible: el pueblo trabajador sostiene un cúmulo de improductivos viviendo a lo grande mientras ese pueblo productor vive sumergido en la miseria (4).
En la actualidad es indignante ver futbolistas millonarios por jugar con la pelotita (5), cantantes viviendo lujos execrables por disfrutar cantando, pintores millonarios por pintar una lata de comida, actrices nadando en dinero por aparecer 10 minutos en una escena o en un comercial e incluso por post en redes sociales, escritores millonarios por escribir novelas vulgares y sin contenido alguno de interés.
Todo esto tiene una explicación sencilla: el arte, la música, la escritura y la actuación no tienen más móvil que el dinero.
Hay una obra de teatro, por poner otro ejemplo, que retrata la miseria del pueblo, que canta lo más bello de la humanidad, que refleja la realidad de millones de personas… pero no dejará dinero, y entonces se prefiere poner en escena obras vulgares, pero que vendan.
Un pintor puede realizar un lienzo magnífico sobre la solidaridad humana, pero prefiere lanzar chorros de tinta de “arte abstracto” que se venderá por millones, destinado a un público excéntricamente imbécil.
Un escultor puede esculpir una obra bella sobre la historia humana, pero prefiere retorcer unos cuantos fierros que harán levantar la ceja de asombro a un puñado de burgueses que lo harán millonario.
Una pieza musical al estilo de Chopin podría ser compuesta, pero se prefiere componer ridiculeces que sirvan para bailar a un público palurdo e impresionable porque se obtendrán jugosas ganancias de ello.
Obras magníficas de la literatura o la poesía se podrían componer, pero se prefiere escribir “el monje que vendió su Ferrari” y poesía del corazón, porque ello dará buenas ganancias por públicos banales.
¡Y así el arte va en decadencia desde hace mucho!
No se realiza arte para expresar algo, no se canta para decir algo, no se compone música para deleitar a nadie, no se escribe para expresar pensamientos e ideas. Se hace todo por dinero.
¿Quién de los que escriben o leen historia no se percata que tiene cientos de años que el arte va en decadencia? ¿Quién no ve que ya no hay apenas esculturas bellas como antes, ni lienzos hermosos, ni bellas obras de música, ni libros tan geniales como antes? ¿Quién no ve las diferencias del Renacimiento con la vulgar actualidad, aun cuando hoy tenemos miles de avances científicos, industriales y tecnológicos?
¡Pobre arte, que pobre concepción del arte cuando se le llama “artista” a una cantante pedante y vulgar, cuando el arte es un girasol valuado en millones, cuando se llama arte a ritmos monótonos o escritores a autores de libros de superación personal!
Mientras escribo estas líneas (diciembre de 2019) el artista italiano Maurizio Cattelan ha realizado otro acto de lo más vergonzoso para el arte al exponer una banana pegada a la pared con cinta durante la Art Basel Miami Beach.
La cosa suena absurda, pero lo es más que esta… obra, ha sido visitada por infinidad de personas que se toman fotos con la banana pegada a la pared y que, además, ésta se vendió en la friolera cantidad de 120,000 dólares… ahí no termina la cosa, porque esa “obra” se realizó 3 veces, siendo pagada cada una por los mismos 120,000 dólares.
¿Se comprende qué tan bajo ha caído la concepción del arte?
Bien definía Proudhon esta decadencia del arte:
“La sociedad se separa del arte; lo saca de la vida real; hace de él un medio de placer y de diversión, un pasatiempo, pero del cual no depende; tiene algo de superfluo, de lujo, de vanidad, de libertinaje, de ilusión, todo lo que se quiera. Pero no es ya una facultad o una función, una forma de vida, una parte integrante y esencial de la existencia” (6)
Hay artistas verdaderos en las calles: genios pintando, haciendo música, declamando y escribiendo ¡Pero son tan pocos!
Esa gente hace su arte de manera libre y desinteresada, por puro gusto. Sean buenos o no, nadie les puede arrebatar el que sean artistas auténticos, porque sus expresiones son totalmente libres y alejados de realizaciones por cuestiones económicas.
Tenemos en conclusión que el llamado arte en la actualidad no es más que un producto en cuya frente no brilla el ingenio o el placer comunicativo, sino el símbolo de dinero.
A su vez estos pintores, escultores, cantantes, músicos, actrices y futbolistas no generan absolutamente nada indispensable para la vida humana, sino cosas y actos que deberían ser expresiones propias no retribuidas en tanto que no son productivas.
El cantante, el músico, el pintor, la actriz, lo deportistas y el escultor deben reintegrarse en la sociedad productiva ejerciendo una labor de utilidad a la sociedad en la que viven, dejando sus expresiones artísticas como expresiones no retribuidas.
Hay otras formas en las que el arte podría y debería desarrollarse: de manera libre, independiente, no siendo otra cosa que la expresión de cada persona.
En una sociedad libre como la que propone el anarquismo el arte tendría otra concepción: seguiría siendo injusto que hubiera trabajadores en las fábricas, campesinos en los campos y obreros de la construcción, cuyas tareas son arduas, y gente que se dedicara a pintar o cantar pretendiendo tener los mismos derechos al consumo.
Desde luego que dados los medios de producción, comunicación y tecnología las jornadas laborales de todos se verían muy reducidas, siendo apenas necesarias un par de horas para satisfacer las necesidades del pueblo.
El pintor, el cantante, la actriz, el escultor, los deportistas, el escritor y el músico deberían acudir a sus puestos de trabajo a producir cosas de importancia para el consumo, y al término de esa labor, que los haría verdaderos productores con derecho al consumo, podrían reunirse con otros con sus mismas inquietudes a pintar, a cantar, a hacer música, a practicar deporte, a escribir, a esculpir o a poner en escena las obras que sean de su preferencia.
Al hacer esto el arte tendrá otro matiz: cada ejercicio artístico no solamente tendrá la visión estética de cada quien, sino que además estará impregnado de esa convivencia diaria con sus compañeros de trabajo, de esas mil experiencias compartidas, esos miles de momentos, de esa creación y comunión que se da en los centros de trabajo.
El arte será libre y mil veces más bello, porque no será un producto vacío de carisma destinado a la venta sin más objetivo que el lucro. Cada obra tendrá el poderoso influjo de su creador que dará a cada pieza no solo lo mejor de su esfuerzo, sino lo mejor de sí mismo porque será una creación nacida de la inspiración libre, no vendida ni comprometida para satisfacer gustos burgueses.
Y florecerán, aquí y allá, decenas, centenas de sociedades artísticas (7), porque el obrero que antes trabajaba 10 o 12 horas, después de las cuales salía desfallecido, y habiéndose reducido el tiempo de trabajo por la posesión en común de los medios de producción, ahora tendrá tiempo libre para compartir gustos artísticos y en muchos de ellos florecerán las intenciones de ser artistas ellos mismos.
Esta multiplicidad de artistas, de sociedades artísticas, de gente creando de manera libre, dará a la humanidad un nuevo Renacimiento.
La sociedad futura que plantea el anarquismo no solamente es una sociedad de libertad, de fraternidad, justicia y solidaridad, también será una sociedad donde millones de artistas plasmen esas mejoras humanas en sus obras.
Una sociedad donde la expresión más grande del arte humano habrá sido la creación de una sociedad libre, que a su vez dará sus semillas en infinidades de artistas plasmando sus inclinaciones e inspiraciones de manera totalmente libre y siendo ellos mismos productores responsables para con la sociedad de la que forman parte.
Erick Benítez Martínez. Diciembre del 2019
Notas:
1.- P. J. Proudhon, ¿Qué es la propiedad?, página 127. Ediciones Folio, 2002, Barcelona, España
2.- Para una explicación más detallada de la producción como un trabajo colectivo y no individual consúltese mi libro “Propuestas proudhonianas” páginas 46-50. Editorial Calumnia, 2019. Mallorca, España.
3.- Entiendo que en realidad 1000 personas pueden producir más de 1000 raciones tomando en cuenta la fuerza colectiva que se produce por su labor colectiva y el apoyo de maquinaria y tecnología. Pero se trata de un ejemplo y no de meterse en cuestiones que nos llevarían a una cantidad inmensa de suposiciones que se multiplican exponencialmente a medida que crece el número de personas.
4.- En la nota anterior hemos dejado apuntado que se trata de un ejemplo. Al momento de aplicar este ejemplo a los datos estadísticos de un país, incluso la fuerza colectiva, las máquinas y la tecnología hacen que sean insuficientes para que la masa trabajadora alimente y mantenga a tanto y tanto improductivo.
5.- El caso de los futbolistas lo mencionamos aquí en tanto que también son elementos que no producen pero sí consumen abundantemente. Vaya por delante decir que esa gente no tiene absolutamente nada de artista.
Nada más vergonzante que una persona que se entretiene jugando con otros tenga ganancias tan exorbitantes. No solamente no producen, tampoco hacen una labor que sea una expresión lirica de la humanidad, ni tampoco es un ejercicio cerebral: no es más que un entretenimiento injustamente retribuido y además de manera abundante.
Cosa parecida puede decirse de los demás deportes: el golfista, el jugador de futbol americano, el tenista, etc.
6.- P. J. Proudhon, Del principio del arte y su destino social. Reproducido en André Rezler La estética anarquista, página 22, Fondo de Cultura Económica, 1974, México.
7.- En nota anterior hemos hablado sobre lo superfluo de la labor de los deportistas que ganan millonadas. En una sociedad libre estos deportistas, después de haber acudido a sus centros de producción, también crearán sus clubes deportivos por puro gusto al deporte y no por lucro, porque sus actividades de ninguna manera podrán ser calificadas de producción, sino de gusto humano.
Ya mismo existen en todos los barrios clubes y sociedades de fútbol en las que el dinero no es motivo de su existencia, sino el puro gusto al deporte.
“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”
José Llunas
José Llunas