CHARLES FOURIER: LA LABOR ATRACTIVA. (1822–1837)

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Carlos Knauf
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CHARLES FOURIER: LA LABOR ATRACTIVA. (1822–1837)

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Charles Fourier (1772-1837) es considerado uno de los primeros socialistas teóricos. Comenzó a publicar sus ideas respecto a la reorganización de la sociedad durante la era Napoleónica, pero sólo después de muchos años fue capaz de atraer adherentes a sus ideas. Nunca fue capaz de atraer algún benefactor para financiar su implementación, pero algunos de sus adherentes intentaron crear colonias Foureristas, o falansterios, aquel modelo que Fourier llamó “Armonía”. Aun no siendo un anarquista per se, insistió en que las “medidas no coercitivas” serian toleradas en su sociedad ideal, donde el trabajo sería “propuesto pero no impuesto” (según lo dice en La Visión Utópica de Charles Fourier. ed. j. Beedler and R. Bietl vctlu. Boston: Beacon Press. 1972. Pag. 252). Sus ideas tuvieron influencia en el floreciente movimiento anarquista, particularmente su noción acerca de que el trabajo debería ser atractivo, y que la sociedad debería organizarse para proveer la libre expresión de las pasiones naturales de la gente, más que reformar o remodelar a la gente para ajustarse a las ideas preconcebidas de algunos cuantos (idea que aparece mucho en los escritos de Fourier). Los siguientes extractos vienen de Selecciones de los Trabajos de Fourier (London Swan Sonnenschein & Co. 1901). Traducido del francés por Julia Franklin (de inglés al español, por UAS)

EN EL MECANISMO CIVILIZADO encontramos por todas partes formación de infelicidad, en lugar de encanto. Juzguémoslo en el caso de las labores. Es, dicen las muy justas Escrituras, un castigo de la humanidad: Adán y sus seguidores están condenados a ganar su pan por el sudor de su frente. Eso es ya una aflicción; ¡pero esta labor, este desgraciado trabajo sobre el cual depende la ganancia de nuestro miserable pan, no podemos ni siquiera tenerlo! ¡Un trabajador carece del trabajo del cual depende – él pide en vano una gran pena! El sufre una segunda aflicción, mientras que obtiene el trabajo al mismo tiempo su patrón es quien disfruta, o es empleado en deudas a las cuales no está acostumbrado…

El trabajador civilizado sufre una tercera pena a través de las enfermedades que regularmente padece debido al exceso de trabajo que le demanda su patrón…El sufre una quinta desgracia, que es ser desgraciado y tratado como un mendigo por carecer de aquello que tiene que comprar, conscientemente, por medio del angustiante y repugnante trabajo. El sufre, finalmente, un sexto tormento, es que no recibe ni un aumento ni un salario suficiente, que a la vejación de una dolencia presente se une la perspectiva de dolencias futuras, y la de ser enviado a un calabozo cuando reclame ese trabajo que puede faltarle cualquier día.

El trabajo, sin embargo, forma el disfrute de diversas criaturas, como el de los castores, las abejas, las hormigas, quienes están en toda la libertad de preferir la inercia: pero Dios les ha proveído de un mecanismo social que atrae a la industria, y causa la alegría que se encuentra en la industria. ¿Por qué, Dios, no nos otorgó el mismo beneficio que el de aquellos animales? ¡Vaya diferencia entre su condición industrial y la nuestra! Un Ruso, un Argelino, trabajan por temor al látigo y la tortura; un Inglés, un Francés, por el miedo a la hambruna que se asoma en sus pobres hogares; los Griegos y los Romanos de quienes tanto se nos ha cacareado la libertad, trabajan como esclavos, y por temor al castigo, como los negros en las colonias actuales.

Para ejercer una fuerte atracción sobre la gente, el trabajo asociativo, deberá diferir de todas las repulsivas condiciones con las que se nos presenta en el estado actual de las cosas.

Para que el trabajo asociativo se vuelva atractivo es necesario que cumpla con las siguientes 7 condiciones:

Que cada trabajador sea un asociado, remunerado con dividendos y no con salarios.
Que todos, hombres, mujeres o niños, sean retribuidos en proporción a tres facultades, capital, esfuerzo, y talento.
Que las sesiones industriales sean variadas aproximadamente ocho veces por día, ya que es imposible mantener el entusiasmo más de una hora y media, o dos, en el ejercicio de la agricultura o del trabajo de manufactura.
Que esto sea llevado a cabo por medio de agrupaciones de amigos, unidos espontáneamente, estimulados e inspirados por activísimas rivalidades.
Que los talleres, y cultivos, brinden al trabajador los atractivos de elegancia y limpieza.
Que la división del trabajo sea llevada hasta el grado supremo, para que cada sexo y edad pueda aficionarse a sí mismo a los deberes que más le acomoden.
Que en esta distribución cada uno, hombre, mujer o niño, goce plenamente del derecho al trabajo o el derecho a ocupar cada rama del trabajo que le plazca elegir, siempre que pueda acreditar integridad y habilidad.
X. Finalmente que en este nuevo orden la gente tenga la garantía del bienestar, de un mínimo suficiente para el presente y el futuro, y que esta garantía les libere de toda inquietud para sí mismos y sus familias… (La numeración “X” es considerada por Fourier como una clave base de todas las numeraciones anteriores – según el texto en francés).

Con el fin de alcanzar la felicidad, es necesario introducir esto a los trabajos que involucramos a la gran parte de nuestras vidas. La vida es un gran tormento para quien persigue quehaceres sin atractivos.

La moralidad nos enseña a amar el trabajo: que sepan entonces cómo hacer amable el trabajo, y antes que nada introduzcamos el lujo en los cultivos y los talleres. Si los acuerdos son pobres y repulsivos, ¿cómo vamos a despertar la atracción en la industria?

En el trabajo, como en los placeres, la variedad es evidentemente un deseo natural. Todo disfrute prolongado, sin interrupción, después de dos horas, conduce a la saciedad, al abuso, embota nuestras facultades, y se agota el placer. Una comida de cuatro horas no deja de ser un exceso; una ópera de cuatro horas terminará por empalagar al espectador. La variedad periódica es una necesidad para el cuerpo y el alma, una necesidad natural; incluso el suelo exige variedad de semillas, y la semilla alternancia de suelo. El estómago rechazaría rápido el mejor platillo si se le dan a diario, y el alma se embotaría en el ejercicio de cualquier virtud si esta no se releva con alguna otra virtud.

Si existe una necesidad de variedad en los placeres después de complacerse con ellos por dos horas, entonces el trabajo requiere mucho más esta diversidad, lo que es continuo en el estado asociativo; se garantiza esto para el pobre, tanto como para el rico.

El primer derecho es el derecho a sustentar la vida, a comer cuando uno tiene hambre. Este derecho es negado en la civilización por filósofos, y concedido por Jesús Cristo en estas palabras:

¿Han leído alguna vez lo que David hizo, cuando él necesitaba, cuando estaba hambriento, junto a los que estaban con él? ¿Cómo entró a la casa de Dios, y comieron del pan de la proposición, aquel que no es lícito comer salvo para los Sacerdotes, y les dio también a aquellos que estaban con él?

Con estas palabras, Jesús consagra el derecho a tomar, CUANDO UNO TIENE HAMBRE, lo que se necesite, donde se encuentre; y este derecho impone la obligación al cuerpo social de asegurar a las personas un mínimo para el mantenimiento – ya que la civilización priva del(os) primer(os, cuatro) derecho(s) natural(es), la caza, la pesca, la acumulación, el pastoreo, es por esto que hay un deber de indemnización. Mientras este deber no sea reconocido, no existirá un pacto reciproco en cual estar de acuerdo; no hay nada más que una liga de opresión, una liga de la minoría poseyendo, contra una mayoría que no posee lo necesario para vivir, y quienes, por esta razón, trataran de resumir el quinto derecho, formando clubes o ligas internas para despojar a los poseedores…

Si el pobre, la clase trabajadora, no es feliz en el estado asociativo, lo transformaran con malevolencia, robo, rebelión; dicha orden fallará en su objetivo, el cual es unir lo pasional con lo material, para conciliar caracteres, gustos, instintos, y desigualdades de todo tipo.

Teniendo a cargo las cuentas, la administración adelanta a cada miembro pobre la vestimenta, la comida y la casa, por un año. Ellos no corren riesgo por este adelanto, porque saben que el trabajo que un pobre realizará, a través de la atracción y como un proyecto de placer, excederá en monto la suma de los adelantos que se le brinden; y que, después del inventario, el Falansterio, liquidando sus cuentas, se encontrará a si mismo deudor de toda la clase pobre a quienes les deberá haber dado este adelanto del mínimo…

Pero la primera condición es inventar y organizar un régimen de atracción industrial. ¿Sin esta precaución, cómo podemos garantizarle al pobre un mínimo? Esto sería acostumbrarlo a la pereza: él fácilmente se persuadiría en que el mínimo es una deuda en lugar de una asistencia, por lo tanto él llegaría a la conclusión de permanecer ocioso. Esto es lo que alguien nota en Inglaterra, donde el impuesto de 150 millones para los necesitados sirve solo para incrementar la cantidad de los últimos; tan cierto es que la Civilización no es sino un círculo vicioso, incluso en sus acciones más elogiables. La gente no necesita limosnas, sino trabajo, tan atractivo para todos como para querer consagrarse, incluso, en días y horas reservadas para el ocio.

Si la ciencia política supiera el secreto de llevar esto a la práctica, el mínimo podría realmente asegurarse por medio del absoluto cese del ocio. Los únicos restantes de ser proveídos serían los enfermizos; un peso muy ligero, y que no sería sentido por el cuerpo social, si se volviera opulento y, a través de la atracción, estuviera separado de la flojera, y del trabajo indiferente, que es casi tan estéril como la pereza.

Fuente: A Documentary History of Libertarian Ideas, Volume One- From Anarchy to Anarchism – C.V. (Robert Graham).

Traducción al español: Amadeus, Unión AnarcoSindicalista – Federación Anarquista de México.
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