Historia de un gran amor que terminó en tragedia

Historia del anarquismo no catalogado en las secciones de arriba
Erick Benítez Martínez
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Historia de un gran amor que terminó en tragedia

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Todo terminó en enero de 1931, cuando fusilaron a Severino Di Giovanni
• Pero entonces amaba con pasión a una jovencita
• Ahora, a los 86, ella revela la intimidad del romance en un libro

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ALBERTO GONZALEZ TOR
Josefina América Scarfó tiene hoy 86 años y el corazón muy débil. Vive en Congreso, a unas pocas cuadras de Callao y Sarmiento, donde hace 66 años la Policía acorraló a Severino Di Giovanni, anarquista expropiador, acusado de haber cometido varios asesinatos y robos. Severino tenía 29 años, y era el gran amor de Fina, que aún no había cumplido los 20.A Di Giovanni lo detuvieron en la tarde del 30 de enero de 1931, a la salida de una imprenta. Desde el 6 de setiembre de 1930, cuando se produjo el golpe militar que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, regía la ley marcial. A las cinco de la mañana del primero de febrero de 1931, Di Giovanni fue fusilado en la vieja penitenciaría de la calle Las Heras. Recibió ocho balazos, más el tiro de gracia, que le penetró por la sien derecha. Antes de la descarga, había gritado: ¬ Evviva lanarchia!.Un día después, en la misma prisión, fue fusilado Paulino Scarfó, de 22 años, el brazo derecho de Di Giovanni. Paulino era hermano de Fina. También gritó: -Viva la anarquía!. La mujer que hoy tiene 86 años sólo tuvo cinco minutos para despedirse de cada uno de ellos.Un romántico violentoLa relación que unió a Severino y a Fina tuvo todos los condimentos de una novela romántica. El era un hombre casado, padre de cuatro hijos, que había llegado a la Argentina huyendo del fascismo. Lector de Kropotkin, Malatesta, Reclús, Niestzche, Proudhon, este italiano de los Abruzos estaba convencido de que la violencia era el único método de lucha para terminar con una sociedad de explotadores. El periodista y escritor Osvaldo Bayer -que ha escrito la mejor biografía de Di Giovanni- lo calificó como un idealista de la violencia.Pero Bayer, en el final de la primera edición de su libro, reflexiona: Di Giovanni es un héroe con mala suerte, un hombre joven que tomó en serio todo lo que le decían los libros de su ideología. Ideología que, según se interprete, puede pasar de la bondad y el respeto por la condición humana en todos sus aspectos, a la más desesperada y violenta acción avasalladora justificada en el ideal de querer implantar la libertad absoluta para todo el mundo.Otros anarquistas -como los que editaban el periódico La Protesta- calificaron a Di Giovanni como un delincuente vulgar. Y el escritor y periodista Alvaro Abós no ahorra adjetivos para condenarlo: Terrorista, asesino feroz e implacable; esquizofrénico y neurótico, mataba él mismo obreros con sus bombas.De este hombre violento se enamoró Fina Scarfó cuando no había cumplido los 15 años. En los próximos días, un libro editado por Alfaguara contará parte de esta historia. Un café muy dulce, escrito por María Luisa Magagnoli, narra el viaje a la Argentina de esta italiana seducida por la leyenda Severino y por su trágica historia de amor con Fina Scarfó. Por primera vez, la amante niña de Di Giovanni revela allí aspectos íntimos de su relación con el anarquista expropiador.Bayer cuenta en su libro que Severino había conocido en un acto anarquista a los hermanos Alejandro y Paulino Scarfó: A ellos, precisamente, ha preguntado Di Giovanni si no conocen quién pueda alquilar una habitación para él y su familia. La casualidad se da: los padres de los Scarfó alquilan una habitación en su casa de la calle Monte Egmont (actual Tres Arroyos). Allí va a vivir Di Giovanni.Teresa Masculli, prima y esposa de Severino, era una campesina analfabeta, que no entendía de teorías conspirativas. En 1925, cuando se instalan en la casa de los Scarfó, ya es madre de dos hijos: Laura y Aurora. Después nacerán Ilvo y María. El matrimonio había llegado a la Argentina dos años antes, en mayo de 1923.En la casa de los Scarfó había un jardín. Según le contó Fina a Magagnoli (periodista y escritora que vive en Milán), el primer diálogo que tuvo con Severino fue a propósito de las flores. ¿Cómo están las begonias?, preguntó él. Están tristes, respondió ella. Fina estudiaba segundo año del liceo, y era una alumna brillante.Fue un amor oculto, apasionado. La colegiala y el anarquista empezaron a verse a la salida de la escuela; después, las estaciones de subte fueron un refugio. Severino le escribía cartas de adolescente enamorado. Amiga mía: Tengo fiebre en todo mi cuerpo. Tu contacto me ha atestado de todas las dulzuras. Jamás como en estos larguísimos días he ido bebiendo a sorbos los elixires de la vida, le escribe. El le hablaba y le escribía siempre en italiano; ella le respondía en castellano. Soy tu rubio malo, le decía él, cariñosamente. Mi rubio adorado, le contestaba ella.Pero el final trágico estaba cercano. Llegaron a convivir en una casa quinta de Burzaco, con nombres supuestos. Con ellos vivió el silencioso e introvertido Paulino, el más fiel discípulo de Di Giovanni. Pocas horas antes de que fusilaran a su amado, Fina Scarfó -en esos cinco minutos de despedida- le susurró: Severino, seré tuya para siempre.


“El campo de batalla del anarquismo, ínterin se espera la revolución social, tendría que ser la pluma, la palabra y el ejemplo […] Revolucionarios, meditad que la hora de nuestra emancipación tanto más tardará en sonar cuanto más tiempo permanezcamos en la ignorancia. Eduquémonos, instruyámonos, que el porvenir es nuestro”

José Llunas
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